Al inicio del documento nos encontramos a Isabel paseando por la habitación, para lo cual necesita ya la ayuda de dos mujeres que la sujetan por las axilas y ella se mueve con dificultad “doloreandose de los dolores del prenyado que tenía, disponiendose y queriendo parir”. El notario examinó el cuerpo de Isabel y el de las parteras, el lecho, incluso debajo de la cama con el fin de poder dejar testimonio público de que no había ningún bebé escondido con el que se pretendiera llevar a cabo ningún engaño. Las propias parteras juraron sobre la cruz y los evangelios que llevaría a cabo su trabajo sin fraude.Isabel tuvo que parir inclinada, recostada sobre el señor de Argavieso, su procurador, que la sostenía entre sus brazos. La dificultad del parto se pone de manifiesto también en el número creciente de candelas bendecidas que iban iluminando la habitación con el fin de proteger a Isabel. Se trató de un parto distócico que puso a prueba la habilidad de la Madrina Salinas para salvar a madre e hijo. Sobre el vientre de Isabel algunas reliquias, a sus pies, en un escabel, Catalina que con sus manos impregnadas en aceite de almendras templado con aceite de azucenas, ayudaba al niño a venir al mundo. Sobre sus rodillas tenía una terna extendida para recibirlo. Finalmente, tras muchos esfuerzos nació un niño. Entonces se acercaron los testigos para observar cómo madre e hijo estaban unidos por el cordón umbilical. Tras ayudar a la madre a expulsar la placenta, se examinó de nuevo al niño y públicamente se comunicó el nacimiento de un hijo varón. A continuación la madrina Salinas cortó el cordón umbilical.La carta de parto se emite a petición de la madre. En el caso de Isabel se enfatiza que es ella quien llama insistentemente al notario y los testigos cuando el momento del parto se acerca. El propósito no era otro que poner de manifiesto públicamente la legitimidad de su hijo de manera que nadie pueda cuestionar que se valiera de hijos ajenos para mantener sus derechos ni se pusieran en duda los derechos hereditarios del niño.La legitimidad era la clave para poder gozar de todos los derechos y del patrimonio familiar y por tanto Isabel ante el peligro de fallecer en el parto también ella, quiso que su hijo, pasara lo que pasara, no quedara desprotegido.
El documento completo se puede ver en: María del Carmen García Herrero, Del nacer y el vivir. Fragmentos para una historia de la vida en la baja Edad Media. Zaragoza, 2005.