Pedro Sánchez también le dio a entender a Mariano Rajoy que se abstendría. ABC ha podido reconstruir los diez meses que siguieron a los comicios del 20 de diciembre en los que España quedó varada sin Gobierno. Esta es la crónica de la estrategia del líder del PP que describía muy bien el portavoz del PNV Aitor Esteban hace tres días en la tribuna del Congreso: «Rajoy suele vencer más por cerco o inanición que por abordaje». Esa crónica arranca en julio, fecha clave en la «operación investidura». Sánchez sostiene en un almuerzo con González que se abstendrá, mensaje que también traslada a Rajoy y a otros interlocutores de su partido, pero en secreto pone en marcha un plan para alcanzar la Presidencia con el respaldo de Podemos y de los independentistas catalanes. Tal es su temor a que pueda filtrarse algún detalle, que evita las conversaciones telefónicas con Pablo Iglesias. La intención del dirigente socialista es conformar un gobierno monocolor con el apoyo explícito de Podemos, la abstención de Ciudadanos y el silencio cómplice de los soberanistas catalanes, a los que trata de convencer de que aparquen temporalmente el referéndum separatista a cambio de una reforma de la Constitución «ad hoc». Para atraer a Rivera, la dirección socialista cuenta con el pánico que desata en la fuerza naranja una tercera convocatoria electoral.
De ser cierta esta historia, estaríamos ante una maniobra más propia de Al Capone que de un dirigente político, pese a lo que, quien fue calificado de mafioso, resultó el Sr. Rajoy por conseguir cuadrar la matemática parlamentaria, como veremos mañana. D. Pedro siempre gustó de maniobrar en la sombra, no sin cierta torpeza, premiando en Andalucía a quien se situaba en contra de Dª Susana Díaz, con la que compartía lágrimas de cocodrilo y abrazos de oso; por otra parte, me extraña que el gallego impasible pudiera caer en una maniobra relativamente simple, salvo que estuviese excesivamente obnubilado por el ansia de poder y conseguir la investidura que tuvo lugar finalmente el pasado día 30 de Octubre. Lo malo de la etapa que D. Pedro hizo vivir al PSOE es que, más allá de las luchas intestinas, de puñaladas traperas por debajo de la mesa, cogió un partido en horas bajas y terminó por dividirlo hasta el punto de que tardará años en recuperarse, escuchando los cantos de sirena de Pablo Iglesias, que todavía aplaude con las orejas mientras termina por ocupar el puesto que antes era suyo.