Tras un buen descanso, la segunda mañana tiene una visita ineludible: El Palacio de Topkapi, literalmente “Palacio de la Puerta de los Cañones”.
El gran palacio fue el centro administrativo del Imperio otomano durante casi cuatro siglos desde 1465. Su construcción fue ordenada por el Sultán Mehmed II y completada en tan solo 6 años. El enjambre de edificios, patios y jardines tienen una superficie total de 700.000 m², el doble que el Estado Vaticano, todo rodeado por una muralla bizantina.
Entrando por la puerta conocida como de la Acogida, a la izquierda encuentras una de las mayores atracciones del palacio junto con el Tesoro, el Harem donde convivían cientos de mujeres, incluyendo criadas y concubinas, féminas familiares del Sultán, así como eunucos y esclavas. Hay teorías enfrentadas que hablan de lo que ocurría dentro del Harem. Algunas dicen que las concubinas simplemente vivían para satisfacer las necesidades sexuales del Sultán y cuando se cansaba de ellas las metía en sacos y las arrojaba al mar. Otras menos truculentas cuentan que en sus dependencias se instruía a las mujeres, las enseñaban música, a coser y eran preparadas para servir pero no necesariamente se convertían en concubinas. Teorías aparte, la belleza de las estancias y las vistas desde el patio del Harem son dignas de admirar. Aunque las mejores vistas del complejo las ofrece una terraza situada en el palacete que está sobre el mismísimo Cuerno de Oro, que ofrece una vista del Bósforo sobrecogedora.
Saliendo de las taquillas del palacio pero sin llegar a salir de sus murallas, bajando una calle adoquinada encuentras el Museo Arqueológico de Estambul. Merece la pena pasar un par de horas allí, admirando las piezas que alberga. Entre ellas destacan un león que fue parte del Mausoleo de Halicarnaso, una de las 7 Maravillas del Mundo Antiguo, muchísimas piezas procedentes de Troya, Libia o Siria y su pieza más destacada: el Sarcófago de Alejandro Magno.
Tras la comida, conviene acercarse al puerto de Eminönü y hacer un crucero por el Bósforo en alguna de las decenas de compañías que lo ofrecen. Depende del tiempo del que se disponga elegid un trayecto u otro. Yo realicé uno de dos horas y media aproximadamente parando unos 20 minutos en la parte asiática.
Una vez de vuelta a tierra firme, se puede elegir visitar el Bazar de las Especias con su mezcla de olores y colores exóticos, la Mezquita Nueva o la de Suleimán el Grande (actualmente no se puede entrar al interior) o bien cruzar el Puente de Gálata, donde te encontrarás decenas de pescadores, y contemplar el atardecer desde los 60 metros de altura de la Torre de Gálata.
mundo quiere sacar la foto pero merece la pena. Un consejo,
tener cuidado en la parte de arriba, hay poco espacio, y entre los empujones que recibes de otros turistas y la cuestionable seguridad de la ínfima barandilla más de uno temimos por nuestra vida.
Si tienes morriña y te apetece cenar por la zona, al lado de la plaza donde está la torre se encuentra el restaurante español “Venta del Toro”, donde puedes degustar unas bravas o una tortilla de patatas con cebolla escuchando “El Barrio”. ¡Incluso en la parte de arriba puedes echarte una siesta!