La magnificencia del fracaso, William Faulkner

Publicado el 18 septiembre 2022 por Kim Nguyen

Mi opinión personal es que lo que yo había escrito nunca había resultado tan bueno como yo quería, o esperaba, que fuera; esa es la razón de que el escritor escriba otro libro. Si uno escribiera un solo libro y resultara ser todo lo que uno esperaba de él, probablemente dejaría de escribir. Pero no es el caso, así que vuelve a intentarlo y empieza a pensar en su obra como una larga sucesión de fracasos. Quiero decir, es lo mejor que pudo hacer, pero ninguna llega a la perfección, que es a lo que aspira, y todo lo que no sea la perfección es un fracaso. Se me pidió que valorara a mis contemporáneos, a Hemingway, Dos Passos, Caldwell y Thomas Wolfe, y dije que no podía, porque creía que ellos, como yo, pensarían que sus obras habían resultado fallidas; y que la única forma que tenía de valorarlos era en términos de la magnificencia de ese fracaso. Así que coloqué a Wolfe en primer lugar, porque fue el que más se esforzó en realizar lo que sabía que no podía conseguir. Me puse a mí mismo en segundo lugar, porque intenté casi tanto como Wolfe lo que no podía hacer. Y puse a Hemingway el último porque se había dado cuenta, muy pronto, de lo que era capaz de hacer y se había atenido siempre a ese patrón. Esta opinión mía no tenía nada que ver con el valor de la obra, sino únicamente con lo que yo llamaría la magnificencia, la grandeza del fracaso. Eso es lo que era. Creo que el escritor ha de buscar ante todo la perfección, que mientras aún respire, su única posibilidad es alcanzar la perfección. No lo consigue en vida porque no tiene tanto valor como desearía tener, nunca puede ser tan sincero como desearía ser, pero mientras tenga papel y lápiz, tiene la oportunidad de esperar algo tan perfecto como lo que ha soñado.

William Faulkner
«Entrevistas en Japón (1955)»
León en el jardín
Traducción: Antonio Iriarte
Editorial: Reino de Redonda

Foto: William Faulkner