La mala educación

Por Siempreenmedio @Siempreblog

De entre la irregular filmografía de Pedro Almodóvar no destaca precisamente La Mala Educación, experimento de saltos en el tiempo y ajustes de cuentas con su pasado, que supone una pieza más del puzle sentimental que años después desnudaría definitivamente en Dolor y Gloria. El deleznable asunto de los abusos sexuales por parte de religiosos en aquel añejo sistema educativo franquista, impregna buena parte del metraje y constituye su mayor logro fílmico, severa crítica a un pasado no tan remoto.

La mirada imposible de calificar de Daniel Giménez Cacho, mezcla de indignación y deseo, tan bellamente fotografiada por José Luis Alcaine, resume todo lo mejor de La Mala Educación.

Quienes fuimos escolarizados ya en democracia apenas conocimos residuos de aquella mala educación. Afanadas en aniquilar el analfabetismo, las neófitas Autonomías asumían amplísimas competencias y nacían las asociaciones de padres, madres y alumnado, al tiempo que nuevos problemas acechaban a un descomunal sistema en permanente evolución. Y perpetua crisis.

Si bien las comunidades autónomas destinan entre un 20 y un 30 por ciento de su presupuesto anual a la cosa educativa, la inversión total con relación a nuestro Producto Interior Bruto sigue bien lejos de los criterios de excelencia que marcan la OCDE o la Unión Europea. Liderando las ratios europeas de abandono temprano, con una inversión en tecnificación escasa y desigualmente implantada, y unos itinerarios formativos ajenos a las verdaderas necesidades del mercado laboral, apenas hay tiempo para afrontar el serio problema de masificación, cuando no de convivencia, en centros no siempre partícipes de la realidad de su entorno.

Muchos miles de escolares, sus familias y el profesorado, afrontan esta semana en Canarias la vuelta a esas aulas donde hay tanto por hacer. Agosto pilló de vacaciones a quienes han rehuido por sistema la responsabilidad de anticiparse a la crisis, y una ya preocupante pasividad es la respuesta, propia de los peores estudiantes, a un septiembre inundado de casos de COVID_19.

En el ecuador de la foto, una madre parece decir "Chacha, hola, que estamos aquí". ¿Quién dijo miedo?

Incumplida en todo el país la promesa de dotar personal de refuerzo y verdaderos medios materiales, los centros han terminado por comprar hasta el gel hidroalcohólico con su exiguo presupuesto, y los propios equipos docentes han tenido que culminar la división de los espacios comunes. Duele ver por televisión a una solitaria profesora espatarrada en el suelo, armada de metro y cinta adhesiva, parcelando los pasillos y el patio del recreo. Ante la falta de espacio, en no pocos colegios la docencia se impartirá en hall y pasillos. Me cuentan que muchísimos centros van a utilizar como aulas el laboratorio, la clase de música, el salón de actos, la biblioteca y hasta la cafetería.

¿Brotes de coronavirus en los colegios? Se nos antoja anecdótico cuando los contagios ya se cuentan por decenas de miles, un problema menor para esta sociedad que podría tirar un segundo curso escolar a la basura, entre el desánimo de unos docentes sobrepasados, familias resignadas a la más deficiente conciliación y una generación entera de alumnos y alumnas que sufren la mala educación de quienes gobiernan y hacen oposición a base de estrategia electoralista, ocurrencias e improvisación.