Revista Psicología

La maldad (igual que la bondad) existe, pero no es una enfermedad mental

Por Clotilde Sarrió Arnandis @Gestalt_VLC

🔔 Terapia Gestalt Online en tiempos del Covid-19
Ante el riesgo aun persistente, y hasta que se controle la pandemia he optado por mantener las sesiones online como una alternativa a los encuentros presenciales, una modalidad no necesariamente peor y en beneficio de todos.

Artículo escrito por el Dr. Alberto Soler Montagud.

Ha transcurrido el tiempo suficiente para que la prensa y los informativos dejen de dar pábulo al morbo, y ya no sean portada las niñas Anna y Olivia, presuntamente asesinadas por su padre Tomás Gimeno y luego arrojadas al mar. Por mi parte, decidí esperar a que la noticia se enfriara antes de escribir este artículo en el que pretendo censurar que la sociedad, ante ciertos sucesos atroces, atribuya una enfermedad mental a quienes los protagonizan.

La maldad (igual que la bondad) existe, pero no es una enfermedad mental
La maldad (igual que la bondad) existe, pero no es una enfermedad mental

La maldad no es una enfermedad mental

No es infrecuente ante un acto de violencia, escuchar frases como " sólo un enfermo mental es capaz de hacer algo así". Sin embargo, los medios nunca difunden titulares del tipo: " un diabético viola a una menor en el ascensor de su domicilio ". ¿Por qué se asocia con tanta ligereza las enfermedades mentales con los actos violentos o cargados de maldad?

Es un error afirmar que quienes padecen una enfermedad mental son personas más violentas que el resto de la población. Son muchos los mitos que recaen sobre los enfermos mentales (" son personas con un carácter débil"; "nunca se recuperan del todo"; "son enfermedades muy aisladas que casi nadie padece"; "son incapaces de disfrutar"; "tienden a ser violentos"...), lo que predispone a la incorporación de estereotipos en el subconsciente colectivo, como por ejemplo la creencia de que los enfermos mentales agreden y asesinan con más frecuencia, cuando la única explicación es que los medios destacan estos sucesos atribuyéndolos a problemas mentales con intencionado amarillismo.

Si alguien que sufre un trastorno de salud mental comete un crimen, se resalta su diagnóstico en grandes caracteres, mientras que la opinión pública ignora, por ejemplo, cuántos hipertensos han cometido crímenes violentos. Y si lo supiera, jamás los atribuiría a una repercusión cerebral del problema cardiovascular del asesino.

Desde la noche de los tiempos, las enfermedades mentales (también algunas neurológicas) han estado mal vistas por la sociedad, se han considerado vergonzantes por parte de sus familiares, y se aislaba de la gente a quienes las padecían. Fueron muchos los psicóticos o epilépticos que la Inquisición condenó a la hoguera. Incluso el cansancio y la anhedonia que acompañan a una depresión, fueron considerados como un pecado capital (acedia o pereza) por las autoridades eclesiásticas del medievo.

Aunque las estadísticas varían según los países de procedencia, podemos estimar que sólo entre un 9 y un 10% de pacientes con un diagnóstico de enfermedad mental grave (esquizofrenia, esquizofrenia paranoide, trastorno delirante psicótico, ciertas parafilias, etcétera) presentan conductas violentas, prevalencia que disminuye al 3-4% en el caso de los delitos violentos muy graves. El estigma de la difusión de este mito, consigue que si alguien con cualquier patología mental comete un crimen, la globalidad de afectados por una enfermedad psiquiátrica sean considerado socialmente peligrosos. Esta generalización es un maltrato vejatorio que penaliza a las enfermedades mentales y a quienes la padecen.

Resulta discriminador e injusto que el subconsciente colectivo vincule la criminalidad con presuntos antecedentes psiquiátricos. La sociedad suele exigir explicaciones rápidas para entender porqué se produce un acto violento, y en esa búsqueda, los medios enfatizan con demasiada frecuencia en el estado mental de quien comete un crimen, sin considerar que la maldad es algo que existe per se, e independientemente de cualquier diagnóstico clínico.

Los profesionales de la medicina llevamos décadas combatiendo el estigma que afecta a la enfermedad mental. Por ello quisiera aclarar que la psicopatía propiamente dicha (no así las psicosis) no es una enfermedad mental, sino una singularidad comportamental antisocial de individuos que distinguen el bien del mal y son conscientes de sus actos. Dicho de otro modo: la maldad pura existe y no es una enfermedad mental. ¿Por qué entonces atribuir a una patología de la mente lo que sólo es maldad?

Los medios deberían dejar de psiquiatrizar muchos actos que son fruto de la maldad, conductas antisociales que no es competencia de la medicina -al menos no exclusiva- resolver. La maldad existe y hay que enfatizar en esa realidad para desestigmatizar la patología mental. Está extendida la creencia de que " quien es capaz de matar tiene que estar loco", sin embargo, la realidad y las estadísticas demuestran que la mayoría de los asesinos están cuerdos. Para que nadie lo olvide, lo repetiré una vez más y todas las que haga falta: la maldad existe sin necesidad de que haya ninguna enfermedad.

Si necesitas ayuda, tanto médica como terapéutica, puedes ponerte en contacto con nosotros y te ayudaremos de la mejor manera posible.

Dr. Alberto Soler Montagud - Psiquiatría Privada
La maldad (igual que la bondad) existe, pero no es una enfermedad mental
La maldad (igual que la bondad) existe, pero no es una enfermedad mental
Este artículo está escrito por Alberto Soler Montagud y se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España

Imagen: Pixabay


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