Mi nieta mayor con ocho años, está
desbordada con los deberes escolares, tareas que se lleva a casa para hacerlas
antes del día siguiente, todos los días, más y más. Comentamos con otros
abuelos, sus nietos tienen edades similares y superiores, viven en otros
pueblos, por tanto son otros colegios, están alarmados con las tareas que se
llevan a casa por las tardes.
Otros familiares y conocidos, otra
comunidad autónoma, otras edades, otros colegios e Institutos, enorme
intensidad en las tareas que se llevan a casa. Amigos con hijas recién entradas
en la Universidad, la misma tónica de multitud de trabajos y trabajos sin
tiempo para respirar.
Hablo con amistades, familiares,
conocidas, leo sobre el asunto, busco y me documento… estamos viviendo un proceso
generalizado cuya extensión e intensidad va en aumento. Freno, reflexiono y lo
uno a mis últimos temas de investigación y lecturas, las grandes tecnológicas,
las nuevas formas del capitalismo del Siglo XXI, las tecnologías informáticas,
los peligros de las redes sociales…
La primera conclusión a la que llego
es que las nuevas tecnologías con todos sus defectos y perversiones se instalan
en la sociedad en su conjunto, desde la educación infantil, pasando por la
Universidad, hasta el mundo laboral y las relaciones sociales, en ambos géneros
y todas las edades, en pueblos y ciudades y en todos los grupos sociales.
Padres desbordados por nuevas
obligaciones, sin tiempo, sin capacidad para interactuar con los jóvenes,
chicas y chicos asfixiados en exigencias y presionados brutalmente por el
sistema para aprender… ¿aprender?, mejor sería decir presionados para evitar
tengan tiempo libre fuera de las tecnológicas, exigidos para que no hagan
pausas con sus móviles, para decidir deprisa y corriendo, pero solo a golpe de
clik y de manera inmediata sobre todo tipo de asuntos, muchos de los cuales
requerirían pausa y estudio. Y reflexión. Y organizarse con otra gente, y
actuar de otra forma menos insulsa que dar un click creyendo salvar el planeta
Se está fomentando la idea de
sometimiento como algo beneficioso, se extiende la idea de que fuera algo
natural someterse a los aspectospresentados por la máquina y aplicación, someterse a sus tiempos y
someterse a sus caminos, formas y maneras de presentar el problema, incluso
sometidos a interiorizar que eso que presentan, es el problema. Sometidos a lo
desconocido, a los procesos y a las grandes tecnológicas que nadie controla.
Por tanto, se presiona a los
usuarios tecnológicos para que eviten discernir, y en la prisa, ocultar, y en
la inmediatez, dirigir, y orientar en las búsquedas y en las soluciones. Los
resultados empiezan a ser evidentes, todos estamos poniendo demasiado en manos
de algoritmos –programas- desconocidos, al tiempo que estamos cediendo o
abandonando otras formas de racionalidad y creación de conocimientos. El
ejemplo investigado por los sindicatos de pilotos de aviación es extensivo a otros
sectores. Están alarmados porque los nuevos pilotos pierden su saber pilotar
por sí, lo hacen nada más que ciñéndose a los ordenadores, en cuanto se dan
fallos en algún elemento son incapaces de tomar el avión en conducción manual.
Aprenden a manejar con los ordenadores, pero pierden las facultades primarias
de pilotar.
Las nuevas tecnologías, las redes
sociales, potencian la inmensidad de la información, apabullan con la cantidad,
con la cual ocultan árboles en el bosque, la inmensidad mostrada por la
tecnología relativiza todo, lo cual puede ser horrible porque sumerge en un mar
de dudas que requeriría de reflexión, de tiempo. –Y aquí entran los robots que
nos quitarían capacidad de actuación reduciendo nuestra capacidad reflexiva-.
Sería imprescindible una pausa,
seleccionar la información y descartar, para elaborar cada cual su criterio de
búsqueda y selección, no solo buscar respuestas, sino fundamentalmente elaborar
las preguntas, pero las tecnológicas ya nos dan seleccionado lo que quieren,
nos incitan a que tomemos solo aquello que alguien ha seleccionado, dicen que de
acuerdo con nuestras preferencias que hemos dado en los big data tomados de las
redes y del internet de las cosas, todo elemento conectado, que hoy son muchos
de los que nos rodean. Pero, por qué no elegirlo yo? Aunque me equivoque. Y si queremos ese día
salirnos de la pauta? y si ha ocurrido algo nuevo que nos induce a buscar en
otra dirección? Acaso no podemos variar nuestra vida?
La exigencia de rapidez, es una
constante del capitalismo del Siglo XXI, la rapidez es amiga de la
superficialidad, o de derivar nuestra vida a los robots. Decidir en un instante
implica dejar en olvido la reflexión, tomar la decisión rápidamente implica evitar
contrastar, la inmediatez en las respuestas supone no poder hacer tuyos los
argumentos que las sustentan, -la pérdida del valor de los argumentos es de enorme
importancia- la velocidad de respuesta te excluye los análisis que deberías
leer para entender el por qué de las cuestiones planteadas y aumentar tu
conocimiento, ahora carecen de valor, porque no tienes tiempo y tienes que
decidir ya. Con la inmediatez como método de vida es más sencillo manipular voluntades
y colar noticias falsas.
Los deberes, tareas escolares para
fuera de clase, están ampliamente extendidos, el exceso de trabajos para casa, indican
que no da tiempo a ver en la clase los gigantescos temarios y que se ha
generado la necesidad de abarcar más y más. Al tiempo impide jugar a los niños
entre sí, socializar a la infancia y juventud en juegos y relaciones sociales
directas con otras personas, la situación actual está fomentando la
individualización de las personas, estamos perdiendo experiencias y vivencias
de colectividad. Estamos fabricando individuos aislados que se comunican por
las redes sociales informáticas, que solo se comunican con la tecnología
informática, ello supone que la relación directa pierda valor, la confianza se deposita
en lo desconocido, una máquina, un algoritmo creado por un desconocido al que
das demasiado valor, más que a tus allegados. Y que además, genera adicción.
Sería conveniente frenar, hay que
plantarse y reflexionar, tomar un descanso, para pensar y dar vueltas
tranquilamente a nuestro cerebro, buscar y recibir otros estímulos. No es
posible aceptar con los brazos abiertos como en el pasado, la entrada de las
nuevas tecnologías y mucho menos saludarlas con ese espíritu paleto maravillado
ante la novedad. Las tecnológicas en los últimos años, los de este siglo, están
creando adicciones muy potentes con sus instrumentos, algoritmos y utilidades,
con sus apps y sus juegos aparentemente inocuos,… los procesos y aplicaciones no
son similares a las de antes de terminar el siglo.
Hace años, algunos libros y trabajos
advertían de peligros que generaba la fantasía del solucionismo tecnológico, autores
como Evgeny Morozov o Nicholas Carr, son útiles como referencias. Ahora hay
estudios sobre la magnitud de las adicciones provocadas por las tecnologías que
se extienden como epidemias mundiales con difíciles tratamientos médicos a los
yonquis tecnológicos, como muestra Adam Alter en su reciente libro ‘Irresistible’.
Alter cita ejemplos de cómo los grandes gurús tecnológicos, en cuanto padres,
prohíben a sus hijos el uso de sus inventos, sean juegos o móviles y medidores modernos,
iPad, aplicaciones… por lo pernicioso de su adicción.
Ayudas contra esta lacra que
arrasará niños y jóvenes? practicar deportes, mejor colectivos, abrir aficiones
que obliguen a usar más las manos para realizar cosas, -el uso de las manos
implica el uso del cerebro-, jugar más con otras personas, practicar en el
mundo del arte, pintura, música… y leer libros, cuentos, en papel, no es igual
que en pantalla, leer papel es más reflexivo, más pausado, deja fuera la
incitación de tocar otra tecla y entrar en bucle.