La maldición de Tutankamón

Publicado el 11 junio 2014 por Eslabon Perdido Eslabon Perdido @PerdidoEslabon

Antiguamente existía la creencia de que las tumbas de los faraones tenían maldiciones escritas en ellas o a sus alrededores, advirtiendo a quienes las leyeran que no entrasen. La maldición asociada al descubrimiento de la tumba del faraón de la XVIII dinastía Tutankhamon es la más famosa en la cultura occidental.

El Valle de los Reyes

El Valle de los Reyes es una solitaria cuenca donde se halla el pico más alto de los montes tebanos, cerca de Luxor, al sur de Egipto, donde se enterraron entre 30 y 40 reyes del Antiguo Egipto de las dinastías XVIII, XIX y XX, entre ellos algunos de los más grandes, como Ramsés II. El Valle sirvió de necrópolis durante 500 años, a partir de los cuales se fue abandonando paulatinamente.

En los siglos XVIII y XIX fueron varios y de distintas nacionalidades los excavadores que llegaron al Valle buscando antigüedades, tumbas y momias. Algunos de los objetos encontrados entonces aún permanecen en los museos de Londres, París o El Cairo. Fue una época de excavaciones frenéticas, hasta que muchos pensaron que el Valle estaba agotado y sería imposible encontrar nada más de importancia. Pero en 1902, el norteamericano Theodore Davis consiguió un permiso para excavar en el Valle de los Reyes en busca de nuevas tumbas, bajo la supervisión del gobierno egipcio, y encontró, entre otros hallazgos, la bóveda que contenía la momia y el sarcófago de Ekhnatón.

Ekhnatón y Tutankhamón

Ekhnatón, también conocido como el “Rey hereje”, era el suegro del joven Tutankhamón, del que no sabemos a ciencia cierta si tenía o no sangre real. Esposo de la hija más pequeña del rey hereje, Tutankhamón llegó a reinar por un cúmulo de casualidades: la primogénita de Ekhnatón enviudó poco después de la muerte de su padre, la segunda hija murió célibe aún en vida del rey, y fue la pequeña, casada con Tutankhamón desde muy jóvenes, quien heredó la sucesión del trono, que pasó a su también joven esposo.

Apenas se sabe mucho más del mandato del faraón niño, excepto que el reinado duró algo más de seis años, que durante ese tiempo la corte abandonó la capital hereje que había escogido su suegro y regresó a Tebas, que comenzó adorando a Atón para luego regresar a la religión antigua.

Se han escrito muchas teorías acerca de las causas de la muerte del faraón, sobre todo por su juventud y a partir de que un análisis mediante escáner descubriera una fractura de cráneo, lo que ocasionó numerosas especulaciones sobre un asesinato presuntamente provocado por un fuerte golpe. Aún hoy las teorías siguen siendo varias, y mientras en algunos lados se lee que Tutankhamon podía padecer de un tumor que provocara las lesiones, en otros lugares se duda de ello y se cree que esa fractura pudo ocasionarse durante el proceso de momificación o, incluso, en el curso de la investigación de la momia por los colaboradores del propio Howard Carter.

Descubrimiento de la tumba

Howard Carter comenzó a trabajar con Lord Carnarvon, un amante de las antigüedades que consiguió permiso para excavar en el Valle de los Reyes. Su objetivo era encontrar la tumba de Tutankhamón, un faraón casi desconocido cuyo nombre había sido borrado de las listas reales.

Contra todo pronóstico y con la amenaza de verse obligado a interrumpir los trabajos ya que eran muy costosos, Carter comenzó a excavar en un poblado cercano a las tumbas. Se llevó una grata sorpresa cuando debajo de las casas encontró la entrada de una tumba con el sello de Tutankhamón. El 26 de noviembre de 1922 se hizo un agujero en la parte superior de la puerta por el que Carter introdujo una vela:

«Veo cosas maravillosas»

Estas fueron las palabras que dijo Howard Carter cuando contempló por primera vez el interior de la tumba. Es una de las más pequeñas pero mejor conservadas del Valle de los Reyes. Permaneció prácticamente intacta hasta nuestros días hasta el punto que cuando Carter entró por primera vez en la tumba, incluso pudo fotografiar unas flores secas de dos mil años atrás que se desintegraron en seguida.

La tumba fue acabada con mucha prisa, tal vez por la muerte prematura del faraón. Las cámaras se llenaron con todo tipo de objetos que el faraón pudiera necesitar en el otro mundo. Se necesitaron cincuenta días para vaciar el contenido de la antecámara.

En la antecámara se avisaba de la maldición, muchos cuentan que Howard Carter encontró en la un ostracon de arcilla cuya inscripción decía: «La muerte golpeará con su bieldo a aquel que turbe el reposo del faraón».

Con la certeza de que se trataba simplemente de una artimaña para ahuyentar a los saqueadores de tumbas  y después de catalogar todos los tesoros de las cámaras anteriores, Carter llegó a la cámara real donde descansaba el sarcófago del faraón desde hacía tres mil años.

Comienza la maldición

En marzo de 1923, cuatro meses después de abrir la tumba, Lord Carnarvon fue picado por un mosquito y poco después se cortó la picadura mientras se afeitaba. Enfermó rápidamente y aunque los médicos pudieron detenerle la infección que había empezado a extenderse por el cuerpo, una neumonía atacó mortalmente a Lord Carnarvon, que murió la noche del 4 de abril. A  la misma hora de la muerte, el perro de Lord Carnarvon aulló y cayó fulminado en Londres. Además, cuando Lord Carnarvon murió, en el Cairo hubo un gran apagón que dejo a oscuras la ciudad.

A la muerte de Lord Carnarvon siguieron muchas más. Su hermano Audrey Herbert, que estuvo presente en la apertura de la cámara real, murió misteriosamente en cuanto volvió a Londres.

Arthur Mace, el hombre que dio el último golpe al muro, para entrar en la cámara real, murió en El Cairo poco después, sin ninguna explicación médica.

Sir Douglas Reid, que radiografió la momia de Tutankhamón, enfermó y volvió a Suiza donde murió dos meses después.

La secretaria de Carter murió de un ataque al corazón, cuando su padre se enteró de la noticia (también había estado en la Tumba) falleció al lanzarse de un séptimo piso.

Un profesor canadiense, amigo de Carter recorrió la tumba días después del hallazgo, cuando regresó al hotel en el Cairo murió de un ataque cerebral.

Al proceder a la autopsia de la momia se encontró que justo donde el mosquito había picado a Lord Carnarvon, Tutankhamón tenía una herida. Este hecho disparó la imaginación de los periodistas, que incluso dieron por muertos a los participantes en la autopsia. En realidad, excepto el radiólogo, los demás miembros del equipo vivieron durante años sin problemas, incluido el médico principal. El mismo descubridor de la tumba, Howard Carter, murió por causas naturales muchos años después.

En 1935 la cifra total de muertos relacionados con Tutankhamón sumaba veintiuno y varios recopiladores de sucesos la elevaron hasta treinta. A esto se debe añadir los sucesos posteriores ocurridos en la década de los años sesenta, consiguiendo que la maldición de Tutankhamón volviera a ser titular en los periódicos.

Mohammed Ibrahim, en esa época director egipcio de antigüedades, intentó impedir que varias reliquias halladas en la tumba fueran a París. Había sufrido una serie de pesadillas que anunciaban su muerte si las dejaba salir de Egipto. El gobierno le obligó a aprobar el traslado y ese mismo día murió atropellado.

El doctor Ezze-din Taha, de la Universidad de El Cairo, descubrió que varios arqueólogos y personas que trabajaban con restos antiguos solían padecer infecciones en la vías respiratorias debidas a la existencia de diversos hongos. En 1962 expuso que la famosa maldición podría tener origen en estos peligrosos hongos. Al salir de la conferencia cogió su coche y en la larga carretera de El Cairo a Suez chocó frontalmente contra otro coche. La autopsia demostró que su muerte se debió a un fallo cardiaco ocurrido pocos segundos antes del accidente.

Durante la década de los 70 la maldición continuó. En 1972 el director del Departamento de Antigüedades egipcio, Gamal ed-Din Mehrez, sucesor de Ibrahim, afirmó a Philipp Vandenberg que no creía en la maldición. Gamal murió la noche siguiente a la supervisión del empaquetado de los objetos destinados a la exposición que se iba a celebrar en Londres.

Los miembros de la tripulación del avión que efectuó el traslado a la capital británica se vieron también alcanzados por la maldición. El teniente Rick Laurie murió en 1976 de un infarto. Su esposa enloqueció y contaba a todo el mundo que su marido murió por culpa de la maldición.

El ingeniero de vuelo Ken Parkinson sufrió seis infartos y murió en 1978.

El oficial Ian Lansdown confesó haberse burlado de la maldición dando una patada al cofre que transportaba la máscara. Se fracturó esa misma pierna al romperse una escalera de hierro y su curación se complicó hasta que pasados seis meses pudo volver a andar.

La casa del teniente Jim Webb se incendió mientras pilotaba el avión hacia Londres. Y Brian Rounsfall que se burló junto con Ian de la maldición dedicándose a jugar a las cartas sobre la caja que contenía el sarcófago, sufrió dos infartos el año siguiente.

La lista continuó de nuevo en los años ochenta destacando la filmación de la película ‘La Maldición del Rey Tut’ en donde se usaron objetos pertenecientes a Tutankhamón. El protagonista, Ian McShane, cayó con su coche por un acantilado el primer día de grabación rompiéndose la pierna por diez sitios.

La explicación más común a la maldición de los faraones es que fue una creación de la prensa sensacionalista de la época, unida a una increíble oleada de casualidades que asombrarían hasta al más escéptico.