La malla de la calle.

Publicado el 17 agosto 2019 por Regina

Imagino a un grupo de jóvenes entusiasmados con la hendija que deja a su red callejera subsumida en los Joven Club de Computación. Imagino que por salvar lo que se pueda de su querida Snet, aportan soluciones, tecnología, conocimientos. Luego vendrá la vida, y los decretos del MinCom que regulan la congestión del espacio radioeléctrico (no puedo evitar el símil con aquellos aviones chocando entre sí como la mejor respuesta de un funcionario ante el manifiesto deseo de viajar de un grupo de estudiantes, hace años).
Imagino también a otro grupo frustrado, entristecido; más certeros, pero purgando en silencio el deceso de la red que ayudaron a crear y les permitió vivir en el espacio de sus juegos favoritos, ese grupo que sabe que este es el fin de Snet como la conocieron. El fin de Snet en definitiva, pues de ella no quedará ni el nombre.
Imagino otro grupo que ha sido sucesivamente acosejado, denostado, intimidado y amenazado -escoja usted-, por pronunciarse abiertamente en contra de las resoluciones que condenan a muerte la malla de la calle.
Imagino que en algún centro de monitoreo ideológico, ya habían percibido y alertado del nihilismo atópico que se observa en una parte preocupante de la juventud, y cerrar ese espacio de libertad y evasión q supone Snet es contemplado como parte de las medidas necesarias para acabar con esta desviación del hombre -y la mujer, que hay que usar la corrección- nuevos.
Imagino más; imagino a algún especialista alertando del peligro de lanzar a cientos de jóvenes a purgar su tiempo libre en la vida real, con todos los significantes que eso pueda tener.
Imagino que esto iba a ser “una decisión tomada”, y si aparecieron alternativas, no fue por la comprensión temprana de los decisores, sino por la oleada de opiniones en las redes sociales y la percepción de que el cierre drástico de la Snet le enajenaría automáticamente al gobierno la simpatía de cientos de jóvenes. Tampoco es que esos cientos en pleno se sientan muy comprometidos con el proyecto gubernamental, pero entre juegos, programación, manga y otros entretenimientos, ellos estaban en otra parte.
Imagino a Marco Velázquez Cristo, escribiendo el artículo publicado en PostCuba.cucu, imaginando a su vez cómo aprovechar el mejunje habitual de las redes sociales, donde a los usuarios de Snet se sumaron propios, ajenos, serenos, revoltosos, provocadores y troles, para escribir un texto “profiláctico”.
No son ligeras acusaciones para los jóvenes organizadores movidos por el deseo de no ver morir su proyecto. No habrá pruebas de que fue un montaje desde Miami, tampoco podremos encontrar la lógica de por qué los que lucraban a la vera de Snet, prefirieron mansamente dar la cara a buscar variantes para su enriquecimiento. Es sabido que si la disciplina de la red era violada, el infractor iba expulsado, eso también lo debe saber el autor del texto, pero prefiere centrarse en lo que provoca una reacción, ya sea de rechazo o de prudencia: lucro, ilegalidad, oportunismo, contrarrevolución.
Ese es el objetivo. A esos jóvenes de Snet se les ha dado una contundente respuesta y se ha mandado un claro mensaje a la ciudadanía: no permitiremos. El gobierno con su presidente no lo deja a la imaginación: Somos Continuidad.