• Muertos en sus delitos y pecados (Ef 2.1). La muerte espiritual vino a todas las generaciones a través del “primer Adán” (Ro 5.12); la vida espiritual existe solamente por medio de Jesús, el “último Adán” (1 Co 15.45 TLA).
• Incapaces de comprender (1 Co 2.14). Quienes están muertos espiritualmente, no pueden entender las cosas de Dios pues carecen del Espíritu Santo.
• Extraños a la familia de Dios (Jn 1.12) Espiritualmente, solo hay dos familias en el mundo: la de Dios y la de Satanás (Jn 8.44). La persona nace en la familia de Dios —o “nace de nuevo”— cuando pone su fe en el sacrificio de Cristo, y lo recibe a Él como Salvador.
• Hijos de ira (Ef 2.3). Los incrédulos, aunque sean buenos y amorosos, están bajo condenación. Se debe una deuda por el pecado (Ro 6.23), y ésta no puede pagarse con ningún acto de servicio. Jesús la pagó por nosotros, y solo confiando en su sacrificio expiatorio podemos escapar de la ira de Dios.
Los incrédulos están en grave peligro, pero la mayoría no se da cuenta. La buena noticia es que la oferta de Dios de salvación por medio de Cristo sigue estando disponible. ¿Ha buscado usted aferrarse a la mano de su Salvador? Si su respuesta es sí, ¿está dirigiendo la atención de otros hacia Aquel que quiere salvarlos?
(En Contacto)