Los Rothschild son conocidos como una de los más grandes dinastías bancarias europeas, cuyo origen se remonta al siglo XVIII. Amasaron la mayor fortuna privada de la historia moderna. La familia no es conocida precisamente por nada que tenga que ver con miseria, ruina o decadencia.
Sin embargo, tan sólo a 5 millas de Notre-Dame, más allá del verde césped del parque Edmond de Rothschild, lo que se levanta desafiante detrás de una gruesa pared de arbustos y zarzas es la figura fantasmal de la mansión abandonada de los Rothschild.
La mansión de estilo neo Luis XIV permanece abandonada desde la Segunda Guerra Mundial, cuando la familia Rothschild huyó a Inglaterra ante la inminente llegada de los alemanes. La mansión fue ocupada y saqueada por los nazis durante los cuatro años de ocupación nazi de París. Tras la liberación de la ciudad, de nuevo la casa Rothschild fue ocupada y habitada, en esta ocasión por miembros del ejército de Estados Unidos, lo cual tampoco hizo ningún favor a la residencia. Los Rothschild nunca regresaron a su casa y durante décadas se ha ido deteriorando, convirtiéndose en un lugar perfecto para artistas y vándalos del graffiti.
La mansión o castillo ahora abandonado fue comprado por James Mayer de Rothschild en 1817, uno de los hombres más ricos del mundo en ese momento y el banquero más poderoso de Francia. Jugó un papel muy importante en hacer de Francia una potencia industrial tras las guerras napoleónicas. Se estima que su fortuna personal (sin incluir la de su familia) habría sido de al menos cinco veces la fortuna acumulada por Bill Gates.
Sin duda una gran casa que reflejaba el poder y la fortuna de los Rothschild que contaba con un regio jardín Inglés con cascadas y pintorescos y bellos frescos interiores de Eugène Lami. Durante ocho años James y su esposa Betty organizaron las fiestas más lujosas de la época entre estas paredes.
Era uno de los principales mecenas de la época y en su lista de invitados incluyó regularmente a personajes como Rossini, Chopin, Balzac o Delacroix y a todo el que era alguien en el mundo financiero, empresarial y político de Francia. Chopin incluso dedicó su Vals Op. 64, N ° 2 en do sostenido menor a la hija de los Rothschild, Charlotte.
Entre el tintineo de copas de champán, las risas y la música sonando por los pasillos, habría sido inimaginable pensar que el Chateau de Rothschild estaría condenado a sufrir los daños y el abandono que lo ha dejado en el lamentable estado en que se encuentra hoy en día.
Como si fuera el presagio de lo que sellaría su destino, Jules Mansart se inspiró para diseñar la casa Rothschild en el castillo de Clagny, una casa de campo francesa del siglo XVII al noreste del palacio de Versalles, que también fue abandonada, descuidada y, en consecuencia, demolida menos de un siglo después de su construcción.
El castillo de Rothschild se salvó de correr un destino similar en 1951, tras ser declarado monumento histórico. En 1979 James Mayer de Rothschild vendió el castillo por el precio simbólico de 1 franco a la ciudad de París, que inmediatamente lo vendió a un rico comprador de Arabia Saudita por 50 millones de francos (cerca de 7 millones de euros de hoy ). Más de treinta años después, bajo la misma propiedad, la casa se encuentra todavía en ruinas. Las obras de restauración se estiman en 30 millones de euros.
Mientras tanto, el parque llamado así por el Barón Edmond de Rothschild, permanece abierto al público, pudiendo hacer un picnic en el césped con un asiento en primera fila frente a esta espectacular mansión abandonada. Ciertamente, no hay visitas guiadas en este histórico monumento de París. El castillo de Rothschild está cerrado a los visitantes de forma indefinida.
¿Dónde se encuentra el castillo Rothschild en París?
Puede encontrar la entrada al parque Edmond de Rothschild en Rue des Victories 3, Boulogne-Billancourt (Hauts de Seine, muy cerca de la entrada sudeste de Bois de Boulogne) Tel: 01 55 18 66 80, Página Web aquí .
Pero debo aclarar una vez más, que el propio castillo no está abierto a los visitantes, a pesar de que los grafiti sugieren lo contrario.
Fotografías de Edouard Bergé.
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