«-Imaginad a una persona [...] que no tenía valor para rechazarse; y entonces necesitó de un acto que hiciera que los otros la rechazasen, y que ella ya no pudiese vivir más consigo misma».
Imaginad a un hombre que vuelve a nacer. Cuyo acto criminal lo convierte en una página en blanco. Imaginad la potestad de llenar ese papel con una versión original. Que no se parezca a ninguna otra. Que no imite a nadie. Imaginad olvidar por un instante que «toda historia de una persona es la historia de su fracaso».
Imaginad el silencio y su poder. El terror de recuperar las palabras. La imprecisión que suponen estas. Lo que deja de ser en cuanto es nombrado y pronunciado.
Imaginad a dos mujeres. Una con miedo a morir y otra con miedo a vivir. Imaginad rendirse al miedo, no como claudicación sino como acto de valentía, como tabla de salvación. Imaginad instalarse en la renuncia. Vivir el futuro en el tiempo pasado.
Imaginad el encuentro de ese hombre con esas mujeres. El poder de la sumisión. El reconocimiento y la extrañeza porque «siempre sucede así, cuando nos revelamos, los otros empiezan a desconocernos».
Imaginad esos momentos de gran verdad que son abismos. Porque la verdad es ese espejo en cuyo reflejo nadie nos reconoce porque no nos conoce. Porque la verdad es ese espejo que devuelve ese reflejo nuestro en el que los otros se conocen pero no se quieren reconocer.
Imaginad la deconstrucción y la posterior construcción. Existir en la deconstrucción y perderse en la construcción. Ser uno para volver al todo porque ese uno que aspira a diferenciarse del todo se difumina con su escisión.
Imaginad un libro denso. Con frases claras y diáfanas en construcción pero que una vez que uno se interna en su edificio descubre que esconden todo un circuito de pasadizos secretos armados sobre diálogos internos y externos y guiados por la sencillez de la casi oculta trama. Imaginad entrar con cautela. Con los cinco sentido puestos y reforzando nuestros pasos para no sucumbir a la desorientación. Imaginad no querer salir, como si hubiéramos sido presas de un encantamiento. Aunque a menudo demos vueltas en círculo. Aunque de repente un descubrimiento nos deje temblando. Aunque una corriente nos arrastre. O precisamente por ello.
Imaginad a una lectora impotente. Ante una pantalla en blanco pero sin palabras con las que llenarla. A la que solo le resta imaginar una reseña y hacérosla imaginar. Que se siente «como si [...], tendiendo la mano en la oscuridad y cogiendo una manzana, [...] reconociese en sus dedos tan deformados por el amor una manzana» y «ya no pregunta[...] el nombre de las cosas. Le basta[...] con reconocerlas en la oscuridad. Y con alegrarse torpemente».
Imaginad a una autora que pareciera no temer la página en blanco cuando tal vez la haya temido más que nadie. Una escritora que una vez declaró: «Hay un gran silencio dentro de mí. Y ese silencio fue fuente de mis palabras». Imaginad que sus palabras son espejos de nuestros silencios. Imaginad que se pasó la vida en busca de su identidad y de un sentimiento de pertenencia, «en busca de la cosa en sí». Imaginad que, tras la escritura y publicación de esta novela, alguien le pregunta cuál de sus dos mujeres es más ella. Que ella se decantara por una por frágil y miedosa. Que rechazara a la otra por prepotente. Que terminara por concluir que ella era el hombre.*
Imaginad a Clarice como si fuese una manzana en la oscuridad. A la que no hace falta nombrar. A la que solo hay que palpar (y leerla) para saberla.
«¿Estás preparado para saber que, vistas de cerca, las cosas no tienen forma, y que, vistas de lejos, las cosas no se ven? ¿Y que para cada cosa solo hay un momento? ¿Y que no es fácil vivir solo del recuerdo de un instante?»
«Porque la esperanza asusta».
«¿Eres consciente de que de ahora en adelante, vayas a donde vayas, serás perseguido por la esperanza?»
«Después de todo una persona se mide por su hambre, no existe otra manera de calcularse».
«Porque yo, hijo mío, yo solo tengo hambre. Y esa manera insegura de coger en la oscuridad una manzana, sin que se caiga».
Fazenda em Santana do Livramento. Fotografía de Eduardo Aigner
*Las citas e información de este párrafo las he tomado de la biografía literaria de Clarice Lispector escrita por Nádia Battella Gotlib (Clarice: Una vida que se cuenta. Adriana Hidalgo editora, 2007).
Ficha del libro:
Título: La manzana en la oscuridad
Autora: Clarice Lispector
Traductora: Elena Losada
Editorial: Siruela
Año de publicación: 2019
Nª de páginas: 320
ISBN: 978-84-16208-28-9
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