Hace tres días que se cumplieron cuatro años de la quiebra de Lehman Brothers. El estallido de la burbuja abrió la caja de Pandora y todos los males salieron a la luz. Sus tentáculos y malas prácticas habían alcanzado a la vetusta Europa ya que jugar al máximo riesgo en el gran casino de los mercados financieros se había convertido en práctica habitual, aunque sólo unos pocos conocieran las verdaderas tripas de ese cuerpo que parecía tan saludable, pero cada vez estaba más enfermo por dentro. Europa fue pillada a contrapié por el maremoto procedente del Atlántico, planteándose aún su papel en un mundo ya definitivamente globalizado, cansado también, con una población envejecida frente a una dinámica América y una hacendosa Asia que pugnaban por ser los amos del mundo. Ahora, cuatro años más tarde, la lucha ya no es por el liderazgo, simplemente es para sobrevivir, pero ¿a costa de qué y de quién? La realidad, la misma que impide hacer lo importante en lugar de lo urgente, se ofrece cruda: a costa de los ciudadanos.