La masonería española en el debate social del siglo XIX

Publicado el 20 mayo 2015 por Habitalia
Los primeros intentos de progreso y modernización de la sociedad española del siglo XIX, constituirían un proceso amplio, complejo y no exento de tensiones a la hora de fraguar el cambio de mentalidad en la conciencia de la sociedad.
Por María Perales

Según el hispanista R. Carr, buena parte de la historia española contemporánea se explica debido a las tensiones causadas por la imposición de instituciones liberales "avanzadas" sobre una sociedad conservadora "atrasada".

En el primer tercio del siglo XIX, el protagonismo lo ocuparía la lucha entre el absolutismo y el liberalismo como sistemas políticos en conflicto, resuelto a favor de este último en la guerra carlista. Un segundo impulso en el desarrollo del liberalismo, vendrá de la mano de la revolución de 1868, proclamado en la Constitución de 1869, al reconocerse la soberanía nacional sin restricciones, el sufragio universal masculino, la libertad de cultos y el desarrollo de los derechos individuales. Resulta evidente, el impulso democrático y la carga intelectual que tuvo la Revolución de 1868, donde un sector de élites dirigentes cuya impronta, bien por su acción de gobierno o por su discurso, definió el transcurrir de los primeros tiempos en la nueva situación política. La encrucijada de los principios krausistas y el ideario demócrata fueron el caldo de cultivo del que surgió la Revolución Gloriosa o Septembrina. Sin embargo, un cúmulo de dificultades trabaron la evolución de la nueva realidad política. Dificultades estructurales como el subdesarrollo económico, la escasa cohesión social, el atraso cultural, la debilidad en el proceso de construcción de la ciudadanía y la posición de determinados sectores de la élite política hicieron que la praxis fuera muy distinta a los principios teóricos que informaron esta época.

Pero la revolución del sesenta y ocho no había sido estéril y a pesar de todas las dificultades, en España se experimentó toda una revolución de las conciencias de manera que, la vida política acabaría cristalizando en diferentes corrientes de pensamiento difundidas desde las cátedras, desde los diferentes espacios de asociación, ateneos, tertulia, prensa, quedando patente la importancia del movimiento intelectual que abandonando su tradicional papel de bohemio comenzará actuar como verdadero mediador entre las élites políticas y las sociedad de su tiempo.

Durante las últimas décadas de la centuria, la masonería en general y el Gran Oriente Español en particular desde un proceso de individualización del masón buscará penetrar en el corazón del sistema restauracionista para, desde sus instituciones, participar muy activamente en los aspectos de mayor calado y preocupación de la época: la educación; la "cuestión social" y la defensa de los derechos humanos.

En el terreno de la educación, es de todo punto conocida la participación activa que tuvieron renombrados miembros de la Orden: Sanz del Río, Luis Simarro, Gurmersindo Azcárate o Miguel Morayta entre otros, en la Institución Libre de Enseñanza, un modelo de enseñanza racionalista y secularizada que, ante todo, buscaba fomentar en el alumno la curiosidad por el saber y el espíritu crítico. Reforma pedagógica que, hemos de señalar, estuvo en la base del denominado "espíritu institucionalista" un estilo de vida y de pensamiento absolutamente renovador. Además de la participación de los miembros de la Orden en la I.L.E., en la década de los ochenta en Barcelona se creaba la Sociedad de Amigos de Enseñanza Laica para coordinar las actividades de nueve escuelas creadas por logias catalanas de las trece existentes en la ciudad. Mención especial cabe hacer de la tarea en este terreno de Francisco Ferrer i Guardia, creador de la Escuela Moderna y de La Liga Internacional para la educación racional de la Infancia en 1908, o de las aportaciones de masones como Blasco Ibáñez o Rosendo Arús que además de colaborar con el sostenimiento de diversas escuelas participaron desde la iniciativa privada en la creación de bibliotecas públicas especialmente destinadas a la formación en la clase obrera.

Otra de las preocupaciones de la España del momento fue, la irrupción de un proletariado industrial que traería consigo consecuencias intelectuales extraordinarias. En 1883, se creaba en España la Comisión de Reformas Sociales con la intención de armonizar las relaciones entre capital y trabajo. Un proyecto que a principio del siglo XX, cristalizaría en el Instituto de Reformas Sociales desde donde se abarcaron los principales proyectos de legislación laboral. Son muchos los historiadores que han visto en los principios ideológicos de la C.R.S la influencia del krausismo, filosofía introducida en España por Giner de los Ríos durante la segunda mitad del s. XIX, que se mueve en torno a la búsqueda de la armonía social y cuyo ideólogo, el masón alemán K. Krause se inspiró en los principios de la Hermandad. Si bien no pretendemos atribuir a la Orden Masónica la iniciativa de creación de la C.R.S, cabe señalar que, tanto su Presidente y Fundador Segismundo Moret como el Secretario Permanente Gumersindo Azcárate y varios de los miembros de la Comisión, eran masones.

Por último, no podemos obviar la orientación tomada por la Masonería en la defensa activa de los derechos humanos. No fueron pocas las logias en España que se manifestaron en contra de la abolición de la pena de muerte y de la reforma penitenciaria. Además de la circular emitida por el Boletín del el G.O.E. en el que reclamaba sobre estos temas una "evolución progresiva de la sociedad", logias como Fraternidad de la Coruña; Federación y Comuneros de Madrid o Constante Alona de Alicante mostraros su repulsa hacia la pena de muerte por considerarla contraria a la moral. El pacifismo y la política de la paz, fueron igualmente estudiados en el seno de las logias españolas, participando muy activamente en el Congreso Internacional de Librepensamiento celebrado en Bruselas en 1895 o respaldando iniciativas como la Conferencia de Paz de la Haya de 1899.

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