Se acerca el día de los santos inocentes, el 28 del presente mes y aprovecho para comentar uno de los cuadros que narra uno de los episodios de la historia del arte que más se ha difundido.
Corresponde al pasaje de Mateo 2,13-18. Pasaje que la crítica histórica ha debido rechazar. "El carácter legendario de la supuesta matanza de todos los niños pequeños de Belén y sus alrededores es tan evidente que no merece la pena dedicar muchas palabras a este tema. Flavio Josefo, que consigna todas las perversidades de Herodes, nada nos dice sobre este asunto. Todas las demás fuentes guardan absoluto silencio (G.Widengren). Sin embargo, debido a su patetismo, la escena de la matanza de los inocentes es tema frecuente en la iconografía medieval, asociado a los demás episodios del nacimiento de Jesús. Pero éste permite interpretaciones movidas y estremecedoras, como los esbirros con los niños agarrados por una mano y sostenidos en vilo como si fueran bestias, mientras blanden la espada con la otra, en las pinturas románicas de San Isidoro de León. En otras ocasiones, el cuerpo de alguno de los inocentes está ensartado en lo alto de una pica (catedral de León).
En cuanto a los valores técnicos de esta pintura en primer lugar decir que se trata de un óleo sobre lienzo (2,68x1.70m.). Las figuras que aparecen son las madres protegiendo a los infantes de los despiadados asesinos. Una arquitectura renacentistas y dos ángeles entre nubarrones que dejan caer las palmas, atributo común de los mártires.
Esta tela vale todavía hoy como arquetipo del clasicismo pictórico que cultivará poco después Poussin. Todo es intencionadamente perfecto y agudamente deliberado; y, sin embargo, alienta en el cuadro una poesía conmovedora y dramática de la que no cabe sustraerse. Se observa una gran influencia de Rafael.
La fecha de la pintura data de 1611 y como bien sabemos su autor es Guido Reni (Bolonia 1575-1642). Pintor italiano, formado en el taller de Calvaert, y luego en la academia de los Carracci, repartió su actividad entre Bolonia y Roma, donde rivalizó abiertamente con Caravaggio (Crucifixión de San Pedro, 1603, Vaticano), pero pronto asumió la tradición de Rafael y del Caballero de Arpino; San Andrés yendo al suplicio "(1608-1609, Roma San Gregorio Magno), decoración de la capilla Paulina en el Quirinal (1610, Roma). Impone, con rápido éxito, un estilo elegante a la vez abstracto y sensual. Con el tiempo, su pincelada se torna más ligera las tonalidades más plateadas, y conducen a la libertad de las últimas figuras (La joven de la corona, Roma, Museo del Capitolio). A veces, la inspiración religiosa de Reni cae en una dulzura sosa (Ecce Homo, Louvre), la que justo salva su fluido colorido y la delicadeza de ejecución (o el Bautismo de Cristo, 1623, Viena) que creó su inmensa fama y después lo desacreditó por mucho tiempo. Por el contrario, sus escenas mitológicas, Louvre, etc.) tienen un gran vigor y justifican la actual rehabilitación (Exposición de Bolonia, 1954).