¿A quién no le ha llamado la atención las caras felices e inocentes de los niños estas Navidades? ¿Quién no recuerda esa sensación en su infancia?
Eso es ilusión, por lo menos la ilusión de la que quiero hablar hoy y, por la que esta palabra se merece estar en mi diccionario de la maternidad.
Recuerdo de niña la llegada de las Navidades con gran ilusión, vacaciones, regalos, y esa noche tan, tan especial esperando la llegada de los Reyes Magos para que nos trajeran los regalos que tanto habíamos deseado. Una época mágica, las ciudades llenas de luces, un ambiente feliz y lleno de ilusiones.
A medida que crecía, esos recuerdos quedaban en eso, en simples recuerdos, porque aunque siempre me ha ilusionado la Navidad, éstas dejaron de tener esa magia especial que le caracterizaba. Las Navidades se convirtieron en vacaciones, fiestas y regalos.
Desde que soy madre, todos esos recuerdos de infancia han ido aflorando. Pero este año, sobretodo, he revivido toda la ilusión gracias a mi hijo. Ver su cara de felicidad con los adornos navideños, el ambiente festivo y familiar, la cabalgata de los Reyes y abrir los regalos. Aunque es todavía pequeño, sus ojos se llenaban de felicidad y los míos más aún de verle así.
La ilusión de estas fiestas ha vuelto a casa y todo gracias a mi hijo, si ya eran bonitas estas fechas, a partir de ahora lo son mucho más. Revivir la inocencia y felicidad a través de los niños, recuperar la gran ilusión que hace despertarse una mañana y ver que los Reyes Magos han venido y nos han traído regalos.
La labor que tengo es crear todos estos recuerdos para que el día de mañana él también recuerde las Navidades con gran ilusión y felicidad.