Paciencia es mi palabra elegida para dar comienzo a esta gran iniciativa de Trimadre a los treinta.
Antes de ser madre, no era especialmente paciente con muchas cosas, enseguida me daba por vencida y mis nervios o mala leche salían a la luz.
Durante el embarazo, a veces, pensaba cómo aguantaría los lloros y demás situaciones de estrés que se me plantearían en la maternidad, sabiendo que mi paciencia tenía unos límites muy claros.
Desde que nació mi hijo, y tras pasar unos días de recuperación, salió una parte de mí desconocida hasta entonces. De alguna manera que no entendia, lograba ser paciente y aguantar cualquier cosa.
Lograba hacer varias cosas a la vez, tener un recién nacido berreando en mi oreja, cambiar pañales desbordados hasta el cuello, dormir prácticamente nada, y un largo etcétera.
Como estos ejemplos, hay muchos más, el día a día es una carrera de obstáculos que hay que ir esquivando, y gracias a esta nueva yo que he descubierto ser, lo estoy logrando sin perder los nervios o la cabeza.
¿Y por qué? Porque soy mamá, porque mi hijo necesita que alguien cuide de él y sea fuerte y aguante sus rabietillas y le enseñe a ser paciente, porque por él seré todo lo paciente que haga falta, porque él se merece una sonrisa siempre, porque él siempre me hace sonreir.
Ser paciente con él me hace disfrutar más de la maternidad, él es un niño, no es consciente de si actúa correctamente o no, las cosas que hace no las hace para fastidiar y, por supuesto, tampoco tiene la culpa de las otras cien mil cosas que la vida te hace hacer, como trabajar para llevar comida a la mesa, limpiar la casa, etc… por lo que, aunque me toque ir corriendo a todos lados, y la vida sea un pelín estresante, la disfruto y, sobretodo, la disfruto con él.