La matute

Publicado el 07 mayo 2011 por Anarod

El miércoles día 27 de abril debería haber estado en Alcalá, en la entrega del Premio Cervantes a Ana María Matute, pero no pudo ser.

El jueves leo interesantes crónicas sobre lo su cedido y las reacciones suscitadas.

Aquí os dejo una parte de la mía: un texto escrito para el Libro-Homenaje publicado con dicho motivo, lo que no es un escaparate menor (todo sea dicho). Tenía muchas ganas de poner los puntos sobre algunas íes novelísticas (explicaba y hacía leer a la Matute en mis clases de Novela del XX), pero tuve la suficiente paciencia (o vagancia) para esperar la ocasión propicia: el Catálogo oficial que acompaña al evento, y que ( extractado) empieza así:

Cada vez que por motivos varios me pongo a pensar y evocar la trayectoria literaria de Ana María Matute -así como la fortuna de que ha gozado el conjunto de su vasta y plural obra-, casi siempre me invade la misma sensación, que me atrevo a calificar de una especie de desajuste en su relación con el tiempo y que parece haberla perseguido hasta ayer mismo, hasta la propia concesión del Premio Cervantes 2010.

Hay datos y razones de distinta índole que explican el hecho, pero voy a limitarme a la experiencia personal y a lo que conozco. Cuando un estudiante de filología o de literatura, o simplemente un lector inquieto y cuidadoso, que desee o necesite orientarse sobre el panorama de la narrativa española de la segunda mitad del siglo XX, acude a las monografías y estudios sobre la materiasaldrá más bien desorientado -si no disuadido- en el caso de Ana MaríaMatute, ya que , por lo general -y salvo escasísimas excepciones-, lo que allí se le cuenta sobre la escritora no resulta estimulante o atractivo, no despertará de inmediato la curiosidad o el interés por lanzarse a descubrir sus novelas y sus cuentos. Puede suceder incluso que ni se la mencione. Veamos algunas muestras -seleccionadas en razón de su representatividad, es decir, de lo mucho que circulaban y se citaban estos estudios- de lo escrito y publicado en fechas tempranas y decisivas, en las cuales sin embargo ya habían aparecido obras tan rotundas y excepcionales como de indiscutible calidad literaria.

Gonzalo Sobejano es realmente desafortunado con su interpretación, lo que aún choca más si consideramos la valía y altura intelectual no sólo del libro citado sino de la casi totalidad de los trabajos de este profesor. Acogiéndose a las descalificaciones previas de Juan Luis Alborg y Eugenio de Nora, Sobejano no duda en señalar defectos de toda índole en las obras de Ana María Matute, en las que siempre aprecia un mensaje que "no es dudoso: el odio arruina familias y pueblos, y sólo el amor a los otros y la proyección activa de este amor puede salvar de la ruina moral [...]. Pero cuando se trata de iluminar esta verdad en términos especificadotes, persuasivos e interesantes, la autora retrocede y no sabe emitir idea alguna que rebase el tópico". La mayoría de los personajes le parecen "invalidados por una maldad excesiva", y en ocasiones percibe una ingenua pedantería., y siempre la irremisible "tendencia de esta escritora a la , rasgo que a él le parece defecto, en contraste por ejemplo con el modo en que Carmen Martín Gaite se pronuncia sobre las jóvenes noveleras de su generación. Ahora bien, donde más se detiene Sobejano es en "las excreciencias retóricas", entre las que enumera "la adjetivación enfático-crispante, los sintagmas reiterativo-improgresivos, las imágenes desencajadas y, en general, de un lenguaje que aparenta ser más de lo que es", así como "el derroche de hipérboles" y un lenguaje "a menudo, impreciso".

Por su parte, Santos Sanz Villanueva no le va muy a la zaga. Para empezar, la obra de Ana María Matute debe de parecerle inclasificable -tanto como la de Ignacio Aldecoa y Juan Benet- pues en su estudiola incluye en el grupo "Otros autores", los cuales, salvo los dos citados, nada tienen que ver con nuestra escritora, ni por afinidades literarias o estéticas ni por filiación generacional. Sanz Villanueva admite sin ambages "los viejos fallos que han señalado varios de los estudiosos de la novela reciente sin paliativos" y caracteriza así la trayectoria de Ana María Matute: "va de un desbordamiento de la fantasía a una inserción de sus temas en un marco más actual. Es decir, desde una imaginería novelesca hasta una colocación de esa imaginación en un terreno más próximo, el de la sociedad de su tiempo. Pero no evolución progresiva, sino oscilante, pues cuando la autora parece querer encontrar un terreno más firme entroncando sus temas en una situación concreta, en una historia y una geografía más real, alejando su natural tendencia a lo novelesco (fenómeno que se inicia con En esta tierra y que parece confirmarse con el comienzo de Los mercaderes), da un giro hacia lo fantástico y nebuloso en la reciente La torre vigía ". Y tras citar a Sobejano y Nora en lo referente a los reparos de tipo lingüístico, continúa así Sanz Villanueva: "Ana María Matute no ha sabido tampoco desprenderse de paisajes y localizaciones brumosas, exóticas y alejadas -fantásticas, en una palabra-, de la creación de un simbología a veces rígida y poco operativa y de la invención de personajes poco convincentes o convencionales. Persiste, sin embargo, la creación a través de sus novelas de unos motivos más o menos constantes que hubieran podido darle a su obra una homogeneidad de la que carecen muchas obras novelescas actuales: el mundo de los niños y de los jóvenes y el tema con él relacionado del cainismo; el de la incomunicación humana; el de la búsqueda del paraíso imposible...". Debo señalar, eso sí, que en un recientísimo trabajoeste autor corrige notablemente su anterior valoración de la escritora, aunque sin mencionar aquella temprana -y durante tanto tiempo vigente- valoración.

¿Seguimos?

Os remitoal mencionado catálogo (que aún no he visto). Eso sí, retened este final:

Tuve la fortuna de estudiar en la Universidad de Barcelona y formarme con el profesor Antonio Vilanova quien tenía una muy distinta valoración de la obra de Ana María Matute, de la cual nos beneficiamos varias promociones de estudiantes, así como los lectores del semanario Destino, en cuyas páginas él ejercía la crítica literaria con regularidad; con algunas de aquellas colaboracioes redactaría -por desgracia, bastante más tarde que el resto de los autores mencionados- su fundamental y lúcido ensayo Novela y sociedad en la España de la postguerra cuyo capítulo XXIX dedica a nuestra escritora y titula "Ana María Matute: el mundo de la niñez durante la guerra civil o la corrupción de la inocencia". Algunos de aquellos lúcidos análisis son incontestables y afloraránn en estas páginas, sin duda deudoras del magisterio de Antonio Vilanova.