EL REPROCHE
No se molestaron en oír
los zumbidos de la mar
en mil orejas de puntillas
en comprender que la regla astillada
castigaba sus propias manos
en contemplar en las pizarras
niños de tiza
borrándose
DERECHOS HUMANOS
También sufrimos guerras
y prisioneros de guerra
pero siempre respetamos la Convención de Ginebra
y nunca crecieron
entre los gritos de la infancia
claveles demacrados
COMO A FEDERICO
Y ya me callo la boca
antes de que un maestro de escuela señale
el asta a media bandera de mi toro
y los dos banderilleros acojan
el poema definitivo.
David González. OJO DE BUEY, CUCHILLO y TIJERA. Autoedición, Gijón, 1993.
Nota: Pero no me callé.