El ansia de independencia de Catalanes, vascos y otros ciudadanos españoles es comprensible si se analiza lo que hoy representa la España que nos han "fabricado" los dos grandes partidos que se han turnado en el poder (PSOE y PP). Tiene sentido y es loable luchar por perder de vista a tipos como Zapatero, Rajoy, su turba de ministros ineptos y sus políticas abusivas e injustas. Pero lo que no tiene sentido es alejarse de la España degradada para entregarse a una clase política catalana que es mucho más corrupta, inepta, mentirosa e injusta. Es tan absurdo como salir de Guatemala para entrar en Guatepeor. ---
Al contemplar el monstruo público que nos fagocita, nos acribilla a impuestos y nos arrebata cada día nuevos derechos y conquistas, aferrandose a privilegios injustos que los políticos no se merecen, sin adelgazar el Estado monstruoso y plagado de enchufados que ellos han creado, conduciéndonos hacia la ruina y anteponiendo sus intereses al bien común, uno siente unas ganas irrefrenables de independizarse.
Desde esa óptica, cualquier demócrata español, indignado ante el asesinato diario de la democracia por parte de los políticos, entiende perfectamente el independentismo catalán y vasco y comprende también como están surgiendo fuerzas centrífugas nacionalistas en regiones que siempre fueron rabiosamente españolas, como Galicia, Valencia, Baleares y hasta en Asturias y Aragón.
Hemos pensado siempre que el culpable de la disgregación de España es el nacionalismo, pero hoy, en honor a la verdad, es necesario asumir que Zapatero y Rajoy han hecho mucho más por el independentismo en España que Sabino Arana, Arzallus, Companys, Jordi Pulol, Artur Mas y otros nacionalistas radicales.
El espectáculo injusto e inhumano diario de los desahucios provoca más independentismo y deserciones del sistema que la crisis económica y el nacionalismo en pleno. El balance que arrojan los partidos políticos españoles, en especial los dos grandes que se han turnado en el poder (PSOE y PP), es aterrador: bajo su dominio, España ha perdido su prestigio internacional, es ya uno de los grandes problemas de la comunidad mundial y ocupa puestos de liderazgo en casi todo lo deleznable: tráfico y consumo de drogas, educación de baja calidad, fracaso escolar, blanqueo de dinero, prostitución y trata de blancas, corrupción política e institucional, acogida a las mafias y bandas organizadas, record de coches oficiales para políticos, privilegios del poder, deterioro de la calidad de la democracia, avance de la pobreza, distancia entre ricos y pobres y un sinfín de canalladas, todas ellas propiciadas por un poder político que ha batido casi todos los records mundiales de ineficiencia, fracaso e injusticia.
Cualquier cosa es mejor para un español decente que pertenecer al mismo equipo en el que militan el PSOE y el PP, dos partidos que, durante las últimas tres décadas, han acumulado fechorías, tropelías y hasta delitos suficientes para ser proscritos y eliminados como instrumentos de la democracia. Han llenado el país de corrupción, han sucumbido a la avaricia, al ansia de poder y a la arrogancia, han asesinado la democracia y la han sustituido por una dictadura camuflada de partidos, han despilfarrado hasta la locura, han utilizado el Estado para sus propios intereses, hay miles de ellos que se han enriquecido en la política sin poder justificarlo, han utilizado las subvenciones para ganar votos y para aplastar al adversario, han comprado voluntades, silenciado medios de comunicación, manipulado la Justicia y saqueado las cajas de ahorros y parte del erario público sin que ninguno haya devuelto lo robado, ni pagado con la cárcel sus crímenes.
Cualquier cosa es mejor, incluso la lucha por la independencia, que seguir dominados por esa ralea clientelar, nepotista, asesina de valores, mentirosa y profundamente injusta.
Que nadie se escandalice ni se rasgue las vestiduras cuando contemplamos la disgregación y el independentismo en avance porque son reacciones justificadas por la injusticia básica del sistema y porque el ciudadano se ha cansado de someterse a una clase política impune, inmune y depredadora, a la que no le importa provocar desempleo y pobreza masivas siempre que ellos tengan suficiente dinero para seguir ejerciendo el poder.
Como consecuencia del creciente desprecio ciudadano a la casta, la abstención crece como la espuma, lo mismo que el voto en blanco, el voto nulo y la lucha contra la opresión política en las calles, las redes sociales e Internet. Pero al poder político español, indecente y acostumbrado a manipular y a suplantar la voluntad política ciudadana, no le importa. En Galicia, el PP se ha presentado como ganador victorioso y exultante, ocultando que esa victoria ha sido pírrica, perdiendo 150.000 votos con respecto a las elecciones anteriores y tras haber alcanzado el partido de la abstención y el desprecio a los políticos una victoria aplastante, por doble mayoría absoluta.
La España política, esa que cobra hoy los impuestos más altos de Europa a pesar de que los sueldos españoles son de los mas bajos, sin que esos impuestos se traduzcan en servidios dignos y eficientes, blindada ante la verdad y vacunada frente a la democracia, está preparada para seguir manteniendo el poder incluso si la inmensa mayoría de los ciudadanos le rechaza y deja de acudir a las urnas. Interpretarán el desprecio ciudadano como desidia y formarán gobiernos y oposiciones con menos de un tercio de los votos depositados, sin que se les caiga la cara de vergüenza. La degeneración en la que han caído se lo permite. Quien no lo crea que espere un poco porque muy pronto lo veremos plasmado en la realidad. Falta menos de una década para que el divorcio entre ciudadanos y gobernantes bata todos los records mundiales en España, pero no ocurrirá nada porque los Zapatero y los Rajoys seguirán gobernando "caiga quien caiga".