La mejor de las espectadoras en 'Sueño de una noche de verano'

Publicado el 13 diciembre 2019 por Apgrafic
Hipnotizada por la música de Mendelssohn y el movimiento de los bailarines, Andrea vivió su fiesta personal de los sentidos.

Me invitaron para ir a ver el ballet de Sueño de una noche de verano, así que le dije a mi madre para ir con Andrea, mi hermana con habilidades diferentes. Andrea es mi melliza y conozco sus predilección por la música clásica. Más que disfrutar de la obra, verla a ella disfrutar de este delirio shakesperiano que se sostiene sin palabras fue toda una experiencia. Atenta, los ojos muy abiertos, el cuerpo inclinado hacia adelante, las risas espontáneas, los besos en las manos como señal de agradecimiento. Y esos sonidos un tanto extraños pero con ritmo que tratan de seguir la música, que emite con la garganta ya que no puede expresarse con palabras, para manifestar su alegría y que hacen que la gente voltee desconcertada hacia nosotros. Entonces comienza el juego y todos nos miramos como si fuéramos de otro planeta. 

Practicar alguna disciplina artística nos puede producir efectos terapéuticos, pero según los entendidos la danza es el arte que más ayuda. Sobre todo a los niños o las personas con necesidades especiales que tienen difcultades para expresarse. El uso del cuerpo es fundamental para darle una mayor fluidez o generar nuevas estructuras a nuestro pensamiento, y así 'refrescar' nuestro estado de ánimo. Aunque Andrea difícilmente podría ponerse a bailar, sí que le gustó contemplar la epifanía de amor que se desarrolló sobre el escenario. Todo era tan bonito que yo también me sentía embriagado, relajado, como si estuviese disfrutando del espectáculo con una copa de vino en la mano. Y como tenía un ojo sobre el escenario y otro en mi hermana, mi placer era doble. Ya saben que las salidas al teatro, cine, concierto, etc. son solo una excusa para disfrutar de una compañía ideal. Y Andrea, para esta función en particular, hipnotizada por la música de Mendelssohn y el movimiento de los bailarines, viviendo su fiesta personal de los sentidos, era la mejor de las espectadoras. ¿Cuál habrá sido su escena favorita? 

Quizá cuando aparecieron como una veintena de hadas de todos los colores en ese momento vi como los ojos se le abrían como dos faros, interpretadas por niñas, sobre el escenario al momento de presentar al travieso del fauno, Puck, quien fue el más ovacionado al terminar la función. Ya saben que sin este cupido del bosque, con su flor en la mano, donde el encantamiento irracional del amor es ley, esta obra no sería posible. 

No veía así a Andrea desde que fuimos juntos también con nuestra madre, Nancy, a ver la película de Queen, que fue la sensación del año pasado. Un verdadero concierto de rock en la sala de cine donde revivimos canciones que hemos escuchado y bailado desde niños. Solo que ahora las guitarras eléctricas eran reemplazadas por los violines. Un orquesta sinfónica interpretaba en vivo, y la música clásica es la favorita de Andrea. Desde niños, cuando a veces me toca cuidarla, tengo por costumbre ponerle música clásica de fondo porque me encanta ver sus gestos, que expresan un mundo interior que se está echando a volar. "Pero, ¿dónde estás Andrea?", siempre le pregunto. La música es el arte más transversal, comunica primero emocionalmente, precede al entendimiento, llegando directo al alma. El oído, quizá el más desarrollado de nuestros sentidos, está despierto desde que estamos en el vientre materno, y es el que más rápido se activa al percibir los estímulos que se baten en el aire. Al entrar de golpe a nuestro mundo interior, saltándose la vía intelectual, puede que Andrea y yo experimentemos sensaciones análogas al escuchar a Mozart. 

La verdad es que hemos visto a Andrea pasársela tan bien que pienso que las personas con habilidades diferentes no pueden estar ajenas a esta clase de espectáculos. La música, el movimiento del escenario, el espetáculo visual de la puesta en escena, pueden ser una gran liberación para ellos. Hay que hacerlos participar de estas formas artísticas ya que expresan emociones bastante agradables sin necesidad de usar una palabra.

El poeta Jorge Eduardo Eielson reflexiona en su Cuerpo multiplicado: "No tengo límites / Mi piel es una puerta abierta / Y mi cerebro una casa vacía". Dejando fuera al intelecto, hay un ser infinito que se agita dentro de todos nosotros sin importar cual sea la condición con la que nos ha tocado nacer. 

Sueño de una noche de verano se presenta en el Gran Teatro Nacional hasta el 15 de diciembre 2019. 

+INFO: Sueño de una noche de verano