Hoy ya es momento de llamar a la Cabezota de usted. Parece mentira el empaque que alcanza la moto con la defensa instalada. La rueda delantera adelgaza y el volumen del motor se estira a lo ancho. El cromo intencionado juega a versos rimados con los puños y con los protectores de los escapes y realza el negro de fondo, que sigue siendo dominador del conjunto. Estéticamente, la Iron 883 gana con esta propuesta y, en lo que se refiere a seguridad, o en confianza, deja las cosas en un lugar mucho más tranquilizador para mi.
Gracias a Fendetestas que ha dado con la clave para sacar ese tornillo que me cargué en su día, un tornillo desfondado que ha salido a fuerza de fuerza y de maña. Esto de trastear con la moto es no parar de saber cosas. Acabo preguntándome si los humanos, los homo sapiens, tenemos límite para acumular conocimiento y experiencia.
Rodar defendido es mejor. Atravesar los pentagramas que dibuja el sol sobre la carretera con los troncos y ramas desnudas de los robles sabiendo que, si me caigo, hay un nuevo intermediario entre el asfalto y mis queridas piernas. La mejor defensa, a pesar de todo, es la prudencia.