Zapatero no ha sido un hombre de concordia sino de conflicto y ha contribuido a crispar la vida política, a disgregar, a enfrentar a unos contra otros y a que el fanatismo y el odio al adversario sustituyan a los grandes valores que, como la cooperación y la unidad en torno a objetivos comunes, sustentan la convivencia y el sentido de nación. Ha dejado tras su mandato un reguero de desgracias y siniestros que han convertido a la antes envidiada España en un país pordiosero y humillado, con sus calles y plazas llenas de desempleados, nuevos pobres y gente triste y asustada ante el negro futuro que amenaza a la sociedad española.
Pero Zapatero, en lugar de sentarse en el banquillo para responder de sus estragos, recibirá como premio por su "labor" una generosa pensión vitalicia, un sueldo como miembro del Consejo de Estado y una oficina bien dotada de personal y presupuesto, además de escoltas y consideraciones especiales en el protocolo del Estado, todo ello sufragado con dinero público. En total, Zapatero recibirá hasta el fin de sus días un mínimo de 158.000 euros al año, más lo que él consiga por su cuenta, ya que sus ingresos son compatibles con cualquier otra actividad.
Muchos españoles pensamos que premiar a zapatero constituye una injusticia lacerante e insoportable y que castigarlo es un deber fundamental para los ciudadanos de España y una necesidad ineludible para la salud de España, un país que si no castiga a sus verdugos corre el riesgo de que los muchos corruptos y estafadores que se enriquecen en la vida política se sientan impunes y proliferen y que otros mequetrefes tan dañinos como ZP vuelvan a tomar el poder en el futuro.