Generalmente cuando describimos un relato autobiográfico utilizando nuestra memoria, no lo hacemos como un suceso continuo en el tiempo sino que se observa que lo segmentamos en función de por dónde empezamos a construir el relato.
Lo segmentamos en partes con acontecimientos o sucesos que actúan de alguna manera como marcadores señalando cuándo termina una narración y cuando empieza otra.
Por ejemplo, el primer día de la universidad, el primer beso o el primer sueldo pueden recordarse con detalles más o menos profundos, pero solemos considerarlos como puntos de inflexión cuando contamos esos hechos.
Al parecer, los recuerdos autobiográficos (memoria) podemos clasificarlos en tres niveles:
- periodos vitales
- sucesos generales
- sucesos específicos.
Los PERIODOS VITALES se caracterizan por estar vinculados a un tema que de alguna manera actúa como criterio para agrupar algunos sucesos generales y específicos.
Si decimos “durante mis estudios universitarios” o “cuando mis hijos eran pequeños” ese periodo hace referencia implícita a otros sucesos que ocurrieron durante ese periodo y que además nos permite obtener más y más recuerdos de esos momentos.
Es importante tener en cuenta es que distintos periodos vitales pueden estar solapados total o parcialmente en el tiempo.
Porque si durante tus estudios universitarios tuviste un hijo, este acontecimiento se solapará parcialmente con los estudios, pero no supondrá ninguna interferencia ya que unos y otros estarán incluidos dentro del tema al que pertenecen.
Los periodos vitales, dentro de la memoria, pueden estar determinados por marcadores mejor o peor definidos. Si hicimos un viaje soñado a África el día tres de agosto del pasado año, no tiene por qué ser ése el marcador de inicio, es decir, el tema central, quizás hemos podido sentir emociones más intensas con los preparativos (vacunas, compras, el taxi se perdió camino del aeropuerto, organización) que son los que nos pueden servir de marcador más que el viaje en sí a la hora de recordar esos sucesos.