Ayer Diario de Cádiz publicó en la edición en papel (no apareción en la digital) un artículo mio de opinión, sobre mi calle, sobre el barrio. Un recuerdo de lo que va a desaparecer. Os lo dejo aquí.
Calle Cooperativa
Parece que uno tiende, por mucho que lo evita, a tener referentes materiales, palpables, que te recuerden el pasar por esta vida. Aquí nació Falla, aquí nació Salvochea... Pero pasa, como en este caso, que donde uno nació se convierte en una calle transversal, un pisar de coches y camiones embrutecidos por el horario del trabajo o las prisas de coger sitio para aparcar. La Calle Cooperativa deja paso a una gran avenida, sucumbe el corredor del barrio a la grandeur del nuevo puente con carriles y tranvías. Hace cincuenta años era un espacio donde había que llegar con el troleybus de dos pisos, que nos divertía a los pequeños correteando por las escaleras y recogiendo los libritos blancos de los tickets agotados. Había conductor y cobrador, además de una reguera importante de inspectores que te picaban aquel billete de una peseta con veinte céntimos. No había barriada de Guillén Moreno ni barriada de La Paz, pero estaba la Cooperativa del Gas que daba nombre a la calle, quizás la más obrera del nomenclátor gaditano, había una fábrica de pinturas un poco más allá, y a lo lejos, los rellenos de la nueva barriada donde los pequeños nos dedicábamos a jugar a la pelota y a cazar a las pobres libélulas junto a la Estación de detección magnética de la Armada. La Calle Cooperativa siempre estuvo al amparo del Cuartel de la Guardia Civil, los "civiles" (que no lo eran curiosamente) pasaban sin hacer ruido, serios con sus largos bigotes y los demás nos quedábamos un poco a la expectativa sin saber qué decir. Ellos hacían su vida, el Bar de Esteban era quizás la frontera donde confraternizaban civiles y "civiles". La vida era sencilla en la Calle Cooperativa y más tarde llegó la Peña de Enrique Mateos, con los bullicios del nuevo Cádiz CF que subía a Primera División y los nuevos bloques que dejaban a los nuestros, los "de la Obra del 18 de Julio", en franca desventaja. Y con la democracia los "pisos de los sindicatos" fueron adquiridos por los vecinos, muchos de ellos sin la más remota intención de convertirse en propietarios, y con ellos el IBI y todas las obligaciones lógicas de la situación. Incluso los viejos ascensores que apenas duraron unos meses cuando se entregaron los pisos, fueron restaurados y empezamos a librarnos de las escaleras, especialmente grato para los que vivían en el octavo, que se habían llevado una década subiendo a pie. Hoy tiran el Cuartel, con el recuerdo de los churros de los domingos, que vendían en la cafetería de los "civiles", y pronto derribarán la casa donde nacimos muchos niños de aquel barrio, la calle Cooperativa se verá superada por una avenida de nombre más pomposo, regio quizás. Pronto ya nadie se acordará de los primeros "colonos" del far west gaditano, los de la calle Cooperativa.Francisco Piniella