La mente comprende lo inteligido por ella del mismo modo que un círculo comprende a otro menor. Así, decimos que el círculo menor está en el mayor y no a la inversa. Comprender conlleva una identidad de naturaleza y una superioridad de grado respecto a aquello que se comprende. Por ello, lo numérico no puede comprender lo anumérico ni lo superior ser comprendido por lo inferior.
Lo complejo sólo puede ser comprendido por lo simple, mientras que lo simple no es comprendido por lo complejo. Lo cual se aprecia en que toda multiplicidad está en potencia en la unidad sola, pues es propio de la unidad unir y sólo lo múltiple puede ser unido (dado que la unidad sola ya está unida y si no está sola es múltiple), mientras que la unidad sola no está ni en potencia ni en acto en ninguna multiplicidad, ya que lo propio de la multiplicidad es dividir y lo uno no puede ser dividido, ni cabe llegar a lo uno por la división de lo múltiple. Luego la unidad sola es potente para generar la multiplicidad y la multiplicidad es impotente para generar la unidad sola, semejantemente a como el círculo menor es impotente para circunscribir al círculo mayor.
Síguese de lo dicho que lo complejo y lo simple comparten la misma naturaleza y que lo simple es superior a lo complejo. Ahora bien, la mente comprende el mundo, que es extenso y complejo. Por tanto, la mente es simple, no extensa, y comparte con lo complejo la misma naturaleza numérica, si bien, en tanto comprende y no es comprendida, la mente es superior.