La mente de Dios

Por Daniel Vicente Carrillo

La idea sólo es si es ideable en acto. Esto se sigue de dos consideraciones. La primera es una consideración "a priori", pues aunque quepa hablar de una idea no ideada, sin embargo una idea no ideable entraña un absurdo, por lo que debe haber quien, estando dotado de entendimiento, la conciba o al menos pueda concebirla. La segunda es una consideración "a posteriori", ya que una idea que se pretenda ideable en potencia carecerá de ideabilidad en la medida que su condición de posibilidad, que es quien ha de concebirla, sea a su vez una mera posibilidad lógica no actualizada. Semejantemente, el móvil carecerá de movilidad si su motor es sólo posible, puesto que nunca llegará a moverse ni habrá siquiera potencia de movimiento hasta que el motor exista en acto.
Además, una idea, en tanto participa de la naturaleza atemporal de la verdad, no puede empezar a ser ni dejar de ser. Por esta misma razón toda idea deberá ser siempre ideable en acto. Por tanto, dado que una idea es siempre, debe siempre existir quien pueda concebirla.
De precisarse demostración sobre la premisa de este silogismo, sería como sigue: si la verdad depende de las ideas y éstas de quienes las conciben, que son sólo hombres tornadizos, entonces la verdad depende de seres inconsistentes y es ella misma inconsistente. Por lo que será verdad que no hay verdad si no existen los hombres. Ahora bien, tal proposición -"es verdad que no hay verdad"- es un sinsentido. Por consiguiente, debemos tener por cierta la tesis opuesta, afirmando que la verdad es aunque los hombres no existan.
Luego, si las ideas tienen una realidad imperecedera en tanto que eternas e inmutables, debemos presuponer una mente universal que las comprenda eterna e inmutablemente. Si, por el contrario, la realidad de las ideas fuera caduca, bastaría con que quien las concibiera fuese de la misma condición. Pero es evidente que las ideas son eternas e inmutables, ya que si bien su esencia depende de su ideabilidad en acto, su existencia o ser ideado se manifiesta de modo invariable en toda circunstancia.
Una mente de la que no se predica inicio ni fin, que no está sujeta a las vicisitudes de la generación o la corrupción, es la mente de un dios.