No dejó de sorprenderme ver en el noticiero central de Canal 13, una nota que hablaba sobre Kate Middleton, la futura esposa de Guillermo, donde sea aludía a que ella no tenía “sangre azul”. ¿Sangre azul? ¿En un noticiero en el año 2011, en el siglo XXI?
Que los ingleses veneren desaforadamente a su familia real puede ser hasta cierto punto entendible debido a la fuerte tradición que rodea a la monarquía –aunque casi provoque el vómito que los no privilegiados fomenten el privilegio- pero que una mexicana haga huelga de hambre para ir a la boda, me parece detestable. Una muestra penosa de servidumbre voluntaria.
Por eso me parece aún más detestable que la prensa chilena, implícitamente trate de reforzar una mentira, que es la idea de la divinidad de algunos humanos, debido a la gracia de dios. Porque apelar a la idea de sangre azul es apelar al derecho divino.
No me extraña que el canal católico pretenda apelar al derecho divino, sobre todo considerando que los últimos acontecimientos en la Iglesia, a más de alguno le han iluminado la mente como para no creer en la mentira de la infalibilidad del Papa, y por tanto dudar de cualquier sacerdote que le diga que es un “iluminado por dios”. Aún así, el Vaticano insiste en esa mentira de la sangre sagrada, y ahora un poco de humor circulatorio de Juan Pablo II será elemento de veneración.
Hablar de sangres azules o sagradas en el noticiero central es simplemente mentir, sobre todo porque muchos sabemos que eso no existe, que es un mito, un sofisma. Porque sabemos que cuando Diana lamentablemente murió, su sangre “real” era tan roja como la del árabe Dodi o su chofer plebeyo.
Hablar de sangre azul o divina como noticia, no es informar, es levantar un mito que hace siglos fue derribado, cuando la cabeza de Luis XVI rodó, salpicando una sangre roja, casi violácea, debido a la gran cantidad de carne consumida mientras el pueblo ni siquiera tenía pan.
En el fondo y esto es lo clave, a lo largo de las semanas, la prensa ha reavivado los principios del derecho divino, que Locke refutó. Es alentar el mito monárquico, esa vieja mentira -muy vigente lamentablemente incluso aunque votemos- sobre las supuestas cualidades divinas de ciertos líderes y sus familias, sean reyes, políticos, curas, o lo que sea.
A través de una boda, está fortaleciendo la mentalidad de vasallo, tan vigente, mediante la cual el poder se ejerce no sólo en las monarquías y dictaduras, sino también en las democracias, haciendo que los incautos plebeyos (les llamen pueblo, ciudadanos, electores, camaradas o súbditos) crean que sus gobernantes y líderes son humanamente superiores, iluminados, que tienen un carisma único mediante el cual captan la voluntad popular, que son infalibles, héroes de la patria, salvadores del pueblo, o que simplemente tienen sangre azul.
Y lo ha hecho de manera oculta, subrepticia, pero sencilla, apelando a la servidumbre voluntaria del común de la gente, mostrando los diversos souvenirs en torno a la boda de dos jóvenes con la sangre tan roja como la del resto.
Incluso ridículamente –y apelando al snobismo chilensis tan mayoritario- han mostrado los que se venden en Chile.
Y luego nos quejamos que los poderosos abusan.