La Mesa Beatle: Cuartito Azul

Publicado el 11 septiembre 2023 por Moebius

Buen día desde La Barra Beatles, que con orgullo lleva por sus días un costado tanguero. El tango nos puede, y seguramente con su dimensión, sus aires revolucionarios, su pasión desenfrenada, nos llevó a los hermosos terrenos de la melomanía. Hoy voy con una especie de himno que cuando yo era chico sonaba en las radios y todas y todos lo sabían cantar: “Cuartito azul”. Letra memorable de Mario Battistella. La música es de un compositor descomunal: Mariano Mores. Fue estrenado en 1939 por un ídolo de esos años: Ignacio Corsini, uno de los rivales de Gardel, si es que Carlitos tiene rivales.

Por Jorge Garacotche


José Ángel Lomio había nacido en Barracas el 22 de octubre de 1904, y tenía un tono de voz muy particular, con agudos que algunos creían poco tangueros, pero con un concepto altísimo de la melodía, sabía dibujar y frasear como los dioses, un cultor de la escuela gardeliana. Fanático de Independiente, muy bohemio de la noche porteña y sus bares entrañables. Comenzó a cantar en 1930 bajo el seudónimo Carlos Vargas, y en 1932 conoce al director de orquesta Ángel D’Agostino, con quien formará una dupla célebre que marcó a fuego un gran ciclo en el tango. Para ese entonces se autobautizó Ángel Vargas y en las radios le decían “El ruiseñor de las calles porteñas”, hermoso sobrenombre. A mí es uno de los cantantes que más me gusta, esos agudos que algunos hasta hoy le critican a mí me suenan muy finos, delicados, personales, como un enfoque del modo de cantar tango que lo hizo muy original. En 1955 se integra a la orquesta dirigida por Edelmiro “Toto” D’Amario y graba varios temas, entre ellos esta genial versión de “Cuartito azul” que hoy les arrimo.

Mariano Mores, creo que muchos lo recordamos de cuando éramos chicos de verlo por televisión con su afamado peluquín, fue un director de orquesta que revolucionó el estilo, el enfoque, dándole una visión sinfónica al tango, poniendo arreglos e instrumentos que, a priori, parecían que iban a complicar la aventura de renovar, pero lo supo capear con maestría. También tuvo que soportar críticas y acusaciones por permitirse ir detrás de la cuestionada evolución. El tema cuenta la experiencia de un tipo joven que se despide del cuarto en donde vivió un amor adolescente, donde hizo su debut amoroso y sexual, que luego abandona para continuar la vida con esa novia. Es decir, un cuarto que le cambió la vida, nada menos.

Ángel Vargas

Es un relato sobre algo que vivió el propio Mariano y que Battistella reflejó poéticamente. Fue el primer éxito de este pianista, arreglador y compositor. Allá por el año 1937 Mariano Mores se mudó al barrio de Villa del Parque, para estar cerca de su pareja, Myrna. En la calle Terrada 2410 se instaló, a una cuadra de ella, y allí había un cuarto no muy amplio y con baño propio. Estaba pintado de azul, pero cada 15 días se descascaraba, entonces Mariano, muñido de la envidiable paciencia del enamorado, mezclaba cal y jabón azul, ese de lavar la ropa, y volvía a darle color. Fue precisamente en ese lugar donde aparecieron los acordes y las notas que fueron dando forma a la canción.
El 27 de junio de 2012 se rindió homenaje a Mariano Mores en el frente de esa casa, que estaba en manos de una mujer que conocía la historia y por eso la compró. Mores ingresó comprobando que el “cuartito” estaba intacto, por eso no dudó en restaurarlo y allí se decidió realizar ese homenaje. En el frente de la casa hay una placa que cuenta: “En esta casa vivió y compuso el tango Cuartito azul el maestro Mariano Mores”. El año pasado anduve por ahí, vi esa placa y me quedé un rato tratando de conectarme con esa brillante energía que aún flota por allí.

La versión que hoy recordamos siempre fue la que más me gustó, igualmente reconozco que hay varias, entre ellas la del propio Mores, que son memorables. La música, como casi todos los temas de este compositor, hacen alarde de una extraña armonía poblada de acordes que dan cuenta de un trabajo de investigación que produce sorpresa. El estribillo parece pensado para esas reuniones en donde alguien pide “una que sepamos todos”, es tan exquisito como pegadizo.

Mariano Mores

El tema tiene un recurso que aprendimos de muchos tangos, una primera parte dulce y melancólica, basada en acordes menores, y un estribillo que sale con polenta, llamando a todos los fantasmas a cantar con más entereza, con esa cuota de fortaleza que no resquebraja la melancolía, sino que la hace más potente pero obligando a cantar y tocar con más énfasis, marcando cada uno de los acentos.
Tuve la suerte de visitar algunas milongas en Buenos Aires dándome el lujo de escuchar esta versión de Ángel Vargas, mientras decenas de parejas acudían al llamado de aquellos fantasmas cubriendo la pista de recuerdos sin lágrimas, en un rejunte de viejos y nuevos tiempos que inquieta al verlo ahí, frente a uno, abrazado a su propia melancolía.

Mario Battistella

Me formé como músico en una escuela de jazz, espacio que me abrió una gama de conocimientos que uno nunca verá en otros lugares porque reúne la técnica con la calle, con lo popular, el famoso swing con la teoría, la exquisitez con lo intuitivo; por eso el jazz es esa maravilla que conocemos. Esa información me sirvió para, por mi cuenta, empezar a investigar el tango, descubriendo un mundo de acordes, combinaciones y recursos que hasta hoy utilizo, transmito y les hago una reverencia cada noche. Mariano Mores es uno de esos compositores que siempre despertó curiosidad, sé que es un músico de formación clásica y eso lo volcó en sus bellas canciones. Uno rastrea las melodías y descubre esa influencia clásica, ese modo con tanto vuelo que utiliza para ir flotando sobre los acordes, con una naturalidad que cualquier músico envidia.

Enorme mérito de Mario Battistella, porque no es sencillo escuchar una historia ajena plagada de sentimientos tan íntimos y saber contarlo en primera persona. Dar con las palabras justas para iniciar ese relato pero adentrándose desde el vamos en la poesía propia, que se irá mezclando con la vivencia del otro. No es fácil leer algo distinto a lo de uno, tomar nota de detalles y arreglar una cita con las musas, conseguir que lleguen a horario al lugar indicado, que ninguna pase parte de enferma, ni que esté de licencia por antiguos enconos o que se pase con el bondi y siga de largo. Pero aquí la dupla compositiva es una máquina muy bien aceitada que mantiene el concepto artesanal. Y después viene el otro trabajo titánico: hacer arreglos con la orquesta que pinten cada una de esas escenas, trabajar los climas, hacer una lectura correcta y artística de esa primera parte en menores, con sus reglas al borde de lo triste, y saber plantar la fuerza interior que le dé vivacidad a un estribillo en acordes mayores, pero que no mire a la melancolía desde un faro lejano.
Una vez que se acomoda todo esto lo sientan al cantante en un café, en una noche teñida de alcohol y humo, le relatan la historia para ponerlo en órbita. Este observa cada gesto, subraya varias palabras y empieza a pensar que hay mucho por transmitir mientras se recuerda. Cuando todo parece que está unido irán a un estudio de grabación con la difícil tarea de reunir ese despliegue de emociones, el crisol de ideas de varios que tendrán que llegar a un acuerdo y firmar abajo, sin abogados ni escribanos, pero bajo la ley que regulariza las pasiones, esa ley que se inventa cada uno.
Trato de contar que esta reunión de tres grandes artistas, más los músicos de la orquesta de D’Amario, ingresó a la historia grande de la música popular argentina y de la mano de la gente que supo vibrar con esas notas, esas palabras, el hechizo de una voz que nos va guiando con rumbo a una época de nuestra cultura que aún resuena en nuestro país y recorre el mundo.
Seguramente conocen este tango y tendrán su versión favorita, pero acá dejo la recomendación para darse una vuelta por esta de Ángel Vargas, pero eso sí, dejándose llevar por toda la magia que sobrevolará por sobre nuestras cabezas recordando algún cuarto que nos supo contener y conectar con la pasión.

Jorge Garacotche - Músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y Presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires). Vive en Villa Crespo, Comuna 15. Bs. As.