Por Jorge Garacotche
Cada vez que me siento a escribir sobre canciones de Sui Generis o Charly, lo primero que hago es llamar a la Baticueva, me atiende Alfred “Freddy” Berro, la Viuda, y lo consulto. Es él quien me recuerda que la canción se llamaba “La nueva ola”, pero como no se pudo registrar con ese nombre, le inventaron otro.
“¿Te acuerdas de Elvis cuando movió la pelvis?, el mundo hizo plop y nadie entonces podía entender qué era esa furia…?”. En tres renglones un vuelo rasante por mediados de los años cincuenta. Toda esa explosión alrededor de Presley donde jugaron varias cosas: la época de posguerra que ansiaba alegrías, furias y descontrol; el estilo de cantar de modo agitado, bailando sensualmente, de un tipo de pinta, blanco, católico, bien yankee. Todo bajo la custodia del Pentágono, que empieza a imitar al Departamento de Publicidad de los Nazis, mintiendo, inflando, lavando cerebros a cuatro manos, bajando línea groseramente, sabiendo que lo esperaba un éxito seguro.
Ponen a Elvis en el centro de la escena, le producen películas y la Alemania choreada por los yankees es el ámbito elegido. Con todos vestidos de milicos, sonrientes, bailando rock and roll, haciendo de inflamados idiotas útiles, que cobran como actores, pero son personal civil de las fuerzas de ocupación que saldrán a reemplazar a los nazis.
“Pues bien, el muchacho se hizo rico, y entonces las dulces canciones conquistaron las señoritas, a papá y mamita…”. Claro, Elvis no le cantaba a los rockeros, buscaba un público careta que le crea, que le compre el pescado podrido que, ahora, vendían en las ferias americanas teñidas de verde. Papá y mamita aplaudían emocionados las canciones de los chicos blancos, buenos, creyentes, esos que se portan bien y son el ejemplo de la cuadra. Ese Elvis de cotillón que no era más que un personaje de Walt Disney, cantando rock and roles bañados en plástico.Una tal Yolanda
“¿Te acuerdas del Club del Clan y la sonrisa de Jolly Land?, la música sigue pero a mí me parece igual…”
Si alguien quiere disfrutar de un rato de boludeces, superficialidad a mansalva y letras berretas, busque en youtube aquellas canciones. Hasta lo va a encontrar al mismísimo Palito Ortega como abanderado de la gilada y sus súbditos. Tremenda esa frase de Charly para cerrar la parte: “la música sigue, pero a mí me parece igual…” Primer palazo que pega García. Las veces que nos venden modernidad con nuevo papel de envolver, y cómo nos envuelven. El tema comienza con un teclado oscuro, y sobre esos acordes va una melodía brillante colmada de dulzura, cerrando con un juego de voces a lo Beatles.
“Corbatas con saco gris, flequillo solo hasta la nariz, la historia prosigue, pero amigo yo ya la vi…” Segundo palazo en dos renglones. Admiro tanto a los poetas con gran poder de síntesis, y Charly en esa es un Maestro. Es un cruel planteo acerca de la falsa autenticidad con que se vende refrito, una suela gastada y llena de agujeros con la que tantos corren tratando de repetirse una vez más. Como cuando pasamos por las puertas de los cines y vemos Guasones sobreactuados, Batmans ahora amargos, Pingüinos con traje de boludo y todo el vacío que fabrica Hollywood a pedido del Pentágono porque urge idiotizar, y todo sin ideas ni imaginación. Otra vez sopa de los parásitos del norte. Quiero estar en la playa cuando se han ido, los que tapan toda la arena con celofán…” Qué cuadro tan triste es caminar por la playa y ver la arena abarrotada de celofán, manteles para almuerzos vulgares, heladeras de caucho, botellas sin mensajes, toallas con dibujos horrendos, tratando de cubrir una de las cosas que fuimos a ver. Por eso la playa es algo para recorrer solo de noche, salvo en aquellas donde no hay nadie y uno se siente el dueño de todo en un capitalismo alquilado a la poesía.
Mientras suceden todas estas palabras sabias el bajo de Pedro Aznar saca el mejor pincel, comienza a pintar y el cuadro gana en belleza. Con una base de bajo así y la batería de Moro uno se le anima a cualquiera.
Termina la parte vocal y sale un solo de guitarra del Ruso Lebón que pone el moño. Tocado a doble cuerda, algo muy usual en los 50’s, recreando la melodía cantada, cerrando con dos estiradas bien rockeras, lo repite y la segunda vez la hace más rabiosa.
Inversión final: “Te acuerdas de Jolly Land y la sonrisa del Club del Clan”, que algunas veces en recitales se escuchaba un irónico cambio, “Te acuerdas de Jolly Land y la sonrisa de Billy Bond…”
Quizá con esta canción, Charly no hizo más que anticiparse, como siempre hace. Es muy probable que la poesía, el rock, la rebeldía, la revolución, la utopía, los amores locos, se hayan ido caminando por las aguas al grito de “Yo ya soy parte del mar”. Mientras los caretas, la hipocresía, la falsa alegría, los mentirosos, los vendehumo, los comerciantes siniestros, se hayan quedado en la playa a cubrir la arena con celofán.
Jorge Garacotche - Músico, integrante del grupo Canturbe y Presidente de AMIBA, Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires.