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2014 actualidad // Miguel Benavent de B. // Opinión
LA METÁFORA DEL ÉBOLA (I)
Hace unos años escribí un post similar sobre la catástrofe de Haití y otro sobre el atentado del 11S en Nueva York, entre muchos similares más, como si de unas metáforas se trataran y fui tildado de demagogo e insensible. Siempre he pensado que la vida muchas veces se expresa a través de metáforas, que nos dan una visión de la Humanidad y de nuestro mundo de hoy, para que despertemos a la realidad y nos movilicemos, sobre todo nuestra conciencia. Hoy lo haré sobre el ébola, esa dramática catástrofe -a la que llamamos eufemísticamente “humanitaria”- que viven algunos países de África y que, de alguna manera, está llegando hasta nosotros a marchas forzadas…
No insistiré sobre nuestra irresponsabilidad ante los problemas del mal llamado Tercer Mundo, después de haberlo debastado y habernos lucrado de sus recursos naturales, desde siempre. Eso ya es historia… o es actualidad, nada nuevo bajo el sol. Tampoco mencionaré que es nuestro gran banco de pruebas médicas y epidemiológicas, faltando al mínimo respeto por los seres humanos con derechos propios, entre ellos la salud y la vida. Ni hablaré del colonialismo occidental en unos países que necesitan progresar para salir de su dramática situación económica, política y social, el peor escenario para un drama sanitario como éste.
Hoy quiero hablar de una epidemia que afecta a los países más pobres y, curiosamente, salpicados por la corrupción y el autoritarismo de un poder en connivencia con la comunidad internacional. Y de cómo nuestra falta de humanidad y de verdadero interés por su bienestar nos está creando un efecto boomerang, pues esta epidemia está demostrando aquello de que “quien a hierro mata, a hierro muere”. Además de evidenciar una vez más que nuestra tolerancia al sufrimiento ajeno es infinita… hasta que nos afecte directamente a nosotros. Seguimos como en la edad media aislando a los “apestados”, aunque en este caso eludiendo nuestra responsabilidad en la creación y extensión de la peste, que con toda seguridad nosotros favorecimos con nuestra indiferencia, codicia o con nuestras ansias de poder. Resultado? Países y millones de personas sin recusos económicos ni médicos, sin productos farmacéuticos adecuados, sin recursos humanos ni sanitarios para poder paliar los terribles efectos de una epidemia devastadora y de alcance hoy ilimitado…
Seguirá…