Tras la cruenta batalla del Aguasnegras, en la que casi matan a Tyrion, el Señor de Roca Casterly toma el control de Desembarco del Rey. Tywin es considerado un héroe pues su aparición salva a la ciudad cuando todo parecía perdido, sus tropas sorprenden a las de Stannis por la retaguardia. Nadie le esperaba en Desembarco del Rey, todos creían que seguía apostado en Harrenhal. Tywin realiza una dramática y gloriosa entrada en el Salón del Trono; Cersei, que estaba a punto de matar a su hijo pequeño, lo recibe con lágrimas de gratitud.
Los acontecimientos se precipitan y Tywin se convierte en la Mano del Rey. No es la primera vez que este león desempeña dicha función, durante años fue la Mano de Aerys II, el Rey Loco; pero Tywin sabe que esta es su última oportunidad de gobernar los Siete Reinos y quiere que todo en todo Poniente se escuche su rugido. Joffrey, el pequeño sádico, no tiene nada que hacer. Su abuelo gobierna desde las sombras, él tiene el poder, Joffrey no es más que un peón del juego, un juego que Tywin controla a la perfección. Si hubiese que elegir a un maestro del juego de tronos, a un experto estratega, la cosa estaría entre el patriarca Lannister y Varys. No obstante el Lannister, por pertenecer a la nobleza de Poniente, tiene una leve ventaja. Aquellos que hemos leído los libros sabemos que Tywin luchó por devolverle a su apellido el orgullo perdido, que sacó su Casa adelante tras la ruinosa administración de su padre y que se convirtió en un hombre muy rico, tanto que en la corte se decía que cagaba oro. Cuando este viejo jugador entra en el Salón del Trono para aceptar el puesto de Mano lo hace a lomos de un caballo blanco, el animal caga justo antes de encaminarse hacia el Trono de Hierro. Esa imagen me ha dado que pensar pues tiene varias lecturas. En la primera temporada vimos a Tywin despellejar un ciervo en presencia de Jaime, la metáfora era muy clara pero no por ello menos poderosa.