Otra de las joyas que leí este verano. Manu Yáñez Murillo se ha metido a fondo en los archivos de la prestigiosa revista norteamericana Film Comment para ofrecernos una selección de textos: de críticas, reportajes y análisis que volverán locos de placer a los cinéfilos. Obsérvense algunas de las películas de las que se habla: El hombre que mató a Liberty Valance, Tiempos modernos, Taxi Driver, Minority Report, Inland Empire, Kill Bill, Playtime, Zodiac, Asesinos natos…
También hay artículos consagrados a hablar de un cineasta en cuestión y de su obra en general, caso de Nicholas Ray, Wes Anderson, Monte Hellman, R. W. Fassbinder, Werner Herzog, Kenji Mizoguchi… Y se habla de la comedia, del cine asiático contemporáneo, de los guionistas, del formato digital, de la televisión actual, de las películas malas, etcétera, etcétera.
Entre los autores, gente de gran reputación como Andrew Sarris, Jonathan Rosenbaum, David Bordwell, Robin Wood, David Thomson o Phillip Lopate. Unos cuantos fragmentos:
Geoffrey O’Brien sobre Kill Bill: Kill Bill (2003 – 2004), de Quentin Tarantino, es una película concebida con este lenguaje. Si la soberbia Jackie Brown (1997) parecía moverse en dirección a espacios ya trillados y a sentimientos elegíacos, Kill Bill: Vol. 1 (2003) marca el regreso, acompañado de una venganza literal, del Tarantino anterior: el demoníaco empleado de videoclub, enamorado de epifanías irrecuperables y granuladas en los drive-in, en los cines de Chinatown y en los festivales gore nocturnos. Es un poema de amor, pero la clase de poema de amor que hace que te preguntes si querrías salir con la persona que lo escribió, o que al menos hace que te cuestiones si respondiendo a él no llegarías a convertirte en cómplice de una relación que te dejaría profundas cicatrices.
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Amy Taubin sobre Inland Empire: ¿Cuánto tiempo perdiste la última vez que decidiste mirar una única cosa en Google? Y entonces una cosa condujo a la otra… Eso es Inland Empire. […] Así, el sostén visual de Inland Empire parece abocado a la descomposición, como si en cualquier momento sus imágenes fueran a desaparecer en un vacío; la iluminación extrema acentúa dicho efecto. La inestabilidad de la imagen alimenta la sensación de ansiedad y también refuerza la impresión de que el filme no acontece en el mundo real. Por otra parte, el sonido –ese ruido chirriante, pulsante e industrial al que Lynch es adicto– se manifiesta como una abrumadora presencia física.
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Larry Gross sobre I’m Not There: I’m Not There se suma a Inland Empire (David Lynch, 2006), Zodiac (David Fincher, 2007), Syndromes and a Century (Sang sattawat, Apichatpong Weerasethakul, 2006) y I Don’t Want To Sleep Alone (Hei yan quan, Tsai Ming-liang, 2006) como parte de un reciente y muy convergente grupo de trabajos que revisan, cuestionan y a veces incluso descartan la estructura narrativa de ficción a la luz de nuestra creciente, transnacional y colectiva cultura digital. ¿Qué será ese algo que tienen en común estas películas y que I’m Not There quizá persigue con mayor rigor y una ambición conscientemente elaborada? Críticas de la representación de la identidad y el yo con su correspondiente sentido de la identidad sexual mutable (ninguna de estas películas es estrictamente queer pero aun así ninguna de ellas deja de ser queer); narrativas de ficción incesantemente invadidas por códigos documentales; cine hecho con una conciencia post-Internet completamente nueva y muy consciente de la permeabilidad y fragilidad de todas las estructuras narrativas; películas que de formas distintas escanean información, bajo la forma de sampleados y remezclas. Todas ellas presagian una cultura digital totalmente inédita, todavía imposible de prever.
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Dave Kehr sobre la comedia: Las comedias nunca se hicieron para los críticos, pero lo que creo que ha cambiado es que el nuevo estilo cómico presenta una hostilidad activa hacia los valores críticos tradicionales. En la actualidad, las comedias alardean de su organización arbitraria, de sus personajes sin trasfondo y de su falta de contenido –casi como si intentaran espantar a los intelectuales–. Cuando un crítico va a ver una comedia hoy, no puede equivocarse: la película no está hecha para él.
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Phillip Lopate sobre cambiar de opinión: Filme Comment publica ocasionalmente una columna llamada Guilty Pleasures (Placeres culpables) que invita a destacados cineastas o actores a listar las películas infumables que adoran. El problema de esta idea es que, para el verdadero fanático del cine, no existen los verdaderos placeres culpables, dado que la cinefilia se caracteriza por la avaricia del coleccionista y, como tal, siente tanta atracción por los deleites marginales como por las obras de arte incuestionables.
[Traducción de José Manuel López, Beatriz Martínez, Israel Paredes, Carlos Reviriego y Manu Yáñez Murillo]