La mirada de José Bretón

Por Israel_esteban @PsicoMarket

20 de junio de 2013
   Hoy me han levantado pronto, el desayuno se sirve a la hora de siempre y nunca llego tarde. Simplemente porque me gusta tomarme mi tiempo para elegir un buen sitio y poder repasar los cubiertos, habitualmente manoseados, ­-vete a saber por quién- con la servilleta. Esto está plagado de turistas todo el año. La temperatura del “hotel” es la habitual. Desde luego el dueño se tiene que estar forrando ya que el noventa por ciento de las plazas suelen estar aseguradas. Siempre hay gente que entra y muy poca que sale, debe ser por el buen ambiente que se respira aquí.    Por lo menos nunca estoy solo, he entablado amistad con tres hombres. Al principio dos de ellos, españoles, no paraban de preguntarme cosas para sacarme información sobre el paradero de mis hijos, pero yo no pienso contarles nada. Por eso prefiero al que queda, el africano. Él sólo se limita a mirarme en silencio; me mira cuando piensa que no me doy cuenta, ya que no le gusta encontrarse con mis ojos. Eso me gusta; eso es respeto, no hay lugar a dudas.   Voy paseándome por las instalaciones con mi pulsera de todo incluido, soy un cliente importante y tienen orden de que nadie me moleste. Disfruto de la lectura y de los comics que me trae algún que otro familiar, quedan pocos que se atrevan a tratar conmigo. Mucho de lo que soy se lo debo a las fuerzas armadas. Estar en Bosnia me cambió radicalmente, tal vez por eso me manejo con especial soltura en situaciones de conflicto. Frío, calculador, son adjetivos que me adjudican pero no les culpo por ello.   La mayoría del tiempo lo ocupo en escribir, estoy seguro que cuando publique un libro con mis memorias será un éxito. Cuando me canso de escribir sobre mí dedico un par de folios para desarrollar el género epistolar. Escribir cartas a la que fue mi mujer me tranquiliza, me sirve de terapia. No entiendo por qué no quiere verme en los juicios, ni porqué se atreve a presentarse en sociedad con vestidos de color fucsia -propios para actividades de esparcimiento-, lo considero un acto contra el buen gusto. El estilo sobrio es mi estilo y odio las extravagancias.   Mi abogado, un buen hombre, se preocupa mucho por mí. Me da instrucciones muy claras para que en los test muestren algo que no soy, siendo así, en caso de que puedan imputarme el delito, me rebajarían la pena. Pero yo no quiero que me traten como a un perturbado, ya que hago pleno uso de mis facultades mentales.   Son las veinte horas, nos dan de cenar a la hora prevista. Esto es lo que más me gusta de aquí, son gente seria.
Día 21 de junio de 2013

   Hoy me han citado para comparecer en el juicio. Han aparecido, para mi sorpresa, muchos testigos que aseguran conocerme. Les preguntaban que si me veían buen padre y otras chorradas. Alguno se ha sentido incomodado por mi mirada, me recuerdan al africano. Me han llamado la atención en varias ocasiones pero no puedo evitar clavarles la mirada, y mi interés es tal que no me permito pestañear de forma lógica, por eso no lo hago. Soy humano y luego por las noches sufro las consecuencias de tener los ojos resecos. No pasa nada, para algo se inventó el colirio.


 Extracto del diario de José Bretón desde el centro penitenciario.
Nota: Este texto es puramente literario y forma parte de la fantasía del autor. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia.