El juramento o promesa de acatamiento, sumisión, obediencia, veneración, acato, vasallaje a la actual constitución, para cualquier demócrata solo puede llevarse a cabo por imperativo legal. Desde hace ya bastantes años, ante esa estupidez que obliga a los electos a prometer o jurar acatamiento a la Constitución y por ende a la monarquía borbónica, esa promesa un demócrata solo puede hacerla por imperativo legal, porque todo el que jura y promete, no nos engañemos, lo hace por imperativo legal, los demócratas, quienes aspiran a una forma de estado más democrática o realmente democrática, no pueden ni deben jurar o prometer vasallaje a un rey impuesto por el dedo ensangrentado de un dictador. Ayer me gusto especialmente el «acatamiento»por imperativo legal de la joven diputada de Izquierda Unida (Unidas Podemos) Rosa Maestro:«Por la democracia y la República...sí, prometo».El juramento o promesa que sí debería hacerse, debería ser:
¿Promete a no robar ni servir a otros intereses que no sean para beneficio del pueblo y en caso de saqueo o prevaricación, responder con sus bienes ante la justicia, además de devolver lo saqueado?
Pero a eso, muchos de los presuntos delincuentes que han pasado por las instituciones no pueden prometerlo, porque utilizan el antidemocrático blindaje o aforamiento para robar e irse de rositas sin rendir cuentas ante la Justicia.
Ayer los neonazis o neofascistas, junto con los ultranacionalistas, (autodenominados así mismos como liberales y constitucionalistas), demostraron, los primeros, lo que son, ni siquiera merecen el prefijo «neo», mientras que los segundos con su líder a la cabeza, con esa mirada de estreñido que lleva sin cagar un mes, llena de odio hacía representantes elegidos democráticamente por los ciudadanos, lo dice todo, incluso en su intento de usurpar el liderazgo de la derecha a Casado, lo paso por la derecha al estridente líder de la oposición.
Resulta todo tan kafkiano. Y es que estamos en un país donde los presos políticos, políticos presos, políticos en prisión, presos encarcelados, (hasta esta gilipollez he escuchado) pueden ser elegidos diputados, pero que los autodenominados «patriotas, demócratas o constitucionalistas», jamás tolerarían que esos políticos elegidos democráticamente ejerzan la función para la que han sido elegidos. No obstante, estarían dispuesto a acostarse en la misma cama con la extrema derecha sin ponerse siquiera un preservativo; aunque… ¿para qué, si ya están contagiados por el mismo discurso de la intolerancia?
El patriotismo no consiste en colocar una bandera en el balcón, ser demócrata no es meter a quien ponga urnas, ser constitucionalista no es jurar por un rey impuesto por un dictador…
En fin, deberemos acostumbrarnos a esos gestos y palabras de intolerancia, y a contratar a los carpinteros cada vez que los presuntos parlamentarios de la extrema derecha rompan los escaños en que están sentados.
©Paco Arenas -Autor de Magdalenas sin azúcar, la novela que según muchos profesores de historia todos deberíamos leer (AQUÍ los cinco primeros capítulos)