La mirada neozapatista: (hacia y desde) abajo y a la izquierda (por Carlos A. Aguirre Rojas, enero 2010)

Publicado el 03 agosto 2011 por Javiersoriaj

“Zapatistas. El Heriberto queda mirando fijamente el mirar moreno de una foto del general Emiliano Zapata. Lo mira y se mira en esos ojos que reprochan, reclaman, exigen”.
Subcomandante Insurgente Marcos, Abecedario para Escarabajos, 1996.

LA MIRADA QUE ALCANZA MAS LEJOS

Más de 26 años después de su nacimiento, y a 16 años de su saludable y benéfica irrupción pública, nadie duda ya hoy de la relevancia mundial, y sobre todo, de la significación universal del neozapatismo mexicano. Pues a pesar del acoso militar y paramilitar, que se ha intensificado desmesuradamente, y que ha sido sostenido criminalmente por el Estado mexicano durante los últimos tres años, y más allá del silencio cómplice e interesado de los medios masivos de comunicación y de una parte de la intelectualidad mexicana, ese neozapatismo mexicano sigue siendo, actualmente, un referente obligado y una fuente de lecciones y enseñanzas múltiples para todo el vasto conjunto de las luchas anticapitalistas y antisistémicas de todo el planeta, lo mismo en los distintos Foros Sociales Mundiales o en las luchas indígenas de toda América Latina, que en los distintos movimientos sociales radicales que combaten hoy en Europa, en África, en Estados Unidos o en distintas partes de Asia.

Valor y significado universal de la experiencia neozapatista, que entre muchas otras razones, se vincula también al hecho de que ha sido precisamente ese levantamiento del primero de enero de 1994, el movimiento que ha inaugurado el nuevo ciclo mundial de la protesta anticapitalista posterior al derrumbe de 1989 (1) , ciclo planetario que atravesando por las distintas estaciones que representan el Primer Encuentro Intergaláctico por la Humanidad y contra el Neoliberalismo de 1996, y luego las protestas de Seattle de 1999, y las ulteriores de Génova, Praga, Barcelona, etc., y por los diversos Foros Sociales Mundiales, se despliega hasta el día de hoy, en estos difíciles pero esperanzadores comienzos del año de 2010.

Además, y junto a ese rol impulsor inicial de este ciclo de luchas antisistémicas todavía en curso, el neozapatismo ha funcionado también en estos tres lustros recién vividos, como fuente de inspiración y de múltiples lecciones diversas para muchos de esos movimientos anticapitalistas y antisistémicos de todo el mundo, los que lo mismo debaten las enseñanzas de la autonomía zapatista para los movimientos piqueteros argentinos, o las implicaciones de la defensa neozapatista de la “Madre Tierra” para los movimientos de la red mundial del grupo Vía Campesina, que las formas de reinventar y readaptar el “¡Ya Basta!” a las condiciones actuales de Francia, Grecia, Alemania, o Estados Unidos, o también de buscar las similitudes y paralelos de la actual lucha de liberación del pueblo kurdo con la digna lucha indígena neozapatista.

Debatiendo entonces, en Francia por ejemplo, las implicaciones universales del “Mandar Obedeciendo”, o la validez que puede tener para el movimiento indígena colombiano de la región del Cauca, la experiencia pedagógica de las escuelas neozapatistas, o deslumbrándose en Japón con la novedad, agudeza, frescura y profundidad de los discursos de este movimiento indígena mexicano, lo mismo que comparando la experiencia de La Otra Campaña con la de los Foros Sociales Mundiales, o con la iniciativa del MST brasileño para la construcción de un Proyecto Popular para el Brasil Actual, los ecos planetarios de este movimiento neozapatista no cesan de crecer y de multiplicarse, como se refrendó recientemente en los tres Encuentros de los Pueblos Zapatistas con los Pueblos del Mundo, desarrollados entre finales de 2006 y hasta comienzos de 2008, o con el Primer Festival Mundial de la Digna Rabia, de finales de 2008 y comienzos de 2009 (2).

Impacto mundial creciente y multifacético del neozapatismo mexicano, vinculado a la riqueza y al carácter universal de sus principales lecciones, que nos impone entonces la tarea, a los intelectuales y científicos sociales realmente críticos, de analizar más de cerca y con cuidado, tanto sus diversas y complejas prácticas, y sus diferentes experiencias concretas, como también sus principales formulaciones teóricas y sus distintas propuestas analíticas.

Y entre ellas, la de la peculiaridad e implicaciones de la específica “mirada” neozapatista. Porque es interesante constatar que, a partir de que inicia la tercera etapa del itinerario global que constituye la historia de este neozapatismo mexicano (3), en junio de 2005, con la publicación de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, se acentúa y cobra fuerza la tesis neozapatista acerca de la importancia de nuestra mirada, es decir de la relevancia de asumir conscientemente hacia donde queremos mirar, pero también desde donde miramos, y de qué modo singular miramos.

Triple pregunta sobre lo que miramos, el lugar desde el que miramos y el modo de nuestro mirar que en un primer nivel ha sido respondido por ese neozapatismo con la afirmación de que lo que hace falta es mirar abajo y a la izquierda, contraponiendo esta mirada zapatista a la mirada del poder, a la mirada correspondiente y conectada con la ideología dominante y con la reproducción reiterada del actual sistema social capitalista. Porque es precisamente en el momento en el que el digno movimiento indígena neozapatista decide aliarse con todo el vasto abanico de las clases, los grupos y los sectores subalternos de todo México, es decir con todo ese amplio universo de “los de abajo”, para formar con todos ellos el movimiento nacional de La Otra Campaña, cuando se potencia esa insistencia de mirar siempre hacia abajo y desde abajo. Pero también, y en esta misma línea, es justo cuando ese neozapatismo y esa naciente Otra Campaña, se declaran abierta y radicalmente anticapitalistas y antisistémicas, que cobra también mayor vigencia el reclamo de mirar no solo hacia abajo y desde abajo, sino también hacia y desde la izquierda (4).

Mirar abajo y a la izquierda que, como es evidente, tiene un doble significado profundo: el de mirar siempre hacia el abajo de la sociedad, pero también y simultáneamente mirar ese abajo desde el abajo mismo, desde el propio punto de vista de las víctimas, e igualmente, mirar ese abajo y desde abajo, dirigiendo la atención hacia la izquierda, hacia el conflicto, la rebeldía, y el “lado malo de la historia”, pero también desde una óptica de izquierda, desde una perspectiva siempre crítica, emancipatoria y liberadora.

Porque como bien lo ha enseñado ya la historia social de todo el siglo XX, no basta con mirar hacia abajo, tomando como simples “objetos” de estudio a las clases subalternas, a los movimientos sociales, o grupos oprimidos, explotados y discriminados de todo tipo. Esto es necesario pero no es suficiente. Pues si bien es claro que siempre hace falta mirar hacia abajo, es decir mirar con cuidado los problemas, las opresiones, las condiciones, la vida, las vicisitudes, los anhelos, los sueños, los sufrimientos y las esperanzas, la explotación y las humillaciones de los de abajo, también es esencial mirar todo esto no desde el punto de vista despreciativo y autosatisfecho de los poderosos, ni desde el punto de vista semiculpable y/o compasivo de las clases medias, sino desde el punto de vista de las propias víctimas de la historia (5), desde el abajo mismo y desde el horizonte de autopercepción de todos esos grupos, clases y sectores de los subalternos sociales.

Mirar entonces la explotación como injusta ventaja, y al poder y a los ricos como feroces enemigos, asumiendo la opresión y la discriminación como afrentas, y a la ideología y la cultura dominantes como engaño consciente y abierta patraña embustera. Mirar entonces el mundo y los problemas de los de abajo, y del abajo, pero con la mirada misma y con la óptica de esos mismos subalternos de la historia.

Igualmente, si ese mirar hacia abajo y desde el punto de vista de las víctimas es necesario, no es todavía tampoco suficiente para agotar todas las dimensiones de la mirada neozapatista. Pues ese mirar abajo y desde abajo no es indiscriminado, sino que se concentra, conscientemente, en mirar “hacia” el lado izquierdo y “desde” el lado izquierdo de ese mismo universo del abajo. Lado izquierdo que no es otro que el “lado malo” de la historia hegeliana, el lado negativo de la realidad, y por ende su lado disruptor, conflictivo, revelador, dialéctico y finalmente transformador.

Pues al mirar hacia abajo, la mirada neozapatista mira no para buscar la armonía sino el conflicto, no los logros y conquistas sino las ruinas y los escombros que han dejado dichos logros, no la memoria tersa y ordenada sino las contramemorias reprimidas, ahogadas, sofocadas y silenciadas, no la historia lineal, pacífica y falsamente amable, sino la contrahistoria inestable y rasposa que irrumpe al pasar el cepillo de la historia a contrapelo de los hechos investigados. Mirada hacia la izquierda, que hace emerger la contradicción y el eterno conflicto de las cosas y los procesos, y que tal y como nos lo enseñó la Escuela de Frankfurt (6), muestra, junto a la dulce y apetitosa manzana que mordemos, el gusano que ella lleva necesariamente siempre adentro, o a la obra de arte que extasía, como un verdadero y genuino documento de la barbarie en la que esa obra se apoya y de la que ella deriva, o al maravilloso logro de la invención del cine, como una manera complicada y tortuosa pero ineludible de aniquilar y marginar los desarrollos del gran teatro.

Mirada hacia la izquierda que permite hacer evidente el conflicto, la contradicción y el lado malo de la realidad, que también deberá ser una mirada desde la izquierda, y por ende una mirada que hace aflorar esa negatividad siempre presente en los hechos, fenómenos y procesos humanos, para evidenciar también y potenciar conscientemente su dimensión transformadora, su sentido emancipatorio, su lógica liberadora y revolucionaria.

Pues no basta mostrar el conflicto oculto y el lado malo de la sociedad y de la historia, si no somos capaces al mismo tiempo, de ubicar en esa contradicción y en esa negatividad, las semillas promisorias de un futuro no sólo diferente sino también mejor. Por eso, el punto de vista de las víctimas se vuelve, cuando es recuperado desde ese lado izquierdo del abajo, el punto de vista de las víctimas rebeldes, de los oprimidos que luchan y que se liberan, de los explotados que se reapropian de sus medios de producción y eliminan así las bases de su explotación, igual que el de los subalternos de la historia quebrando siempre y de múltiples maneras las diversas formas y figuras de su subalternidad.

Por eso, la mirada neozapatista se organiza para “convertir la lucha de resistencia en lucha de transformación”, y por eso el sentido de las contramemorias populares, es el de mantener vivos y activos los recuerdos que alimentan esa resistencia y ese afán transformador, lo mismo que la contrahistoria es un marro contundente de los oprimidos, no sólo contra las aburridas y vacías versiones de la historia académica oficial, sino también y sobre todo, en contra de la historia real de dominaciones, oprobios y afrentas infligidos por las clases dominantes y hegemónicas contra los dominados y subalternos de ese abajo social. Y por eso, también, el Subcomandante Insurgente Marcos puede resumir el “enseñar a mirar” que es la “complicada pedagogía” de Elías Contreras, ‘Comisión de Investigación’ del EZLN, en su capacidad de comprensión, no sólo de las “víctimas del sistema”, sino más bien y sobre todo de su comprensión de ellas como “las víctimas que se rebelan” en contra de ese mismo sistema capitalista actualmente dominante (7).

Mirada hacia y desde abajo y también hacia y desde la izquierda, que desde esta cuádruple definición no puede ser más que una mirada radicalmente crítica, anticapitalista y antisistémica. Porque desde esta cuádruple determinación, la mirada zapatista parte de ubicar, por ejemplo, la explotación capitalista (mirando hacia abajo), para después asumirla como una injusticia recurrente que hace que el que trabaja mucho viva mal, y el que no trabaja nada viva muy bien (mirando desde abajo), lo que en las condiciones del enorme desarrollo tecnológico actual, que podría ya reducir el trabajo de toda la gente a un mínimo muy pequeño, es un sin sentido flagrante y una obvia contradicción (mirando hacia la izquierda), y que al hacer evidente la irracionalidad de esta escasez artificialmente mantenida y reproducida por el capitalismo, y la potencialidad ya existente pero hoy bloqueada de la cuasiabolición del trabajo humano mediante la automatización de los procesos de trabajo, clama ya por la supresión de esa explotación y por su sustitución por una sociedad realmente libre del yugo de esa actividad laboral (mirando desde la izquierda).

Sentido profundamente anticapitalista y antisistémico de la mirada neozapatista, que naturalmente la emparenta con todas las tradiciones del pensamiento social genuinamente crítico, las que desde Marx y hasta hoy, atraviesan todo el desarrollo de las ciencias sociales de los últimos ciento cincuenta años. Tradiciones críticas que también, nos permiten ahondar un poco en las implicaciones del peculiar modo o manera del mirar neozapatista.

LA MIRADA QUE ILUMINA LO QUE FALTA, LO INCOMPLETO

Si el mirar neozapatista se define como hemos visto, por lo que mira, por mirar el abajo social y por mirarlo en torno de su lado oculto, de su lado conflictivo, malo, izquierdo, o negativo, y se define también por el lugar desde el que mira, desde ese abajo social que es la perspectiva de las víctimas sociales e históricas, que son además víctimas rebeldes e insumisas, y por ende, con un mirar que pone énfasis en descubrir el mañana en el hoy, en hacer aflorar los elementos emancipatorios y liberadores de las acciones y de las prácticas de resistencia y de transformación de esas mismas víctimas, ese mirar neozapatista se define también e igualmente por su peculiar modo de ver, por la manera en la que se mira.

Y esa manera de mirar neozapatista es, y tiene que ser, necesariamente crítica, desconfiada frente a lo existente, alerta frente a lo dado y lo heredado, distanciada frente a lo que parece obvio, natural, evidente, lógico y supuestamente racional. Porque la realidad social en la que ahora vivimos, es una realidad construida por los hombres en largos procesos históricos, y es además una realidad que hoy sigue siendo capitalista, y clasista, y racista, y patriarcal, y sexista, y discriminatoria, y profundamente prehistórica (8). Y por lo tanto, una realidad que expresa todas estas características mencionadas en todo el vasto conjunto de sus discursos, en su lenguaje, en sus diversas formas de concretización práctica, en sus manifestaciones más cotidianas y en toda la gama de sus múltiples encarnaciones.

Por eso, y como nos lo enseñan todas las tradiciones del pensamiento social crítico, desde Marx y hasta Edward Palmer Thompson o Immanuel Wallerstein, esa mirada crítica y distanciada, neozapatista, sólo puede afirmarse si se aventura en el camino de desaprender lo ya aprendido, de impensar sus conceptos y categorías más básicos, de instaurar todo el tiempo, frente a los hechos y fenómenos, y procesos observados y analizados, el procedimiento del “extrañamiento”, de desandar o de rehacer hacia atrás el camino habitual del pensamiento, para rehacerlo de un modo muy otro, por otros caminos, con otra lógica, con otros y muy nuevos y aún no inventados términos, con otras herramientas conceptuales y bajo también muy otros mecanismos de ese mismo pensar o mirar la realidad.

O para decirlo en términos foucaultianos: la mirada neozapatista, que se entronca con, y prolonga claramente a, toda esta tradición del mirar y pensar genuinamente críticos, que fue inaugurada por Marx, no es otra cosa que un primer paso en el camino de la necesaria construcción de un nuevo y muy otro “episteme” no capitalista, no clasista, y no prehistórico (9). Por eso, como afirma el Subcomandante Insurgente Marcos, esa mirada neozapatista mira como a través de un “periscopio invertido”, que en lugar de ver el exterior desde las profundidades del mar, mira más bien hacia lo profundo de la realidad desde y más allá de su superficie, mirando precisamente “al revés” y a contrapelo de la mirada del poder, de la mirada derivada y correlativa a la ideología hegemónica y dominante.

Y además, como una mirada que lejos de concentrarse en un solo punto, mirando solo ‘muy de cerca’ o solo ‘muy de lejos’, es capaz de mirar, alternativa y combinadamente, tanto cerca como lejos, es decir, que es capaz de mirar simultáneamente a los diferentes tiempos de la historia que se concentran en cada momento y circunstancia histórica, discriminando su diversa densidad y su diferente relevancia para la explicación critica de cada presente analizado. Porque, como lo afirma también el Subcomandante Marcos, con una frase que inevitablemente nos recuerda los tiempos históricos braudelianos, “Por entre el mirar se asoman muchos tiempos. Y este mirar tiene color y es moreno su brillo”. Mirada compleja que abarca los diferentes tiempos históricos, y que puede por lo tanto ver al mismo tiempo ‘muy de cerca’ y ‘muy de lejos’, soñando y luchando simultáneamente, sin quedarse estancada en el ahora, pero también sin perder el camino concreto que nos lleva hasta el deseado mañana por el que ahora combatimos: “Va a llegar la noche en que empecemos a caminarla para llegar al día. Si sólo vemos muy cerca, entonces nomás por ahí nos vamos a quedar. Si sólo vemos muy lejos, entonces vamos a tropezarnos mucho y a perder el camino (…) Cuando se sueña hay que ver la estrella allá arriba, pero cuando se lucha hay que ver la mano que señala la estrella. Eso es vivir. Un continuo sube y baja de la mirada” (10).

Mirada densa, múltiple y que es también un mirar al revés, críticamente, o a contrapelo de los hechos, que es la que explica, por ejemplo, el constante uso de los oxymorones dentro del discurso neozapatista. Pues frente a la absurdidad e irracionalidad cada vez más flagrantes y patéticas que caracterizan al pensar dominante, y a la mirada desde el poder, en sus insostenibles afanes de ocultar el actual caos destructivo en que se ha convertido hoy el sistema capitalista mundial, la única alternativa posible es la de la afirmación retadora del pensamiento paradójico, del pensar mediante oxymorones, los que para ser comprendidos nos obligan precisamente a explicitar y a asumir y reconocer los supuestos no asumidos de nuestras categorías más cotidianas, forzándonos a verlas críticamente y bajo una nueva luz totalmente diferente.

Por ejemplo, la idea de un ejército de sombras que lucha para alcanzar la luz que ha de matar a esas mismas sombras, es decir un ejército que lucha para negarse a sí mismo, para crear un mundo en el que no existan y no puedan más existir ejércitos. O también una tierna furia desencadenada, que no nace del enojo y de la negación, sino del amor a los otros y de la profunda afirmación de la vida, lo mismo que una digna rabia, que lejos de querer destruir y arrasar con todo, tiene como su objetivo central el de construir caminos y puentes hacia un mundo nuevo y diferente, no capitalista ni prehistórico.

Mirada neozapatista, crítica y que camina a contrapelo de la mirada del poder, que además de este pensar mediante paradojas y oxymorones, afirma también otros modos de mirar que son radicalmente incompatibles con la mirada capitalista y prehistórica, modos anticapitalistas y antisistémicos de ver, que hunden sus raíces, simultáneamente, tanto en ciertos trazos derivados de la identidad indígena del movimiento neozapatista, como también en varias de las lecciones principales de las tradiciones del pensamiento crítico y de izquierda derivadas de Marx y ya antes mencionadas, trazos y lecciones que como es bien sabido, al combinarse en los años ochenta del siglo pasado, en las hoy muy conocidas montañas del Sureste mexicano, generaron al digno movimiento indígena neozapatista, y con él también a estos otros perfiles de esa misma mirada neozapatista. Por ejemplo, la elección consciente de tratar de mirar el mundo no desde el yo, sino desde el “nosotros”, recreando así una nueva versión moderna de las viejas y antiguas estructuras comunitarias, que reafirma la prevalencia del colectivo sobre los individuos que lo componen, para atajar de raíz todos los excesos absurdos derivados del individualismo egoísta y posesivo propio del mundo capitalista.

O también la noción neozapatista de la naturaleza como “Madre Tierra”, como fuente matriz global de toda la vida humana, que no sólo cuestiona la noción de esa tierra y naturaleza como mercancías, sino que incluso y más allá, plantea la crítica de la idea instrumental y degradada de esa tierra como algo que puede ser convertido en “propiedad” de los seres humanos, sea individual o colectiva, desde una idea de absoluta exterioridad del hombre frente a dicha madre tierra o madre naturaleza. O en otro caso, la idea de la política vinculada a la ética, y estructurada en torno del principio del “Mandar Obedeciendo”, la que rebasa y quiebra completamente la noción actual de la política, separada y vaciada de lo ético, de lo social y de lo histórico, y que afirma cínicamente que “el fin justifica todos los medios”, autoconcibiéndose además como una actividad supuestamente muy compleja y sofisticada, donde los pocos, las elites, los políticos profesionales, detentan el monopolio de un mando despótico y prepotente, y los muchos, los subalternos, los ciudadanos de a pie, se ven forzados a obedecer de modo siempre humillante y vejatorio.

E igualmente, la recuperación del saber popular y del conocimiento a través de indicios, de los que son depositarios el Viejo Antonio y Elías Contreras, y que desafía abiertamente y desmonta las falsas jerarquías del saber erudito, o libresco, o académico, o universitario, como supuestamente “superior” a ese saber popular e indiciario, nacido de la experiencia directa y de la aguda y paciente observación atenta de la realidad, observación decantada muchas veces durante siglos y hasta milenios.

Cuestionamiento profundo de las relaciones y jerarquías establecidas entre las culturas hegemónicas y las culturas subalternas, y también entre los distintos modos de los saberes humanos, que llega hasta el punto del desafío radical absoluto cuando los neozapatistas mexicanos afirman que el lugar del pensamiento es el corazón, y que sentimos con la cabeza, con lo cual ponen en suspenso, incluso, nuestra ancestral y milenaria división entre razón y sentimiento, entre el pensar y el sentir, entre el mundo del conocimiento y el mundo de las emociones. Con lo cual invalidan totalmente la frase del poeta, que expresa el desgarramiento típico del mundo capitalista cuando afirma: “lo que dice la razón, no lo entiende el sentimiento, pues lo que habla el corazón, no lo capta el pensamiento” (11).

Manera de mirar neozapatista, que a partir del uso del oxymoron y del pensamiento paradójico, y apoyada también en estas formas descentradas y anticapitalistas y antisistémicas de abordar los problemas, va a permitir redefinir incluso a los viejos términos, renovando los significados actuales de ideas importantes, que se habían desgastado y vaciado de contenido, como las palabras de democracia, o libertad, o justicia, entre otras.

Pues una vez más, a partir de sus propias prácticas y experiencias concretas de lucha, es que los neozapatistas van a recordarnos que el verdadero significado original de la palabra griega “democracia” es el que corresponde a sus raíces etimológicas directas, que significan el “gobierno del pueblo”. Y no el gobierno sobre el pueblo, o contra el pueblo, pero tampoco el gobierno “para” el pueblo, o “en nombre” del pueblo, o “en representación” del pueblo, sino el gobierno directo y sin mediaciones del propio pueblo. Y como el pueblo es la inmensa mayoría de la población de cualquier grupo humano, ese gobierno directo del pueblo no puede ejercerse más que sobre sí mismo, lo que implica que la democracia, en su verdadero y genuino sentido original, no es otra cosa y no puede ser otra cosa que el autogobierno del pueblo sobre sí mismo.

Autogobierno popular que, lejos de la democracia delegativa, derivativa, representativa y formal que siempre la ha suplantado, se apoya más bien en las formas de la democracia directa, del predominio protagónico central de la Asamblea General, y de la construcción de órganos de gobierno que “Mandan Obedeciendo”, tal y como esa genuina y verdadera democracia existe ya, ahora mismo, en las Juntas de Buen Gobierno y en los Caracoles y comunidades neozapatistas de Chiapas. Redefinición radical y anticapitalista de la democracia, derivada de la mirada neozapatista, que no casualmente se repite y reproduce, con sus variantes concretas y diversas, y con sus especificidades propias de cada lugar, en todos los principales movimientos antisistémicos de toda América Latina (12).

Y es también el modo de mirar neozapatista, el que nos permite quebrar y cuestionar la mentira que encierra, por ejemplo, la idea de justicia defendida desde la mirada del poder. Pues la idea de justicia burguesa, pretende que ella es un conjunto de normas y de reglas que se aplican a todos por igual en nuestra sociedad, una suerte de mecanismo neutral e imparcial, que repartiría “premios” y “castigos”, es decir protección y penas, a los ciudadanos, según su comportamiento singular, según que hayan obrado “bien” o “mal”, correcta o incorrectamente.

Pero esta ilusoria y falsa idea de justicia, olvida el hecho de que aunque supuestamente todos somos “iguales ante la ley”, existen unos pocos que son, para plantearlo en estos términos, “más iguales que otros”. Porque no es igual poder pagar un buen abogado, que conoce pericialmente las leyes, que tener que ser defendido por un abogado de oficio que se aburre y que no se compromete para nada con sus propios defendidos, así como no es lo mismo tener relaciones, influencias, vínculos y poder sobre los jueces, los fiscales, los testigos y hasta sobre los posibles acusadores, que estar solo y desprotegido frente a todo ese aparato jurídico mencionado.

Y todo esto sin considerar quién establece los códigos que discriminan lo que está bien y mal para esas leyes burguesas, las que fueron creadas para defender a los ricos y a su propiedad privada, y para fortalecer a su Estado, y para reproducir a todo el conjunto de su sistema social capitalista, además de para criminalizar abiertamente toda forma de rebeldía, de insumisión, de protesta o de lucha abierta y radical en contra de este mismo capitalismo.

Frente a todo esto, brilla enormemente la noción de justicia neozapatista, que propone, radicalmente, trascender incluso esta forma tosca y limitada de la justicia burguesa, de aplicar un rasero igual a hombres desiguales –idea ya señalada y criticada por Marx, al afirmar que “la justicia, para que sea justa, tiene que ser desigual”—, para proponer en cambio una justicia mucho más inteligente y mucho más “justa”, y en verdad mucho más avanzada, que se basa en el principio de que hay que darle “a cada cual lo que merece, y cada cual merece lo que el espejo le devuelve: él mismo”, lo que implica que hay que ser con los buenos, bueno, con los justos, justo, con los solidarios, solidario, y con los fraternos, fraternal. Pero también y en esa misma lógica, los que han sido malos deberán de cosechar como su resultado la vergüenza y la tristeza, y los que han sido injustos, recibirán a cambio la indiferencia, el aislamiento y la soledad. Aplicación inteligente y muy avanzada de la justicia neozapatista, que se ejemplifica precisamente en el modo en que los zapatistas actuaron en el Juicio Público Popular que le hicieron a Absalón Castellanos, quien había sido un finquero represor muy connotado de Chiapas, y al que ellos tomaron como prisionero de guerra en los primeros días de 1994, para después enjuiciarlo públicamente, y luego liberarlo, condenándolo solamente a la vergüenza pública y a cargar el resto de su vida con esa denuncia y ese conocimiento por parte de todos, de sus malas e injustas y vergonzosas acciones anteriores (13).

Mirada neozapatista, que mira hacia abajo y desde abajo, hacia y desde la izquierda, y de modo crítico, distanciado y a contrapelo, que también nos permite entender algunas de las tomas de posición y algunas de las elecciones importantes recientemente definidas por parte de este mismo neozapatismo mexicano.

…¡YA SE MIRA EL HORIZONTE…!

Si el neozapatismo mexicano elige mirar abajo y a la izquierda, en el sentido ya apuntado, esta elección conlleva también múltiples y distintas implicaciones, de entre las cuales vale la pena subrayar algunas en particular. Por ejemplo, y al optar por el abajo social, lo que se está haciendo es revalorar y reivindicar nuevamente el protagonismo social central y fundamental de la propia base de la pirámide social, de los mismos subalternos, distanciándose así de todo vanguardismo, o sustituismo, o suplantación de esas mismas bases del movimiento social anticapitalista que se persigue construir, con la importante iniciativa de La Otra Campaña.

Pues como lo afirman los compañeros neozapatistas, si son los propios explotados, y excluidos, y discriminados, y humillados, y oprimidos, los que van a arriesgar su persona, su seguridad personal, su empleo, su familia, o eventualmente hasta su propia vida, para luchar por la transformación radical de la sociedad, entonces es a ellos y solo a ellos a los que les corresponde tomar las decisiones fundamentales de todo el movimiento, decidir sus destinos, sus estrategias, sus tácticas, su Programa de Lucha, sus formas de organización y sus distintas formas de acción y de lucha en general. “Devolución”, por decirlo así, del protagonismo central a la base misma del movimiento y de la organización, que además de ser una de las tantas formas de expresión de la muerte de la política que hoy presenciamos –muerte que implica que eso “político” se vacía de contenido, para ir siendo reabsorbido nuevamente por lo propio social (14)—, implica también múltiples redefiniciones, del posible papel de las “vanguardias” dentro de los movimientos, o de la estructura misma de sus organizaciones, o de la relación entre “líderes” y “bases” del movimiento, igual que del posible papel de los intelectuales dentro de esos movimientos. Pero también, de los tiempos y modos de acción de ese movimiento, de las formas de construcción de su Programa, su estrategia y sus tácticas, o hasta de su actitud y postura frente a otros movimientos sociales, o frente a los distintos actores y sectores de su propia sociedad o de otras sociedades diversas.

Pues si recuperamos, también al interior del movimiento, el ejercicio de la democracia directa, del papel central de la Asamblea Universal y del Mandar Obedeciendo, entonces tenemos que eliminar totalmente la idea de una vanguardia que encarna la “conciencia” del movimiento, olvidándonos de creer que un grupo de iluminados, omniscientes y omniconscientes, elabora el análisis crítico de la realidad, y el programa y la estrategia y la táctica, para después “bajarlos” a la base de la organización o del movimiento de masas. Ahora, en cambio, es esa base misma la que cuenta y analiza sus experiencias de lucha, sus fracasos y sus logros, la que reflexiona y decanta esas mismas experiencias en términos generales, y la que define la prioridad y relevancia de sus demandas centrales y de sus objetivos, elaborando así, por estos caminos y desde abajo y a la izquierda, el Programa Nacional de Lucha (15).

Con lo cual, el papel de la vanguardia será ahora, no el de un grupo dirigente de todo el movimiento, sino más bien el del grupo que camina adelante sólo para explorar lo que hay y para comunicárselo después a todo el movimiento. Tal y como hizo la “Comisión Sexta” durante la primera etapa de La Otra Campaña. Y ello, dentro de una estructura o forma de organización, que, al carecer de la antigua jerarquía entre Comités Centrales y bases del Partido, entre líderes que concentraban todo el poder de decisión y bases que solamente ejecutaban en la práctica esas decisiones, puede ser ahora una forma de organización mucho más horizontal y descentralizada, a la vez que menos jerárquica, más desconcentrada y mucho menos piramidal.

Lo que igualmente, redefine el papel de los intelectuales dentro del movimiento. Pues si se reconoce que las decisiones principales corresponden a todo el colectivo, y si además se ha ya revalorado el papel del saber popular y de la economía moral de la multitud, y también de las lecciones y el conocimiento que brotan de la experiencia directa y de la observación atenta de la realidad, entonces el intelectual deja de ser el supuesto depositario de todo el saber y de la omniconsciencia, para convertirse en un compañero que, sencillamente, pone las herramientas intelectuales que ha adquirido y de las que dispone, al servicio del autoanálisis y del trabajo teórico global del movimiento. Pues como lo han planteado también los compañeros neozapatistas, su “teoría” es su propia práctica, lo que entre otros posibles significados, quiere decir también que el saber y la teoría brotan de múltiples fuentes, todas igualmente legítimas y todas también necesarias, y por ende, esa teoría o reflexión, que sin duda requieren de manera central los movimientos, brotará tanto del ejercicio decantado de reflexión de su propia práctica, llevado a cabo por todo el conjunto de sus miembros, como también del intercambio de experiencias entre todos esos miembros, igual que de la observación atenta de la realidad (que no es tampoco patrimonio exclusivo de nadie), o también y finalmente, de la contribución específica de esos intelectuales.

Además, si el protagonismo central le corresponde ahora no a la vanguardia, ni al Comité Central, ni a los líderes, ni a los intelectuales, ni a los teóricos, sino al abajo social en toda su amplitud, entonces es este mismo abajo el que ahora define los tiempos y los modos de su propia acción concreta. Y define entonces su propio calendario, dictado por ejemplo en las condiciones actuales, y para el caso de este neozapatismo mexicano, por la particular maduración del 2010 histórico, no cronológico, y por el crecimiento de su propia organización, del vasto movimiento de La Otra Campaña, y no por el vacío calendario de las elecciones y de las citas electorales determinado por los de arriba, o por las crisis políticas recurrentes y las agitaciones e inútiles pugnas y componendas derivadas de la corrupta realpolitik de toda la clase política mexicana.

Entonces, ese abajo social resitúa el antiguo objetivo central de la toma del poder –a la que naturalmente no renuncia—, dentro de una perspectiva más amplia, que es la de cambiar radicalmente el mundo capitalista actual por otro mundo no capitalista y no prehistórico, ubicando entonces dicha “toma del poder”, como un objetivo intermedio más, entre muchos otros, de la estrategia global del movimiento, que más que querer “tomar el poder”, lucha para revolucionar desde abajo las relaciones mismas y los fundamentos generales de la existencia de ese mismo poder. Tal y como ya lo encarnan y lo ilustran en la práctica las Juntas de Buen Gobierno Neozapatistas, que existen desde hace ya más de seis años. Así, más que “tomar el poder”, y una vez más, fiel a la lógica de mirar hacia y desde abajo, y hacia y desde la izquierda, lo que la mirada neozapatista propone, es ir generando contrapoderes desde abajo y a la izquierda, que fomenten cada vez más la autonomía, la autoorganización y la autoemancipación de todos los colectivos y grupos componentes de ese mismo vasto movimiento.

Lo que finalmente, explica también la actitud del neozapatismo hacia algunos de los procesos que hoy se viven en América Latina. Pues si la mirada neozapatista mira abajo y a la izquierda, entonces lo que a ella le importa no es la personalidad de Hugo Chávez, o la biografía de Evo Morales, o las veleidades de Rafael Correa y sus pugnas de familia, ni tampoco las vacilaciones y claudicaciones de Lula o de Kirchner, o de Lugo, o de Mujica, o etc., sino más bien la maduración y las posibilidades futuras de las clases populares venezolanas, o del Movimiento Indígena Pachacutik y de la Comuna de El Alto bolivianos, o de la CONAIE ecuatoriana, lo mismo que del MST en Brasil, o de los piqueteros argentinos, o de los grupos y clases subalternos de Paraguay o Uruguay. Por eso, como dice el Subcomandante Marcos, “donde otros ven personajes, líderes y héroes, nosotros vemos pueblos enteros, cumpliendo la función de maestros a la distancia, en tiempo, geografía y modo” (16). Tesis que, dicho sea de paso, puede aplicarse hoy al movimiento del SME, mirándolo no desde su tibio y socialdemócrata líder Martín Esparza, que está presto a los arreglos y a las componendas políticas con los de arriba, sino desde abajo, en la resistencia tenaz y en la protesta radical de los miles de combativos trabajadores electricistas recién despedidos, y que no han aceptado, bajo ninguna circunstancia, su liquidación por parte del injusto y arbitrario gobierno mexicano.

Estas son algunas de las principales implicaciones de la mirada neozapatista. De esa mirada que, según el Subcomandante Marcos, es la principal herencia que deja un zapatista: “¿Qué deja un zapatista como herencia a quien sigue?. Una mirada, y con suerte, el sentido del deber que ella implica…” (17). Herencia que nosotros asumimos con entusiasmo, para seguir caminando en pos de un mundo muy otro, no capitalista y no propio de la prehistoria humana. Porque, sin duda alguna, estamos convencidos de que desde esta mirada neozapatista ¡ya se mira el horizonte! de ese otro mundo, nuevo y muy otro, en el que cabrán muchos mundos.

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Ciudad de México, 6 de enero de 2010.

NOTAS

(1) Esta tesis ha sido planteada por Immanuel Wallerstein en varias ocasiones. Al respecto, cfr. varios de sus ensayos, incluidos en su libro Historia y dilemas de los movimientos antisistémicos, Ed. Contrahistorias, México, 2008. También Carlos Antonio Aguirre Rojas, Chiapas, Planeta Tierra, Ed. Contrahistorias, 6ª edición, México, 2010.

(2) Sobre estos ecos planetarios, múltiples, ubicuos y muy diversos del neozapatismo mexicano, cuyas razones sociales e históricas profundas no han sido aún adecuadamente explicadas por los científicos sociales actuales, vale la pena recordar el hecho de que, ya desde 1996, el propio Subcomandante Insurgente Marcos se formulaba la pregunta, la que está aún por responder cabalmente: “¿Qué pasa en las montañas del Sureste mexicano, que encuentra eco y espejo en las calles de Europa, los suburbios de Asia, los campos de América, los pueblos del África y las casas de Oceanía?” en su texto “Un sueño soñado en los cinco continentes” en el libro Crónicas Intergalácticas. Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, Ed. EZLN, México, 1996. Véase también, del mismo Subcomandante Marcos, El sueño zapatista (entrevista con Yvon Le Bot), Ed. Plaza y Janés, Barcelona, 1997, Hermann Bellinghausen, “Revuelta zapatista, ocho años”, en La Jornada, 31 de diciembre de 2001, Raúl Zibechi, “Los impactos del zapatismo en América Latina”, en el diario La fogata digital, en http://www.lafogata.org/zibechi, 2003, y “El zapatismo y América Latina: La Otra y nosotros”, en Contrahistorias, num. 6, México, 2006, Sergio Rodríguez Lascano, “La Sexta: ‘la razón y la ira’”, en Rebeldía, num. 33, julio de 2005, Guiomar Rovira, Zapatistas sin fronteras, Ed. Era, México, 2009, y Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Planeta Tierra: los movimientos antisistémicos hoy” en Revista de Ciencias Sociales, Segunda Época, año 1, num. 16, Quilmes, Argentina, 2009.

(3) Hablamos de tres etapas en la historia del neozapatismo, tratando de seguir el espíritu de la idea que los propios compañeros neozapatistas han propuesto, primero, cuando al celebrar los diez y veinte años de su existencia en 2004, hablaron de dos etapas: la del fuego, que iría desde noviembre de 1983 hasta el primero de enero de 1994, y la de la palabra, desde enero de 1994 hasta ese año de 2004 y un poco después, y luego en el texto de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, donde anuncian claramente el paso a una etapa nueva. Pues es claro que con esa Sexta Declaración se cierra esa etapa comenzada en enero de 1994, la segunda, y se inaugura una fase nueva, la tercera, que da sentido al proyecto hoy en curso de La Otra Campaña. Sobre este punto, cfr. “Sexta Declaración de la Selva Lacandona”, en La Jornada de 29 y 30 de junio y 1 de julio de 2005. También Carlos Antonio Aguirre Rojas “Una aproximación a La Otra Campaña (entrevista)”, en Contrahistorias, num. 7, México, 2006.

(4) Por eso, el Subcomandante Marcos señala que al mirar hacia abajo y a la izquierda “…no es lo mismo mirar desde arriba, que desde el mismo nivel”, agregando luego que “…el que mira hacia abajo desde el mismo nivel y lo hace resistiendo, lo hace para reconocer y reconocerse a sí mismo…” rematando con la idea de que “…ahí no debe acabar esta mirada, (pues) ese reconocimiento y esa identificación se deben organizar para convertir la lucha de resistencia en lucha de transformación”, en su ensayo “Durito y una de miradas y herencias”, en Rebeldía, num. 37, noviembre de 2005.

(5) Punto de vista de las víctimas, tal y como lo han planteado autores como Walter Benjamin, en su Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Ed. Contrahistorias, México, 2005, o Edward Palmer Thompson, en el conjunto de sus ensayos publicados en su libro Costumbres en común, Ed. Crítica, Barcelona, 1995, o también Carlo Ginzburg, en El queso y los gusanos, Ed. Muchnik, Barcelona, 1981, entre otros. Sobre estas tesis de la historia social y esta doble significación de mirar hacia abajo y desde abajo, véase también Carlos Antonio Aguirre Rojas, Antimanual del mal historiador, Ed. Contrahistorias, 13ª edición, México, 2008, y varios de los ensayos incluidos en Retratos para la historia, Ed. Contrahistorias, México, 2006.

(6) Sobre estos aportes de la Escuela de Frankfurt, véase el num. 9 de la revista Contrahistorias, México, 2007.

(7) Véanse estas afirmaciones en el texto del Subcomandante Insurgente Marcos, “Una certeza, dos dudas y una carta inconclusa”, en Rebeldía, num. 43, junio de 2006, pp. 69 y 70. Véase también, Sergio Rodríguez Lascano, “¿Otra teoría? Sí, abajo y a la izquierda” en Rebeldía, num. 41, abril de 2006.

(8) En el sentido preciso en el que Marx ha hablado de todas las sociedades humanas basadas en la división en clases sociales, como partes de la larga prehistoria de la humanidad, como parte del claro predominio del “Reino de la Necesidad” dentro de la historia. Recordando, además que, felizmente, el capitalismo es la última etapa histórica de esa larga prehistoria humana. Al respecto cfr. Carlos Marx, El Capital, 8 volúmenes, Ed. Siglo XXI, México, 1975-1981, y Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Grundrisse, 3 volúmenes, Ed. Siglo XXI, México, 1971-1976. Sobre algunas de las implicaciones importantes de esta tesis, que determinan que los actuales movimientos sociales no sean solamente anticapitalistas, sino también necesariamente antisistémicos, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, “La Digna Rabia: tan anticapitalista como también radicalmente antisistémica”, en Contrahistorias, num. 13, México, 2009.

(9) Para este concepto de “episteme”, cfr. Michel Foucault, Las palabras y las cosas, Ed. Siglo XXI, México, 1968. Y pensamos que la riqueza enorme de toda la obra foucaultiana, reside precisamente en su inagotable capacidad de disolver críticamente la falsa lógica y la supuesta “naturalidad” de muchos de nuestros conceptos y categorías más habituales, como los de “locura”, o “justicia”, o “ciencia”, o ”poder”, o “gobierno”, o “sexualidad”, entre muchos otros. Sobre este punto, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, “Michel Foucault en el espejo de Clío”, en el libro Retratos para la historia, ya antes citado.

(10) Para las dos citas que se incluyen en este último párrafo, cfr. Subcomandante Insurgente Marcos, “Abecedario para Escarabajos” en Rebeldía, num. 2, México, 2002, pag. 8, y “Las políticas y las bolsas (las nuestras y las de ellos)” en el libro Crónicas Intergalácticas. Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, antes ya citado.

(11) Sobre los ejemplos mencionados en los últimos cuatro párrafos, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, Mandar obedeciendo. Las lecciones políticas del neozapatismo mexicano, Ed. Contrahistorias, 5ª edición, México, 2010, y también “Los movimientos antisistémicos de América Latina y su lucha por la tierra en el siglo XXI”, en Contrahistorias, num. 13, México, 2009.

(12) Sobre este punto particular, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, América Latina en la encrucijada, Ed. Contrahistorias, 7ª edición, México, 2009, y en especial el Apéndice num. 2, “La nueva democracia de los nuevos movimientos antisistémicos de América Latina”, en las páginas 159-188.

(13) Sobre esta idea neozapatista de la justicia, cfr. Subcomandante Insurgente Marcos, “Luchamos, lucharemos, venceremos” en Rebeldía, num. 43, junio de 2006, y también “La historia de las palabras”, dentro del relato número X, en el libro Relatos del Viejo Antonio, Ed. CIACH, México, 1999. Y pensamos que no es una casualidad que esta postura neozapatista coincida muy de cerca, tanto con la mencionada idea de Marx, desarrollada en su Crítica del Programa de Gotha, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1978, como también con las tesis de Michel Foucault, en Vigilar y castigar, Ed. Siglo XXI, México, 1993, o de Edward Palmer Thompson, en su texto “El imperio de la ley”, en el libro Thompson. Obra esencial, Ed. Crítica, Barcelona, 2002.

(14) Sobre esta tesis de la muerte de la política, cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, “La otra política de La Otra Campaña” en Contrahistorias, num. 6, México, 2006.

(15) Sobre este proceso, hoy todavía abierto, de esa construcción desde abajo y a la izquierda del Programa Nacional de Lucha, cfr. el número 10 de la revista Contrahistorias, México, 2008.

(16) Para esta cita, cfr. Subcomandante Insurgente Marcos, “Dos políticas y una ética”, en Rebeldía, num. 53, junio de 2007, p. 7. Sobre las tesis referidas en torno a América Latina, cfr. del mismo Subcomandante Marcos, “De redentores e irredentos”, en Rebeldía, num. 54, julio de 2007, y también la entrevista realizada por Sergio Rodríguez Lazcano, “El elemento extra: la organización”, en Rebeldía, num. 42, mayo de 2006. Véase también Carlos Antonio Aguirre Rojas, América Latina en la encrucijada, ya antes mencionado.

(17) Cfr. Subcomandante Insurgente Marcos, “Durito y una de miradas y herencias”, en Rebeldía, num. 37, noviembre de 2005, pag. 3.

Por Carlos Antonio Aguirre Rojas

Fuente: www.europazapatista.org