En la década de 1950 el Museo Británico adquirió un antiguo cáliz de vidrio llamado la Copa de Licurgo, llamada así por su descripción del triunfo de Dioniso sobre el rey Licurgo de Tracia, el cual se muestra enredado en vides de uva, en la superficie exterior de la copa. La artesanía es excelente, el interior es liso mientras que el exterior ha sido minuciosamente tallado y grabado al agua fuerte para crear una estructura en forma de jaula decorativa alrededor de la copa interna. Esta clase de vasos romanos son conocidos como vasos de jaula, y se hicieron sobre todo durante el siglo cuarto A.C. Han llegado hasta nosotros aproximadamente una cincuentena de copas más o menos procedentes de diversas excavaciones arqueológicas, sobre todo en fragmentos, pero sólo unas pocas casi completas. La Copa Licurgo es uno de estos vasos romanos mejor conservados.
Estas copas eran extremadamente difíciles de hacer y sin duda muy caras, pero este espécimen en particular se distingue porque muestra un extraño fenómeno óptico que había dejado perplejos a los expertos durante décadas. Bajo condiciones normales de iluminación, el vidrio se ve de color verde jade, pero cuando se ilumina desde atrás, se vuelve de color rojo rubí. Inicialmente, los expertos no estaban seguros de si la copa era de vidrio o era una piedra preciosa. No fue hasta 1990 cuando los investigadores descubrieron cómo funcionaban esos extraños cambios de color.
Parece ser que el vidrio contiene cantidades minúsculas de partículas de oro y de plata que han sido molidas tan finamente que su diametro sólo mide 50 manómetros, o menos de una milésima del tamaño de un grano de sal. Las cantidades implicadas son tan pequeñas (330 partes por millón de plata y 40 partes por millón de oro), que los investigadores especulan que el vidrio podría haberse contaminado accidentalmente con polvo de oro y plata, y que los fabricantes del vidrio ni siquiera se habrían dado cuenta de esta contaminación. Sin embargo, el descubrimiento de otras piezas de vidrio con la misma proporción de dichos metales en su composición demuesta que el vidrio fue fabricado de esa manera deliberadamente. De alguna manera, los antiguos vidrieros romanos se dieron cuenta de que cuando la luz golpea el vidrio incrustado con las partículas más pequeñas de oro y plata, se altera el color del vidrio. La ciencia moderna tiene un nombre para este efecto, dicroismo, y el vidrio que presenta este fenómeno se conoce como vidrio dicroico.
Pero este no es el final de la historia. La simple adición de oro y plata al vidrio no produciría estas propiedades ópticas únicas. Para que se produczaca el fenómeno antes descrito es necerario que las partículas de oro y plata formen cristales submicroscópicas o coloides. Son estos coloides los que dan lugar a la dispersión de luz que da como resultado efectos dicroicos.
La adición de metales u óxidos metálicos al vidrio de color no era desconocido para los fabricantes de vidrio romanos. Por ejemplo, los vidrios opacos rojos y marrones eran fabricados mediante la adición de cobre. Sin embargo, colorear vidrio utilizando oro y plata estaba lejos de ser algo rutinario y era algo muy complicado. En el proceso entraban en juego un gran número de factores que había que controlar perfectamente, como la concentración de los metales y el tamaño de las partículas, estados de oxidación de ciertos elementos, el tiempo y la temperatura de la cocción y, probablemente, la atmósfera durante el horneado. Es poco probable que los romanos fueran capaces de entender todo este proceso, sobre todo si tenemos en cuenta que ocurrió hace 1.600 años, cuando la tecnología era muy restringida.
La incapacidad de controlar el proceso de coloración explica por qué esta tecnología nunca se desarrolló más allá del siglo IV después de Cristo. La Copa Licurgo es un ejemplo excepcional y es uno de los objetos de vidrio técnicamente más sofisticados realizados antes de la era moderna.
Existen otros ejemplos de uso de la nanotecnología en la historia antigua. El pueblo maya producía un pigmento azul resistente a la corrosión conocido como Azul Maya resistente a la luz, a la biocorrosión y al calor moderado, no se decolora ante el ácido nítrico concentrado, los álcalis ni los solventes orgánicos, y los murales ejecutados con él han tolerado bien la humedad durante cientos de años. Las espadas de acero de Damasco, un acero con muy alto contenido de carbono, en una pureza y resistencia desconocida en la época. Estas espadas se produjeron en el Medio Oriente entre los siglos III y XVII.
La presencia de nanopartículas en estos materiales, sin embargo, no significa que los pueblos antiguos supieran nada sobre nanotecnología.
Ian Freestone, del Instituto de Arqueología de la Universidad College de Londres, que estudió la copa de Licurgo, cree que estos antiguos artesanos “eran muy hábiles pero no eran expertos en nanotecnología.”. “No sabían que estaban trabajando a nanoescala".
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