Desde tiempos adolescentes me hacía preguntas sobre el sentido de la vida, del sufrimiento y de la muerte y de ahí, pasando por las experiencias vividas, la literatura, el arte e incluso la ciencia, quise ahondar un poco más en la comprensión de nuestra realidad, más allá de lo aparentemente evidente. Y sin saberlo, incluso teniendo inicialmente un gran escepticismo, me topé con la mística, como un camino más de experiencia, de comprensión, de profundización en el sentido de la existencia y sobre todo en una nueva percepción de la vida, renovadora y sanadora.
Ahora, después de haber pasado unos años, me veo preparando una ponencia sobre la mística en la psicoterapia, para el congreso de septiembre sobre Antropología, Psicología y Espiritualidad. Después de poner tan arriesgado título a una ponencia, me decía a mí misma que menudo lío en el que me había metido. Ahora, ya entrando en materia, y explorando un poco acerca de la mística, me encuentro con la fascinación ante un nuevo mundo de experiencias posibles, ante mis ojos (y no solo el de la carne o el de la mente, sino también ante el del espíritu). A la vez, compruebo, no sin asombro, que la cantidad de científicos interesados en cuestiones espirituales, va en aumento, en la actualidad. Por ejemplo, dentro del ámbito de la Psicología y de la Psiquiatría, es cada vez más frecuente tener en consideración cuestiones espirituales, tanto para estudiar al ser humano, como para ayudarle a superar sus dificultades. Incluso se ha creado una disciplina llamada Neuroteología.
Así que, me arriesgo a plantear tan extraña cuestión y me encuentro más belleza que complicación (como temí inicialmente), al abordarla. Al estar en ello, algo me empuja a compartir un poco de esta maravilla. Pues si la mística es como plantea Evelyn Underhill, en su libro “La mística”, algo que nos podría ayudar a superar los hábitos del pensamiento ordinario e incluso podría llevarnos a la superación de las filosofías naturalista, idealista y escéptica, no está nada mal. Y si además, la mística nos puede abrir el pensamiento al orden de realidad de los valores trascendentes (la Verdad, la Bondad y la Belleza) y nos permite la conexión con algo profundo, que es un algo misterioso que hay en nosotros, que sería el santuario más íntimo del ser personal, la raíz más profunda de su amor y de su ser, y otras muchas posibilidades de plenitud vital. ¿Por qué no seguir investigando sobre ello?
Y os dejo, para compartir un poco más, otra bella reflexión de este libro de Underhill:
“Los misterios de la vida tienen lugar de manera tan suave… que el hombre natural apenas se sorprende por la diaria y radiante revelación de la sabiduría y el amor infinitos. Únicamente la dura costra de la conciencia superficial la oculta de nuestra visión normal.” La pregunta ahora, es como hace el místico para captar esa sabiduría y amor infinitos, pues si se puede ver así la realidad, se deben superar muchas dificultades. Según la autora, el centro de comprensión de la mística es el amor. Por lo que supongo que si practicamos un poco de esto, y cuanto más mejor, quizás lleguemos a vislumbrar la realidad de esta forma.
Para terminar os dejo una interesante reflexión de Albert Einstein, que enlaza con lo que estoy planteando:
"La emoción más bella y profunda que podemos experimentar es la sensación de lo místico. Es la semilla de la auténtica ciencia. Al que le resulte extraña esta emoción (aquel que ya no es capaz de sentir un respeto reverencial), más le valdría estar muerto. Esa convicción profundamente emocional, de la presencia de un poder racional superior, que se revela en el universo incomprensible conforma mi idea de Dios."