Revista Arte

La mixtificación del destino; los caminos azarosos, pero voluntarios, encontrados, decididos.

Por Artepoesia
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Elegir es el único destino. Lo hacemos siempre, aun cuando no creamos hacerlo del todo. Es, incluso, como cuando vamos por un camino, éste nos lleva también sin saber nosotros a dónde nos lleva del todo. Vamos por un sendero dibujado ya antes, desconocido por nuevo, aturdidor por momentos, ansioso, ignorado del todo; sin embargo, éste es, éste, el que hemos elegido. A veces, otras veces, no elegimos salvo únicamente la dirección, la orientación hacia dónde la brújula indique su demora, pero, nada más, sin saber nunca otra cosa, sin saber el destino, el destino querido -por sabido antes-, y final. Otras, sí sabemos a dónde nos llevan las pisadas, las nuestras, aunque éstas no nos prometan nada, no nos sirvan ya, luego, siquiera, ni para volver. 
Pero es que lo único importante es el camino en sí, el andar, hacia adelante, hacia ese final, que no existe de por sí tampoco, pero que es el que será. En todos los senderos hay, existe ya, una justificación para admirar, para recordar, para desear, para enmendar incluso, para... ¿Qué más dá? Lo seguro es que nos llevará, nos dejará surcar sus rémoras, nos maltratará en ocasiones, también nos maravillará en otras. Cualquier elección será valiosa, porque cualquier elección será la elegida. Porque es elegir, elegir, aunque no lo creamos hacer. Pero no nos engañemos, nada de lo que elijamos será lo que, entonces, queríamos ya elegir, quizás porque nada de lo elegible será lo que nunca nos merezcamos además. 
Recorrer el camino, llegar al cruce, mirar a ambos lados, y elegir, esto es todo lo que nos pide la encrucijada. Por que luego, cuando hayamos decidido, sólo habrá que caminar, caminar y caminar. Es tan simple, bendecido, extraordinario, alentador y natural como eso. Porque cualquier sendero oculta sus singladuras, sus traviesas curvas, sus afanes descubiertos tras la sombra de algún recodo incómodo y depredador. Todos los caminos ocultan sinrazones, esperpentas bajadas y sinuosas subidas. Todos nos cansan, nos acomodan, nos aman y nos decepcionan. ¡Qué más dá! Lo que sólo importa es que nos sirven, nos sirven para vivir, para descubrir, para acudir, para sentir. Para sentir, al fin, que hemos, alguna vez, elegido.
(Cuadro Camino y colinas con castaños, 1978, del pintor español Godofredo Ortega Muñoz; Óleo Orillas del Marne, 1864, del pintor impresionista Camille Pisarro, Escocia; Pintura de Paul Cezanne, Camino Forestal, 1906, USA; Óleo de Vincent Van Gogh, Camino de Montmatre, 1886, Amsterdam; Cuadro de Dalí, El camino a Port Lligat, 1923; Óleo Camino a Louveciennes, 1870, del pintor impresionista Monet, Particular; Pintura del pintor estadounidense Edward Hopper, Carretera en Maine, 1914; Cuadro del pintor español Godofredo Ortega Muñoz, 1905-1982, Cruce de Caminos, 1980)

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