Un análisis útil para la sociedad sobre la sucesión de regates en corto a los que asistimos desde la publicación de la sentencia sobre la corrupción en el PP, tiene que preguntarse por el interés general tantas veces invocado en vano. Mucho me temo que la primera víctima de la moción de censura contra Rajoy y las consiguientes reacciones está siendo precisamente el interés de los ciudadanos. Me explico: de prisa y corriendo, sin encomendarse siquiera a su Ejecutiva, el PSOE presenta censura pensando seguramente menos en Rajoy que en obligar a Rivera a retratarse; los naranjas, pillados a contrapie, se descuelgan con la perla de la moción instrumental que conduzca a la convocatoria de elecciones y Pablo Iglesias, vestido con piel de cordero, ofrece apoyo incondicional a Sánchez con la esperanza de que se abrace en su propia ansiedad por ser presidente. El líder del PSOE se enroca en su negativa a negociar nada con nadie y pide un cheque en blanco y la fe del carbonero en el programa socialista. Su gobierno monocolor carecería de la más mínima estabilidad pero eso no parece que importe demasiado si hay suerte y consigue pasar una temporada en La Moncloa hasta que las encuestas aconsejen convocar elecciones.
Si la corrupción en el PP es tan grave como dicen Ciudadanos, PSOE y Podemos que es y confirman los fallos judiciales y se adivina por los casos pendientes de juicio, Sánchez, Rivera e Iglesias deberían encerrarse en una habitación y no salir hasta que hayan llegado a un acuerdo para formar un gobierno alternativo al del PP. No me cabe duda de que si no lo han hecho ni hay esperanza alguna de que lo vayan a hacer, es porque no es el interés general el que les guía ni el que les mueve sino el único y exclusivo de sus respectivos partidos. Aunque para certezas la que tengo sobre el único beneficiado una vez más del juego de manos entre los tres partidos cuyos votos bastarían para producir el deseado cambio político que pregonan a diario. ¿Es necesario que diga de quién hablo?