Y no pasa en un solo caso. La cosa es que siempre hay un motivo, aunque muchas veces uno no lo conozca, para que algo sea de una cierta forma. El principal ejemplo y detonante de este pensamiento parte de un vinazo espectacular que en su día hizo a muchos (no a todos, por lo puntuado este año en TWA) girar la mirada en dirección a los tintos Rías Baixas y a sus variedades de procedencia. Caiño, Sousón, Brancellao... unas perfectas desconocidas que saltaban a la palestra formando parte del Torroxal Tinto de 2004. Un vino complejo, que me obligó a interminables explicaciones a clientes y amigos sobre porqué "este albariño es tinto". Un "albariño tinto", así mismo lo definían. Que tiempos...
Hay muchos casos similares. De la lista de vinos que en 2008 me gustaban, de pequeños productores y con identidad y filosofía compartida hoy muy pocos me siguen pareciendo buenos vinos, interesantes o merecedores de comentario. He cambiado yo, seguro, pero han cambiado ellos y algunos mucho. Detrás de ese cambio hay razones variadas. Cambios de gestión, cambios de propiedad o de enólogo, cambios económicos o empujados por el mercado. Vinos de los que se hacían 10.000 botellas (albariños, sin ir mas lejos) pasaron a tener añadas de 180.000 en un par de vendimias. Vinos de viñedo propio multiplicaron su producción comprando uva. Ojo, no unos quilos, no. Mas del 75% de su actual producción.
Se que hay gente "afilando canino" y esperando a que empiece a citar bodegas y vinos. No, hoy no toca. Las razones de cada uno para convertir un gran albariño, por ejemplo, en uno mediocre con una botella rococó tienen muchos origenes y hasta justificaciones. Es muy difícil vender vino, mucho mas hacerlo desde la humildad y las estrecheces de quien empieza y embotella, por ejemplo, 5.000 botellas de un tinto y muchas mas desde cualquier sitio que no sea la Ribera o la Rioja. Cuando uno tiene que pagar facturas, impuestos y deuda no piensa en el campo, la viña y el respeto al terruño. Piensa en vender. Y ese no es el mejor escenario para la filosofía, lo biodinámico o para pensar en recortar quilos por el bien de la calidad. Dicho todo esto, quiero romper una lanza por Bernardo Estévez (Issue, Mai...) que es la pura demostración de que se puede poner por delante el campo, la viña y el vino. Por delante hasta de la comodidad de uno mismo y de los suyos.
Hace unos dias probé un Refugallo de 2009 (tinto de Dominio do Bibei). Recuerdo claramente que este vino no me gustó cuando lo probé en 2011. Y sin embargo, tres años después, es un buen vino. No voy a exagerar. Es un buen vino, punto. Pero es que era un vino mediocre, al menos para mi. Este mismo. Y sin embargo ahora no.
Decía Becquer que "El mundo es un absurdo animado que rueda en el vacio para asombro de sus habitantes". No se en general, pero en el mundo del vino es así. Las cosas pasan y en general nadie sabe muy bien porqué. Nadie sabe muy bien porqué lo que era un buen vino en 2008, por ejemplo, termina siendo uno mas del montón en 2014. Pero así es y ese es el reto.
Seguro que quedan aún en las bodegas de algunos restaurantes botellas sueltas de Torroxal 2004. Nadie les presta atención, como a aquel A Torna dos Pasas de 2001 (el Ribeiro tinto básico de Luis Anxo Rodríguez) que una vez degustamos yo y su distribuidor en la ciudad en un restaurante coruñes. Una botella que a nadie llamó la atención en la carta de aquel transitado restaurante. Otro tinto mas que no le importa a nadie pero que, como el Torroxal, es guardián de unos inicios que algunos ignoraron sistemáticamente. Una web, por ejemplo, le otorgaba entonces 12.5 puntos sobre 20 y decía que para disfrutarlo había que bebérselo ya, en 2007. Si, si, esa web. No ese catador, pero si esa web.
La moda amigos. Esa hijaputa.
* Fotos del fondo del blog y de mi autoría.