La moda comenzada por los piojos

Publicado el 03 febrero 2022 por Tdi @RLIBlog


Las modas pueden hacer perder la cabeza y suelen estar lideradas por personas influyentes, como miembros de la familia real. Sus seguidores pueden mostrar un fanatismo ciego y popularizar el ridículo. Todas tienen en común que surgen espontánea e inesperadamente, sin buscarlo. Esto es lo que le ocurrió a la familia real portuguesa en su huida de Napoleón.

Todo comenzó motivado con las tensiones políticas de Portugal, dividida entre su alianza con Gran Bretaña y las amenazas de Francia, que había bloqueado el comercio continental con las islas británicas. El príncipe regente Juan VI intentó jugar a dos bandas para no perder el favor de los ingleses y evitar una invasión francesa. Desgraciadamente para Portugal, y posteriormente para España, el 27 de octubre de 1807 se firmó el tratado de Fontainebleau entre Manuel Godoy y Napoleón Bonaparte. Este permitiría el paso de las tropas francesas y el reparto del territorio portugués. Para principios de noviembre, el monarca portugués descubrió que el general Jean-Ancoche Junot había dejado Bayona con 23 000 hombres con destino a Portugal. El 23 de noviembre ya había cruzado la frontera portuguesa y estaban a cuatro días de Lisboa. Al día siguiente, el príncipe regente Juan VI decidió dejar el reino ante la imposibilidad de mantenerlo como súbdito de Francia. Entre la mañana del 25 de la noche del 27, entre 10 000 y 15 000 personas, incluyendo a la familia real, políticos, jueces, tesoreros, altos cargos militares, eclesiásticos, aristócratas, siervos, funcionarios, profesionales y hombres de negocios embarcaron en el Principe Real, ocho navíos de línea, ocho buques de guerra menores y 30 navíos mercantes. También transportaron el tesoro real, los archivos del gobierno y varias bibliotecas, incluyendo la Biblioteca Real de Ajuda. Finalmente, zarparon con viento favorable el 29 de noviembre, un día antes de la llegada de Junot.


El viaje claramente no fue de placer. Hacinados, sufrieron de falta de comida y agua, especialmente en las latitudes de caballo. Además, debido a las distintas características de las embarcaciones, era complicado mantener la cohesión de un convoy entre tormentas, ventiscas y niebla. Los miles de tripulantes sufrían nauseas y se asustaban con los ruidos de las olas contra la madera. No solo eso, sino que hubo un brote de piojos en el Alfonso de Albuquerque, donde viajaban Carlota Joaquina de Borbón, esposa de Juan VI, y sus hijas, que les obligó a raparse el pelo y tirar al mar las pelucas. Entonces se les untó en la cabeza manteca de cerdo y polvo antiséptico. Para cubrirse, se improvisaron turbantes con sábanas de la marina británica que la escoltaba.

El 22 de enero llegó a Salvador de Bahía el barco con el príncipe regente y su madre María I, quienes posteriormente partirían hacia Río de Janeiro, que entonces era la capital del virreinato y que pasaría a ser la capital del reino. Con Río como centro del imperio, atraería a viajeros, científicos y artistas de Europa. Esta influencia cultural europa comenzaría con la producida por los piojos. En marzo llegaron Carlota Joaquina y sus hijas, que viajaron en una embarcación distinta a su esposo e hijos.


En el palacio en el barrio carioca de Botafogo, separada de su marido por sus eternas disputas, Carlota Joaquina celebraba bailes al estilo europeo, que atrajeron a las mujeres eurobrasileñas de diplomáticos, comerciantes extranjeros y a las hijas y esposas de quienes querían ingresar en los círculos sociales reales. Las brasileñas y portuguesas comenzaron a imitar sus gorros emplumados, las telas gruesas, cuellos altos y las abundantes enaguas. Creyendo que era una moda europea, en lugar de un tratamiento para los piojos, también imitaron el pelo corto y los turbantes con los que llegaron Carlota Joaquina y sus hijas. De esta manera llegó un complemento que se integró como parte de la identidad de las brasileñas.

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