Imagínense que llegan a su centro comercial y les ofrecen “probarse” un ataúd. Uno se mete, deja que le cubran con una mantita y que después, le cierren la tapa. Ya sólo les queda que un amigo les diga si se les ve bien a través de la ventanita para la cara y ya lo tienen: su futuro ataúd, listo para llevárselo a casa. ¿Más preparativos para su muerte? Pueden pasarse por un seminario donde les enseñan cómo redactar un buen testamento.
En Japón todo es posible y más en el negocio funerario, que se ha cuadruplicado en los últimos años, según enveje su población. “La gente no quiere que su muerte se convierta en un engorro para sus familias”, explica el responsable del departamento de funerales. “Asi que, cada vez, dejan las cosas más planificadas”, sentencia.
Es el caso de Miyazaki. A sus 78 años ha decidido acicalarse para hacerse unas fotos muy especiales: las que pondrá en su esquela y el día de su funeral. “A mi edad, uno ya se da cuenta de que toca pensar en todas estas cosas”, explica. Y para los que buscan lo último en moda funeraria: un cementerio digital. Uno pasa su tarjeta y miles de budas se iluminan. El único que parpadee, será el suyo, donde reposen sus cenizas.
“Me da mucha paz saber que cuando me muera voy a estar rodeado de tanta gente”, confiesa un visitante que ya ha contratado su huequito en el templo. Una buena solución para la escasez de cementerios en la capital, Tokio, donde los precios estratosféricos de los nichos están forzando soluciones así de “brillantes”, literalmente.
FUENTE: ElCorreo