Hay discusión en casa. A mí me gusta la voz de David. A ella no. Pero me gusta aún más lo que me cantan. Esa forma de ver el mundo, de desafiar a la vida convencional. Hay consenso ahí.
Ser un grupo de siete pavos en camiseta no es convencional. Con el frío que hace. Una banda de rock que hace folk. Una pequeña E Street Band. Es mucho más bonito Burgos que Nueva Jersey.
Me ronda una idea con La M.O.D.A. hace tiempo. No sé escribirla bien. Es que antes eran los que te ponían el pub del revés de la fiesta que te montaban. Pero se acabó la fiesta.
93 compases para no caer de pie. Siempre piensas que vas a caer de pie. Hasta que te ves en el suelo entre dos coches porque te falló el tobillo. Andan vendiendo en el mercadeo lo que yo no quiero ser.
De manera que ahora lo que hacen es tocar para los que barren. Los que friegan. Los que recogen los trocitos de vasos rotos. Los que amontonan las sillas y las mesas. A esos nadie las canta.
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Cómo suena en vivo ese bombo de 93 compases. Cómo raspa la voz de David. Es una bomba lapa que no sabías que te habían puesto. Y explota. Y ves la explosión desde fuera a cámara lenta. Estáis bien. En el pub siguen apilando sillas.
Pero tú ya vas conduciendo y llorando. Porque, vamos a ver, ¿acaso la vida no es otra cosa que conducir llorando y poner el limpiaparabrisas a mayor o menor velocidad? Mola contemplar las gotas de lluvia cayendo despacito mientras conduces. Tiene su ciencia eso.
Anochece muy temprano en Carabanchel. Donde vivimos 42 años y jugamos a ser niños. Sigo allí, en los bloques blancos. Aquí nos confinaron hace doce meses. Hemos sido tantas cosas. Han tirado hasta el Vicente Calderón. No nos deja espacio la realidad.
Somos, y es verdad, el colectivo nostalgia. Miro al cielo azul por la ventana y creo que lo he perdido todo. Por fortuna, no formo parte de ninguna ola de las chungas. Sigo en pie, aunque dolorido. Imagino que el ruido de los coches es el mar.
Corro habitualmente por el solar de la cárcel de Carabanchel y escucho a La MODA. Me pesan los años y las canciones gordas. Cruzas los dedos, como si el resto del mundo no tuviese miedo. Escucho los gritos de los presos porque, sabes, solo pienso en ti. Bailando un vals.