La Molla.- Yo y mis (sin)razones

Por Cultibar

Siempre pensamos que en la vida un plan es necesario para empezar algo. Nos han vendido que un plan meticuloso y detallado es la clave del éxito. Que los business plan se estudian, que el entorno es necesario, que sólo con ilusión y base no se triunfa en un mundo medido. Todo planificación, todo estudiado, hasta que la falta (o sobra) de razones de un maño se cruza en tu camino. Hablamos de Juan Ramón Villalba y La Molla, hablaríamos de tantos otros soñadores, caballeros blancos del Libro de la Buena Suerte que tiran el "all in" sin mirar demasiado sus cartas. Saben jugar a póquer, no necesitan adivinar las cartas o muecas de sus adversarios para creer y apostar. Sin Quijotes, Barcelona y el mundo no tendrían sentido, tampoco gastronómico.

Dirección: Tenor Masini, 20
Precio medio: 15€. Menú del día: 12,90. Plato del día: 8€. Canelón XL, 8,90€; tortilla atemporal, 4,90€; croquetas de rostit, 4,90€; zamburiñas con mantequilla de hierbas, 7,90€: arroz sin ley, 10,90.
Imprescindible: Optar por la merluza con mayonesa cítrica y chips vegetales y sentirte inglés apostando ante un fish and chips.
Horario: Abierto mediodía y noche de martes a sábado.

Según Cultibar

La Molla ocupa el local que dejó huérfano el restaurante El Pràctic, el peruano que sorprendió y cuyo legado no es más que un cambio de nombre en el registro para Villalba. Con experiencia culinaria en El Celler de Can Roca o Rías de Galicia, sabe de producto y no mira atrás. Le preguntamos por qué aquí y responde que no buscaba un barrio en particular. Priorizaba el local, la esencia, su futura casa, nada de una zona o público determinado. Quien quiera venir al Sants profundo lo hará. Aquí sus razones.

Con su currículum, piensas en platos de nombres largos y florituras. Nada de eso. "Todo llegará". De momento, no se esclaviza a un estilo de cocina. Mezcla irracional, puro corazón. Cocinar sin límites pero con coherencia gustativa. Cocina de mercado y tradicional (rabo de toro, cochinillo, capipota) y con nombres divertidos que dan versatilidad: aires gallegos (pulpo, lacón, patata...), tortilla atemporal (a la francesa, de patatas, con productos varios...), arroz sin ley (a su discreción, de carne, pescado, paella...). Versatilidad y juego de camareros, que comentan previamente. También es cocina con sabor y presencia, como el huevo en su nido, éste con puerro frito y sobre una crema de queso.

Sin pensarlo demasiado, La Molla no es un restaurante vegetariano pero la falta de storytelling también consigue que éstos tengan su lugar mediante croquetas veggies, con tomate seco y champiñones, o la ensalada de quinoa, crudités y tzatziki. Volvemos al concepto. "Tengo amigos vegetarianos y también quiero que vengan". Sin más. Razones de hielo que se trasladan a una decoración minimalista sin barra, que gana en interés en el llamémosle reservado creado a un lado. "Aquí se viene a comer". Va con trío de ases en un hold'em con sólo siete números.

Es la propuesta sincera de Juan Ramón, sería la de todos. Sin marcarse grandes metas más allá de la de dar de comer, que es lo que debe ser la buena gastronomía. Empezar con humildad y paso a paso sin objetivos a uno, tres o cinco años. Su ilusión es montar la terraza interior que tiene esperando, algo palpable, terrenal. Llegar a tenerla será el mejor símbolo del éxito. Mostrando que los "business plan" son para las empresas, no para los restaurantes.

Localización