La momia es nada menos que la primera piedra de un proyecto que parecía entrañable, el del Dark Universe. La idea es reunir en una sola ficción a los monstruos clásicos de la Universal: Drácula, Frankenstein y su criatura, el hombre lobo, el hombre invisible, la criatura de la laguna negra y hasta el fantasma de la ópera. Un empeño más que apetecible que tiene un precedente obvio en los cócteles de monstruos de los años 40 que produjo la propia Universal -La zíngara y los monstruos (1940)- que también cultivó nuestro Paul Naschy -Los monstruos del terror (1970)- sin olvidar la divertida Una pandilla alucinante (1987) o incluso un intento reciente -y fallido- como Van Helsing (Stephen Sommers, 2004). Así nace esta nueva momia, por el interés -comercial- de generar un universo cinemático siguiendo el exitoso modelo de los superhéroes de Marvel -Guardianes de la galaxia Vol. 2 (2017)- el más discreto pero igualmente rentable de DC -Batman v. Superman (2016)- el recién nacido MonsterVerse que enfrentará a Godzilla y a King Kong tras Kong: La isla calavera (2017) sin olvidar la creciente franquicia de Star Wars, Cloverfield o el televisivo Arrowverso. El problema es que todo el entramado depende, siempre, del éxito de la primera película y, en este caso, hay que decir que La momia ha fallado artística y comercialmente, poniendo en peligro las siguientes entregas, que incluyen una novia de Frankenstein dirigida por Bill Condon, autor de la estupenda Dioses y monstruos (1998) -frase recurrente, por cierto, en esta cinta- sobre los últimos años de James Whale, director de El doctor Frankenstein (1931)- y que contará con Javier Bardem como la criatura. También espera turno Johnny Deep para encarnar al hombre invisible de H.G. Wells, cuya película original fue dirigida también por Whale en 1933. Peligra el Dark Universe y eso que habían confiado el proyecto en Tom Cruise, actor y productor incombustible cuyos últimos estrenos son más que interesantes: Jack Reacher (2012), Oblivion (2013), Al filo del mañana (2014) y la saga Misión Imposible. El actor afronta aquí la empresa con su habitual entusiasmo e intensidad, interpretando a un antihéroe llamado Nick Morton, más humano que Ethan Hunt y que habría sido un perfecto Nathan Drake de la saga de videojuegos Uncharted (2007-2016). Esta momia poco tiene que ver con el clásico del terror protagonizado por Boris Karloff, atmosférica y en un blanco y negro expresionista, dirigida por Karl Freund en 1932. Tampoco se parece a la revisión que hizo Terence Fisher para la Hammer en 1959, con los habituales Peter Cushing y Christopher Lee. Estamos aquí prácticamente ante una nueva versión de la simpática trilogía sobre la momia iniciada por Stephen Sommers en 1999 -protagonizada por Brendan Fraser y Rachel Weisz- que tenía como referente claro a Indiana Jones. Hablamos entonces de aventura y acción antes que de terror.
La momia es nada menos que la primera piedra de un proyecto que parecía entrañable, el del Dark Universe. La idea es reunir en una sola ficción a los monstruos clásicos de la Universal: Drácula, Frankenstein y su criatura, el hombre lobo, el hombre invisible, la criatura de la laguna negra y hasta el fantasma de la ópera. Un empeño más que apetecible que tiene un precedente obvio en los cócteles de monstruos de los años 40 que produjo la propia Universal -La zíngara y los monstruos (1940)- que también cultivó nuestro Paul Naschy -Los monstruos del terror (1970)- sin olvidar la divertida Una pandilla alucinante (1987) o incluso un intento reciente -y fallido- como Van Helsing (Stephen Sommers, 2004). Así nace esta nueva momia, por el interés -comercial- de generar un universo cinemático siguiendo el exitoso modelo de los superhéroes de Marvel -Guardianes de la galaxia Vol. 2 (2017)- el más discreto pero igualmente rentable de DC -Batman v. Superman (2016)- el recién nacido MonsterVerse que enfrentará a Godzilla y a King Kong tras Kong: La isla calavera (2017) sin olvidar la creciente franquicia de Star Wars, Cloverfield o el televisivo Arrowverso. El problema es que todo el entramado depende, siempre, del éxito de la primera película y, en este caso, hay que decir que La momia ha fallado artística y comercialmente, poniendo en peligro las siguientes entregas, que incluyen una novia de Frankenstein dirigida por Bill Condon, autor de la estupenda Dioses y monstruos (1998) -frase recurrente, por cierto, en esta cinta- sobre los últimos años de James Whale, director de El doctor Frankenstein (1931)- y que contará con Javier Bardem como la criatura. También espera turno Johnny Deep para encarnar al hombre invisible de H.G. Wells, cuya película original fue dirigida también por Whale en 1933. Peligra el Dark Universe y eso que habían confiado el proyecto en Tom Cruise, actor y productor incombustible cuyos últimos estrenos son más que interesantes: Jack Reacher (2012), Oblivion (2013), Al filo del mañana (2014) y la saga Misión Imposible. El actor afronta aquí la empresa con su habitual entusiasmo e intensidad, interpretando a un antihéroe llamado Nick Morton, más humano que Ethan Hunt y que habría sido un perfecto Nathan Drake de la saga de videojuegos Uncharted (2007-2016). Esta momia poco tiene que ver con el clásico del terror protagonizado por Boris Karloff, atmosférica y en un blanco y negro expresionista, dirigida por Karl Freund en 1932. Tampoco se parece a la revisión que hizo Terence Fisher para la Hammer en 1959, con los habituales Peter Cushing y Christopher Lee. Estamos aquí prácticamente ante una nueva versión de la simpática trilogía sobre la momia iniciada por Stephen Sommers en 1999 -protagonizada por Brendan Fraser y Rachel Weisz- que tenía como referente claro a Indiana Jones. Hablamos entonces de aventura y acción antes que de terror.