Gottfried Leibniz
La tesis principal de Leibniz es que cada substancia es una “mónada”, un término que únicamente significa “unidad”. Las mónadas básicas y principales son “simples”, carecen de partes en las que puedan ser divididas o analizadas. Puesto que se denomina generalmente “materia” a lo que puede ser dividido en partes más pequeñas, él concluye que las mónadas simples son “inmateriales” (con ello no niega que exista en el universo “materia”, sólo dice que ésta es algo derivado, secundario, subordinado). Sin embargo, la mayoría de los seres que pueblan el universo son entidades compuestas, es decir, agregados o conglomerados de mónadas (un árbol o un caballo es una unidad de unidades, y un triángulo es la unidad de tres rectas, etc.).Las mónadas se definen por su fuerza, por su impulso a la acción, al cambio. Toda substancia, así, está animada por un dinamismo interno, un movimiento propio. Cada mónada incluye, por lo tanto, un principio activo. Este principio activo se concreta según dos vías o se despliega según dos vertientes: la percepción y la apetición (el percibir y el apetecer). Por la percepción la mónada conoce algo, por su apetito desea algo. Precisamente porque lo que anima a que se pase de un conocimiento -una representación del mundo desde una perspectiva- a otro conocimiento es el deseo, Leibniz afirma que en las mónadas hay una primacía del apetecer sobre el percibir.
En la infinita multiplicidad de las mónadas -o de los seres compuestos con ellas- hay una rigurosa y estricta gradación, una escala jerárquica según niveles de mayor o menor perfección. Hay una organización piramidal que sostiene el conjunto del universo, la totalidad de los entes. En la cúspide de la pirámide está Dios, la substancia suprema, el fundamento de todas las cosas. De esta Mónada superior y perfecta procede el “acto creador”. ¿Qué significa esto? Que en la gradación de las mónadas hay una separación, un corte, una discontinuidad entre el Ente Supremo y los seres creados (el primero es necesario y los segundos contingentes). Por debajo de la cúspide de la pirámide están los seres vivos: las mónadas animadas. En este nivel hay también diferencias jerárquicas: en el estrato superior están los seres humanos, seres dotados de razón, de entendimiento y voluntad; en el nivel intermedio están los animales, provistos de sensibilidad y memoria; y en el estrato inferior las plantas, con sensibilidad, pero sin memoria. Por último, en el nivel más bajo se encuentran las substancias físicas: seres materiales y extensos, entidades explicables según leyes mecánicas plasmadas en fórmulas matemáticas que fijan entre ellas relaciones de causalidad.
Dios y el mundo según Leibniz.
Para concluir, puede destacarse que el papel de la Mónada divina, del Ente Supremo, es, además de crearlo todo, “armonizar” la totalidad de las mónadas. En la substancia divina está el fundamento de la “armonía preestablecida”, eso explica el orden y la regularidad que hay entre las mónadas creadas, una armonía que consiste en una sincronización universal de las acciones y los movimientos de las substancias.