Las clases y elementos sociales que integraban la sociedad visigoda, eran la monarquía, la nobleza, el clero y el pueblo.
La monarquía era electiva y limitado el poder de los monarcas. No es esta forma de gobierno especial y característica de los visigodos, sino propia de todos los pueblos de la antigüedad en los primeros momentos de su vida, pues de un lado, en todos ellos pudieron señalarse, como ciclos que recorrió en su manera de gobernarse, la monarquía; la república, ya aristocrática, ya democrática, y la tiranía; y de otro, cuantos no se organizaron en forma patriarcal, lo hicieron bajo la monárquica, reconociendo como jefe, más bien que como rey, a uno de sus caudillos más distinguidos. En los pueblos así organizados, a la muerte de un rey, es proclamado otro caudillo, así como en los organizados patriarcalmente: a un patriarca, sucede, no su hijo, sino el patriarca de otra familia. Resulta pues que, tanto en unos como en otros, la monarquía aparece siempre con el carácter de electiva, carácter que es indispensable en los pueblos formados por agrupaciones belicosas, porque en ellos la misión principal del monarca es dirigir a los suyos en la guerra, misión propia de un hombre que se halla en toda la plenitud de sus facultades, e incompatible, por tanto, con el régimen hereditario, que puede colocar la corona en las sienes de una mujer o de un niño.
El monarca tenía entre los visigodos, según decimos, un poder sujeto a determinadas restricciones, carácter propio de toda monarquía electiva, pues de un lado, el soberano se encuentra obligado respecto de aquellos que procuraron su elección, y de otro, es natural que al elegido rey, se le impongan ciertas condiciones al otorgarle la corona.
Aparte de todo esto, es natural que la monarquía visigoda fuera limitada, porque ningún pueblo belicoso suele aceptar el poder absoluto y omnímodo de uno de sus caudillos.
Matías Barrio y Mier (Verdeña, 1844 – Madrid, 1909)
De la serie, "Historia General del Derecho Español".