La Monja Alférez, una figura enigmática

Por Manu Perez @revistadehisto

La Monja Alférez, cuyo nombre era Catalina Erauso, es una de las figuras más enigmáticas de nuestro Siglo de Oro. Conocida popularmente como la monja Alférez, nació según los datos proporcionados por ella misma en 1585. Nacida en San Sebastián, sus padres fueron el capitán Miguel de Erauso y María Pérez de Galarraga y Arce.

La Monja Alférez

Pero, ¿quién fue realmente esta mujer tan controvertida y por qué lo fue? Diversos investigadores se han dedicado a estudiar a Catalina desde múltiples puntos de vista, como por ejemplo, desde el nacionalismo vasco o el feminismo.

Otro de los puntos de vista al que ha tendido el estudio de Erauso es el de la homosexualidad femenina en la Edad Moderna. Sin embargo, son también muchos los historiadores que ven en Catalina, o al menos en su famosa obra autobiográfica, tan sólo una leyenda. Desde luego, el análisis de su autobiografía nos permite comprobar que nos encontramos ante una mujer inusual para el siglo XVII a primera vista, con características que rozan la fábula al alejarse completamente del perfil y estilo de vida propio de las mujeres en aquella época. Estudiar a Erauso es enfrentarse a la posibilidad de que las mujeres fueran a América durante la conquista y luchasen como el más avezado de los marineros masculinos, eso sí: de manera muy diferente a aquella en que viajaban y luchaban los hombres. Leer a Catalina es tratar con el controvertido y poco estudiado tema del travestismo femenino, que pudo haberse producido en esta época con motivo del deseo de determinadas mujeres a “hacer las américas”, entre otras causas.

La Monja Alférez, Los viajes de Catalina de Erauso

Rudolf M. Dekker y Lotte van de Pol, en La doncella quiso ser marinero, nos ofrecen una documentación muy rica sobre este tema, con personajes como el de Geneviéve Prémoy. Se cree que el fenómeno del travestismo femenino pudo tener su origen en la Edad Media, con especial efervescencia durante el periodo moderno, y con especial incidencia durante el siglo XVI.

El trabajo de Rudolf M. Dekker y Lotte van de Pol, nos sugiere que dichas mujeres debieron recorrer también Europa de norte a sur, con una fuerte reiteración de rasgos y conductas de actuación. La existencia, además, de canciones populares, grabados, novelas u obras de teatro sobe el fenómeno, nos induce a pensar que se trate de una pauta producida con relativa frecuencia. Abordar las posibles causas del porqué estas mujeres llegaron a adoptar hábitos masculinos, es sin duda un asunto más complejo que puede oscilar entre los motivos emocionales, sociales y/o económicos.

La Monja Alférez. Monumento en Orizaba, Veracruz

En cuanto a Catalina Erauso, su biografía nos ayuda a despejar los posibles motivos que la conducirían a recurrir al travestismo. Catalina no asumió roles ni ropa masculina para enfrentarse a un problema momentáneo, sino al contrario. Erauso pareció identificarse como hombre desde muy joven, vistiendo de dicha forma y logrando que se aceptara su identidad masculina hasta incluso después de confesar que era mujer. Es decir, que el caso de Erauso estuvo relacionado más plenamente con la orientación sexual, asunto de plena actualidad en nuestro siglo XXI. Resulta muy complejo asumir términos y problemas relativos a la orientación sexual en el pasado dado que, entre otras cosas, no existían los vocablos relacionados como pueden ser la homosexualidad o la transexualidad. Es el estudio del concepto, por tanto, el que nos puede conducir a comprender determinados comportamientos y situaciones en épocas anteriores.

Catalina fue enviada para su educación a las monjas dominicas del convento de San Sebastián con tan solo dos años de edad y en él permanecería hasta los quince. Pero a la edad de quince años, Catalina experimentó un suceso que la marcaría profundamente y la conduciría a marchar, según ella misma nos refiere en su obra: por “una reyerta con una monja” de la que saldría bastante mal parada. Tras huir buscó refugio en un bosque cercano y tomó una “nueva identidad”. A partir de aquel momento empezó para Catalina una nueva vida llena de auténticas aventuras y acontecimientos azarosos, tanto, que llegan a dificultar su aceptación.

La Monja Alférez

Sumergida ya en su andadura indiana, Catalina comenzaría a esconder su imagen de forma cada vez más impecable, haciendo pasar por varios personajes delante de unos y otros. Distintos serían en consecuencia los nombres que Catalina llegaría a adoptar, entre otros, Francisco de Loyola o Alonso Ramírez Díaz de Guzmán. Bajo sus diversos nombres ejercería los oficios de grumete, de criado, de administrador, de encargado, de alférez y de minero. En la última etapa de su vida, que tendría lugar en la Nueva España, Catalina sería conocida bajo el nombre del alférez Antonio de Erauso. Finalmente en Guamanga o Huamanga (Perú), terminarían las aventuras de Catalina. Allí fue apresada, y no encontrando otro camino para escapar de la muerte, decidió entregarse al obispo de la zona. Entregó las armas al obispo al que se dio a conocer como mujer, y éste decidió acogerla bajo su protección. Antes, dos comadres asistidas por un cirujano y un médico, certificaron su condición femenina y su estado de virginidad asegurando “que estaba virgen como el día en que nació”.

Cuando Erauso volvió a España tras descubrirse, su fama era ya considerable a ambos lados del Atlántico. Fue recibida por Felipe IV a principios de 1626, quien le concedió una pensión vitalicia por los servicios prestados a la Corona. Pero, ¿qué ocurrió? ¿Por qué nunca fue entregada al Santo Oficio? ¿Realmente una mujer valiente capaz de emular al hombre en sus gestas podía ser ensalzada por aquella sociedad?

Sin duda, aun son muchos los enigmas que envuelven a la Monja Alférez…

Autor: Almudena Orellana para revistadehistoria.es

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