La montaña mágica, de Thomas Mann: maravillosa, trascedente y capital

Publicado el 07 noviembre 2018 por Mariocrespo @1MarioCrespo

Resulta increíble que tras la lectura de más de mil páginas en la edición de Edasha traducida por Isabel García Adánez se me haya quedado apenas una idea grabada en la memoria; un tema, un único concepto sobre el que versa la obra: el tiempo. O, más bien, la percepción de este por parte de los seres humanos.
Hans Castorp es un joven ingeniero de Hamburgo que acude al exclusivo Sanatorio Berghof para visitar a su primo, un soldado del imperio austrohúngaro aquejado de tuberculosis. Una vez dentro, Castorp quedará atrapado por un nuevo espacio-tiempo, un nuevo mundo donde el tiempo y su percepción son diferentes; un microcosmos que es un universo en sí mismo, que es, a su vez, la brillante alegoría que usa Thomas Mann para recrear el mundo entero encapsulado en un edificio. El sanatorio es una comunidad donde conviven todo tipo de personas, pero prima en ella una burguesía de urbana pudiente que el autor pone en tela de juicio a través de los brillantes diálogos y disertaciones que salpican la narración. 
La obra es también un palimpsesto de las ideas políticas de la época y el maravilloso final se ambienta en la declaración de la Gran Guerra por parte del Imperio, lo que obliga a nuestro héroe a volver al mundo real. Mientras tanto, durante los siete años anteriores, Castorp vivirá en una especie de mundo de las ideas que no solo abarca al espacio en que se encuentra y lo que en él acontece, sino también a las charlas intelectuales en las que se embarca con Settembrini, su mentor, un literato italiano que aboga por la dictadura de la burguesía, la democracia, y que tendrá su antagonista en Naptha, un jesuita defensor de las teorías más conservadores. 
La montaña mágica es uno de esos libros que no solo se leen, sino que también se piensan. Una obra que te hace reflexionar a cada página que pasas; a releer, a volver atrás. Parece más bien un tratado metafísico sobre el tiempo y qué hacer con él. Las montañas tienen algo de por sí mágico, algo que conduce a la reflexión, a la meditación, y resultan por lo tanto un lugar ideal para ambientar esta historia que rezuma trascendencia germana. Porque lo que Mann realiza en esta novela es un experimento con el tiempo. Y en realidad es esta una de las facetas más difíciles de dominar en la narrativa; cómo explicar el tiempo, cómo situar al espectador, cómo usar las herramientas del lenguaje que te permiten narrar el paso del tiempo o sus elipsis. Especialmente si la trama no tiene grandes sucesos, ni giros dramáticos; si la trama se basa en conversaciones trascendentales. Bien es cierto que el final tiene un giro maravilloso que nos muestra la verdadera intención de la obra. Y que hay un duelo a muerte y una experiencia al límite por la nieve y una historia de amor. Pero, en realidad, el protagonista o los protagonistas se dedican al dolce far niente. Y precisamente aquí es donde estriba la grandeza de la novela: escribir más de mil páginas sin una trama, un argumento sólido o un misterio, es ciertamente difícil. 
La montaña mágica es por lo tanto de una novela a caballo entre el naturalismo de la época precedente y un experimentalismo que abre una etapa de una nueva narrativa que, en el caso de Mann, se completará con el simbolismo y la abstracción de Doctor Faustus. Una obra maestra del siglo XX a la que le cuesta arrancar pero que, una vez en marcha, es una locomotora literaria.
"¿Qué opinan los señores de una declaración de amor sin ninguna esperanza? (...) El acto de la confesión despertaba cierto asco y comportaba una fuerte humillación; sin embargo, también suponía un momento de total cercanía con el objeto amado en tanto que arrastraba a este a la esfera de la confianza total, de la propia pasión, y si con ello, obviamente, se ponía fin a todo, no era menos cierto que el placer desesperado de ese momento único compensaba mil veces tal pérdida sin remisión; ya que la confesión es un acto de violencia, y cuanto más grande es la resistencia que se le opone, mayor es el placer que proporciona." 
La montaña mágica, de Thomas Mann. [Traducción de Isabel García Adánez] Edhasa. 1048 p.